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El departamento del ruso estaba lleno de un delicioso olor a café recién hecho y a panqueques, cortesía de Yuuri y su habilidad para preparar el desayuno.

Yuri permanecía sentado frente a la barra de la cocina mientras observaba con atención cada uno de los movimientos del omega, totalmente fascinado por la gracia y comodidad con la que se desenvolvía.

—Tengo hambre, cerdo —se quejó el ruso sólo para molestar a Yuuri.

—Espera un poco más —contestó el omega con calma.

El alfa sonrió; le gustaba en verdad que Yuuri no se inmutara ante sus palabras, en especial porque insistía en preparar los alimentos aún sabiendo que podía alimentarse perfectamente bien por su cuenta. Gracias a esos mimos recibidos Yuri disfrutaba de la total atención del moreno.

Pero por desgracia no todo era tan bueno, pues así como Yuri podía holgazanear un poco, percibía con claridad, más de la que le gustaría, el sutil pero constante cambio en el perfume del omega.

Aquel hecho lo ponía a pensar en lo dicho por Viktor respecto al próximo celo de Yuuri, cosa que de verdad le preocupaba porque no se creía capaz de guardar la compostura si las deliciosas feromonas del chico estallaban invitándolo a saciar su deseo sexual.

Ese pensamiento hizo que le prestara atención al cuello del omega, tan dulce y suave que parecía pedir que dejara la marca de sus dientes en esa tersa piel, así que inevitablemente se pregunto qué tipo de expresión haría Yuuri si lo marcaba, o cómo gemiría ante el placer del momento...

Alto. No, no debía pensar en esas cosas por mucho que le resultará atractiva la idea.

Pero era tan jodidamente difícil no hacerlo con Yuuri vistiendo una playera suya sin nada más debajo que su ropa interior. Como si eso no fuera suficiente, podía ver sus piernas firmes y la sensual forma en que la ropa grande le remarcaba el trasero, convirtiéndose en una delicia para sus ojos.

Yuri bufó; estaba muy tentado de mandar al diablo el desayuno para pasar directamente al postre haciendo a Yuuri suyo sobre el desayunador, en especial porque a él volvían los recuerdos de la noche anterior, misma donde probó una vez más la delicia que era estar entre las piernas del omega mientras éste le pedía tímidamente que no se detuviera.

Maldición, estaba duro de nuevo.

El omega volteó a ver su anfitrión con una linda sonrisa después de que gruñó por segunda vez y le anunció que ya podían comer; divertido, se preguntó por qué Yuri parecía tener más problemas en prestarle atención, de lo normal.

Mentalmente se dijo que con seguridad el chico volvía a dejar volar a su pervertida mente.

—Vamos, Yurio, el desayuno se enfriará.

Tras las palabras del japonés se sentaron en la mesa a comer juntos, el moreno sentado frente al ruso sonriéndole con calidez; Yuri le devolvía la sonrisa mientras empujaba la silla del omega en un divertido juego mañanero.

—Estás siendo infantil, Yurio —sonrió Yuuri.

—Me estabas matando de hambre, cerdo.

—No creo que eso sea posible.

—Tienes que compensármelo, cerdo —insistió Yuri deseando hacer el amor con el moreno sobre la mesa.

Katsudon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora