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El alfa de transparentes y azules ojos caminaba a paso lento pero firme por los pasillos del recinto, reflejando en su serio rostro la molestia que sentía.

El hombre no sonreía como era su costumbre ni se mostraba alegre; no, su amigable actitud había sido reemplazada por la frialdad reflejada en sus ojos y en las feromonas que emanaba totalmente llenas de la ira que lo consumía, razón suficiente para que todos los que pasaban junto a él se apartarán de su camino.

Los azules ojos de Viktor brillaban con furia mientras buscaban al portador del dulce y adictivo perfume que invadió sus sentidos en cuanto entró a la pista de hielo, ansiosos de encontrar a ese pedazo de mierda que se burlaba de él. Fue por su olfato que supo que ése desgraciado patinaba en esos momentos, totalmente ajeno a la ira que había desencadenado al creer que podría verle la cara sin sufrir las consecuencias.

Sin embargo, no todo ese enojo provenía de su rival, pues el platinado sabía que también era responsable de aquella situación, en especial porque no escuchó a su intuición advirtiéndole una burla a su persona, una que amenazaba con quitarle el afecto que nadie debía conocer y el cual no cedería sin pelear.

Aun siendo consciente de su propio descuido no dejaba de pensar que ese idiota había jugado sucio aprovechándose de las circunstancias, abusando de su suerte, riéndose de él mientras fingía un desinterés que estaba lejos de sentir... Pero todo acabaría ese día, se aseguraría de que así fuera.

Viktor volvió a sentir como le hervía la sangre a media que se acercaba a su objetivo porque recordaba lo patético e insignificante de su estado cuando supo que un niño pretendía arrebatarle lo que era suyo, eso que tanto quería y por lo que sufría gracias a la distancia que los separaba.

Por eso quería golpear hasta el cansancio a ese arrogante y molesto rubio que lo desafiaba cada vez más, y nada ni nadie iba a impedir que le demostrará por qué seguía siendo el campeón, el hombre que era mejor que él.

El alfa apretó los puños cuando llegó a la pista y vio a Yuri descansando ajeno a su presencia; sus ojos se volvieron más fríos y avanzó hacia su objetivo.

—¡Oh! Viktor, creí que estabas de vacaciones... —saludó Georgi con entusiasmo, más pronto notó la furia del platinado—. ¿Viktor?

Viktor lo ignoró, no tenía interés en nadie más que no fuera el chico al que destrozaría con sus puños.

—Yuri —llamó el platinado con una voz pocas veces usada en él, causando tensión entre los presentes y un mal presentimiento pues indicaba que estaba muy, pero muy molesto.

Con una mueca de fastidio el rubio se giró a ver al hombre que le hablaba como si nada le importara que éste estuviera parado frente a él a punto de exigirle una explicación, alardeando de su superioridad con sus verdes ojos que parecían burlarse del alfa mayor...

—¿Ah? ¿Qué mierda quieres, anciano?

El puño de Viktor se estampó contra el labio de Yuri con tanta fuerza que el chico dio un paso atrás mientras los presentes contenían el aliento, rogando que la acción de la leyenda no acabará en una pelea.

Todos los patinadores que compartían pista con el equipo dirigido por Yakov Feltsman sabían que los alfas más fuertes del lugar eran Viktor y Yuri, razón más que suficiente para temer un enfrentamiento violento entre ambos, en especial porque el fuerte temperamento del rubio no era para tomar a la ligera.

Katsudon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora