Katsudon.

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Cada año, durante las fiestas decembrinas, los señores Katsuki solían contratar un par de empleados extras para que ayudarán con el montón de visitantes que llegaban a las termas, asegurándose que de esa forma Mari y Yuuri tuvieran un poco de descanso.

Por lo general Toshiya y Hiroko contrataban a cualquier persona que tuviera la dispocisión y entusiasmo de trabajar en el onsen, no les importaba si se trataba de algún beta o alfa -por alguna razón ningún omega postulaba para el trabajo-, así que las entrevistas solían ser rápidas. Sin embargo, ya que ese año Yuuri viajó a Rusia desde finales de noviembre, nadie anticipó que contratar a dos jóvenes alfas traería ciertos problemas.

Si para ningún miembro de la familia pasó desapercibido que las vacaciones del moreno fueron increíbles, en especial porque la felicidad de Yuuri se reflejaba en su semblante y en su dulce perfume, los nuevos empleados quedaron embelesados con el moreno y el irristible encanto que irradiaba.

Irónicamente, era Yuuri el único ajeno a la felicidad que lo envolvía, tanto que no creía en Mari o Yuuko cuando ellas le aseguraban que se veía aún más bonito que antes, por lo que solía decirles que exageraban las cosas.

El chico no notaba que efectivamente lucía aún más lindo que antes ni se percataba del nuevo y hermoso brillo que se reflejaba en su oscuro mirar y que se intensificaba cada vez que Yuri le escribía algún mensaje o le llamaba, de la misma forma en la que ignoraba que la melancolía que lo llenó durante los últimos años se había esfumado sin dejar rastro.

Yuuri simplemente ignoraba que todo en él era un claro reflejo de la elegiría que lo envolvía al estar junto a su malhumorado y sarcástico alfa ruso.

Pero no sólo dentro del onsen Yuuri causaba revuelo, también en las calles llamaba la atención gracias a su dulce perfume que invitaba a voltear la mirada para conocer al dueño de tan agradable fragancia, tanto así que fue inevitable que se viera envuelto en medio de las habladurías de aquellos que conocían a los Katsuki.

Yuuri solía ignorar lo que las personas decían de él porque simplemente le tenía sin cuidado los rumores que se inventaban en torno a su persona, sobre todo porque era consciente que nada de eso tenía validez o sentido, pero no ocurría lo mismo con Mari, Yuuko e incluso Minako.

Las mujeres no podían soportar que los vecinos de la familia se atrevieran a juzgar y hablar mal de Yuuri, más teniendo en cuenta que ninguna de esas personas tenía idea del esfuerzo que éste había puesto para llegar tan alto pese a ser un "simple omega", por lo que apenas contenían sus impulsos por saltarles encima con la única intención de cerrar sus bocas a puño limpio.

—No deben prestarles atención —solia comentar Yuuri con calma—. No es como si tuvieran razón.

—¡Pero, Yuuri! —protestaban ellas en respuesta.

—Lo que digan o no, no me interesa —decía el moreno con una sonrisa—. Yurio me ha dicho que las personas mediocres son las que más juzgan y empiezo a creer que es verdad.

Minako, Yuuko y Mari no pudieron evitar sorprenderse al escuchar la nueva ideología de Yuuri, no cuando durante mucho tiempo él mismo creyó que en realidad carecía de dotes o atractivo alguno incluso para ser un omega, razón que elevó sus sospechas sobre lo beneficioso que era Yuri para el moreno.

Por eso fue una pena que Yuuri se negara tajantemente a hablar más de su atractivo ruso con sus amigas y hermana cuando éstas quisieron saber qué tanto le dijo para que cambiará de ese modo su actitud, por lo que resignaron a imaginar lo que hablaban en sus tiempos libres.

En cuanto Yuuri, sencillamente no dijo más de su rubio por dos razones: en primer lugar no pensaba que alguien le creería al confesar que el malhumorado alfa era en realidad muy atento, educado y seductor cuando se trataba de él, y en segundo porque no quería que nadie más supiera que Yuri se encargaba de escribirle todos los días algún mensaje donde le decía que lo enloquecía o alabando algún punto sobre su cuerpo o caracter.