Katsudon.

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Yurio clavó, como siempre, todos los saltos haciendo que el entusiasta público que lo acompañaba aplaudiera al ver que saltaba con gracia para aterrizar de la misma manera, ignorando el escándalo de las trillizas Nishigori que creían que no había nada mejor en el mundo que observarlo entrenar.

Si bien el alboroto de las trillizas y el de su madre se podía considerar grande, a Yuri no parecía importarle que lo fotografiaran constantemente o que tomarán videos de su entrenamiento, sonriendo de vez en cuando al notar la cámara fija en él.

Pese a encontrarse de vacaciones -y después de enterarse que Yuuri iría más tarde- el ruso llegó a la pista de hielo de los Nishigori poco después del mediodía y desde ese momento no se detuvo, mostrando tal seriedad y concentración que nadie se atrevió a preguntarle cuál era la canción con la que patinaba -usaba unos audífonos mientras se movía-, razón por la que la curiosidad de Yuuko y sus hijas era enorme.

Gracias a esa curiosidad la omega se cuestionaba si debía preguntarle al moreno si sabía cuál era la nueva rutina del rubio, desistiendo al notar que Yuuri se tomaba muy en serio su labor como instructor de sus hijas, hablando con seriedad sobre el progreso de las mismas.

Sin embargo, lo que Yuuko no notaba era que incluso a Yuuri se le dificultaba concentrarse, pues no sólo sentía el hipnotizante perfume del rubio llamándolo insistentemente, también lo observaba tratando de entender cómo era posible que en lugar de descansar todo lo que pudiera prefiriera mantenerse activo.

Aquella mañana y la anterior Yurio se levantó junto a él a las 5:30 de la mañana con la intención de acompañarlo por las compras necesarias para el desayuno y parte del almuerzo, sin quejarse pese al evidente sueño que lo rondaba y sin prestarle atención cuando le dijo que podía quedarse y descansar un poco más.

Tampoco protestó cuando Hiroko le pidió ayuda para barrer la nieve acumulada en la entrada del onsen, sencillamente terminó con la labor encomendada y esperó saber si lo necesitaban para algo más antes de ir a correr un poco. Al volver ver, y para la alegría de Nikolai que comentó lo inaudito que era verlo tan cooperativo, tomó el desayuno con todos e incluso se ofreció a lavar los platos sucios.

Sólo después de escuchar con el gesto fruncido las burlas de su abuelo, Yuri buscó huir de la incomodidad que sentía al arrastrar al omega a las aguas termales antes de hacer un poco de turismo con el ruso mayor.

Yuuri no negaba que le gustaba ver al burlón rubio sintiendo un poco de vergüenza, mucho menos cuando Nikolai no dejaba pasar ninguna oportunidad que se le presentaba para comentar que su malhumorado nieto en verdad se esforzaba en ganar puntos con los Katsuki, situación por demás inaudita y refrescante.

Ante las burlas de su viejo el rubio murmaraba que no era para tanto y se alejaba para que su incomodidad no fuera visible, lo que no resultaba cuando Yuuri podía ver sus orejas levemente sonrojadas.

Después de escuchar que Nikolai aprendería a preparar katsudon, y en vista que el moreno estaría ocupado por un rato, Yuri decidió matar tiempo entrenando, pues aunque era cierto que estaba de vacaciones, no quería holgazanear más de la cuenta.

Fue por eso que, libre ya de sus deberes en el onsen, Yuuri alcanzó al ruso varias horas después en la pista de hielo, llevándose una agradable sorpresa al verlo patinar con las trillizas.

El nipón siempre pensó que Yuri no era particularmente bueno con relacionándose con las personas, pero tal parecía que con las niñas aquello no era un problema: respondía cada una de las preguntas que le hacían y les daba pequeños consejos para que pudieran perfeccionar sus saltos, cosa que alegraba a las pequeñas inmensamente.

Tal actitud tuvo como consecuencia que Yuuri sintiera unos irracionales celos que se disiparon cuando el alfa notó su presencia y les dijo a las niñas que fueran donde su maestro para practicar mientras se enfocaba de nuevo en hacer lo mismo.