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—Ah… sí… más… ¡Ah!

Viktor penetraba con fuerza a la mujer beta que estaba de espaldas a él. No recordaba su nombre y no le importaba, después de esa noche no se volverían a ver.

Lo único que deseaba era sacar la frustración y el deseo que inundaban sus pensamientos desde el medio día.

—¡Oh, Dios! ¡Así, sigue así! —la mujer de castaños cabellos intentó voltear a ver al alfa, pero éste no se lo permitió al sujetar con algo de fuerza su cabeza y presionarla contra la almohada.

Pese a eso, la beta terminó con un fuerte gemido. Viktor siguió entrando con violencia hasta que llego su propio e insatisfactorio orgasmo.

El platinado sacó su miembro del interior cálido que lo había recibido esa noche, se retiró el condón y se dirigió al baño. Después de correrse no le quedaba nada más hacer en el cuarto de ese sencillo hotel, pero borrar de su piel el aroma de una mujer por la que no sentía nada era una prioridad para él.

—¿A dónde vas? Si quieres te puedo acompañar… —le dijo la mujer a Viktor con una sonrisa coqueta al mismo tiempo que se sentaba en la cama.

Ahora que pensaba con mayor claridad, el hombre se dio cuenta de que la mujer no se parecía en lo más mínimo a Yuuri.

—No hace falta, descansa —Viktir sonreía con falso encanto, pero la beta no se dio cuenta—. Sólo tomaré un baño rápido y después volveremos a jugar.

La mujer sonrió encantada y se cubrió con las mantas a la espera de que Viktor regresará del baño; sólo deseaba que no tardará mucho, ya era muy tarde y el sueño se apoderaba de su cuerpo.

En el baño, Viktor sentía el agua tibia recorrer sus músculos. Mantuvo los ojos cerrados mientras limpiaba su cuerpo y borraba cualquier rastro de que alguien lo había tocado. Se demoró bastante deseando que la extraña con la que había follado estuviera dormida cuando él saliera del baño, no tenía ánimos de fingir el encanto natural que generalmente lo acompañaba.

No esa noche. No si no era Yuuri quien le sonreía y se sonrojaba por sus palabras.

Salió después de media hora para comprobar que su compañera ya dormía profundamente, lo que le ahorró las vanas excusas que solía utilizar al marcharse. Se vistió rápido y en silencio, tomó las pocas pertenencias que llevaba consigo y se enfrentó a la fría noche.

Después de caminar unas cuántas calles, el platinado llamó a un taxi. El transcurso a su departamento fue silencioso, únicamente roto por las pocas palabras compartidas al bajar del auto y pagar el viaje.

Makkachin saltó sobre Viktor en cuanto cruzó la puerta, cosa que logró animarlo por un instante. De no ser por su fiel mascota, la vida en su grande y deprimente departamento le parecería insoportable.

Viktor volvió a bañarse, está vez con la agradable sensación de oler sus propios artículos de baño y no los baratos que usaban en los hoteles de paso.

Mientras se enjabonaba, el alfa pensó en las pocas ocasiones en las que convenció a Yuuri de tomar un baño con él. ¡Qué días tan maravillosos fueron esos! Viktor aún pensaba en la tierna timidez de Yuuri cada vez que estuvieron desnudos y frente a frente, pues deseaba encontrarla en alguno de sus encuentros pasajeros.

Katsudon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora