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—Quítate la ropa.

Estaba excitado, terriblemente excitado y su voz ronca lo delataba.

Justo por eso el chico esperaba que su orden fuera cumplida a pesar de encontrarse en un continente distinto, pues en verdad moría por ver al japonés siguiendo sus indicaciones.

Sin embargo, el ansioso alfa era consciente que debía ser amable con Yuuri para no asustarlo, cosa que le parecía muy difícil ahora que sabía que podía pedir casi cualquier cosa y ésta sería concedido.

¿Qué podía pedirle a ese chico que lo miraba sonrojado desde la pantalla de su portátil? Ordenarle que se quitara la ropa no era suficiente, debía hacer algo más para revivir el éxtasis experimentado cuando el omega lo llamó en medio de su celo, debía ver una vez ese sensual cuerpo que se escondía tras ropa aburrida y hasta cierto punto carente de personalidad, pero ¿Cómo podía lograrlo cuando deseaba más que dejarse llevar por sus hormonas?

Pese a su excitación, Yuri sólo quería que ese omega por el cual perdió la cabeza desde hacía casi cinco años, entendiera que tan fuertes eran sus sentimientos.

Quería que Yuuri viera una vez más y con sus propios ojos, el incontrolable deseo que despertaba en su cuerpo a pesar de que no podía tocarlo; quería que supiera que no bromeaba al decir que lo encontraba sexy y adorable, que le mostrara esa sensualidad que había exhibido en la pista y que lo enloqueció con una facilidad que jamás pudo entender hasta que se dio cuenta de lo que sentía por él...

En fin, lo que el ruso en verdad quería era que Yuuri comprendiera lo mucho que lo anhelaba.

Pero, Yuri sabía que existían otras formas de transmitirle sus sentimientos al omega, formas menos sexuales y más razonables -como hablar largo y tendido sobre el asunto- sólo que las encontraba demasiado tontas y tediosas. Por eso Yuri creía que ir directo al punto era lo mejor, después de todo el japonés solía ser increíblemente despistado para esos asuntos.

Además, no estaba seguro de poder mantener sus emociones a raya temiendo al mismo tiempo que alguien más llegará y le arrebatará eso que no reclamó años antes por temor a ser rechazado.

No, ahora que tenía la oportunidad iría por todo.

Por eso se había esforzado en crearse una oportunidad para hacerle ver a Yuuri que no bromeaba cuando decía que le gustaba.

Por eso podía ver, en la pantalla de su ordenador, lo nervioso que el cerdito estaba. Sabía que su orden había sorprendido bastante al moreno y lo podía entender porque uno no esperaba que un mocoso cercano a los 20 años le dijera que se quitara la ropa para cobrarse su apuesta.

Y esa era la razón por la cual el ruso intentó ser bueno y un poco más paciente al dejar que Yuuri lo pusiera en rídiculo si eso quería; eso era algo que en realidad no le molestaba si significaba ver al omega feliz.

Además, Yuuri no era un pervertido como él.

Todo lo que Yuri quería en ese momento era ver al cerdo jadeando por él, pero no tenía muchas expectativas de que lo hiciera porque la confusión aún se reflejaba en los ojos castaños de Yuuri. Sin embargo, y justo cuando iba a decirle al japonés que no debía hacerlo, tuvo que tragar pesado al ver a Yuuri levantando las manos para deshacerse del horrible suéter que cubría su figura.

El alfa miraba con atención la forma en la que Yuuri se quitaba la ropa, deseando ser él quien se deshacía de esa molesta prenda.

Mientras tanto, Yuuri estaba ansioso porque ya empezaba a comprender qué era lo que el ruso quería de él.

Katsudon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora