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Pasó los mejores momentos del verano en compañía de Andrés y de su madre, apenas llevaba dos semanas en casa de Dana, y aún sí se sentía como si hubiera pasado una eternidad desde que se había ido de casa.

Todo era tan diferente, tan correcto, su madre era feliz en donde estaba, siempre tenía una sonrisa, y secretamente siempre había deseado eso cuando todos estaban en casa. Su madre solía sonreír cuando la peinaba o cuando Gustavo hacía un mal chiste, pero nunca cuando su padre estaba presente.

Desde que él llegaba a casa todo se volvía gris, su madre preparaba la cena en silencio, y todos se sentaban en la mesa sin decir una palabra, el único que parecía feliz era su padre, mientras todos ellos estaban tristes, él se veía tranquilo.

Y lo odió por eso, lo odió por destruir la familia, por forzar a su madre a irse de la casa, por no apoyar a Gustavo, por encerrarla en casa y prohibirle miles de cosas que los niños hacían.

Nunca había visto a su padre totalmente feliz, a veces sonreía, pero solo eso, siempre gruñía, cuando era niña si hacía algo malo le gruñía, y si no hacía nada, también. Al final terminó acostumbrándose.

Siempre pensó que, si su padre era el causante de todos los males, ¿Por qué no se iba? ¿Por qué no dejaba que Gustavo y ella se alejaran? No lo entendía. Pero mirando a su madre cada día, entendió que separarse de Leo había sido la mejor decisión que había tomado en su vida.

Pero eso no hacía que doliera menos, no hacía que se le dejara de estrujar el corazón cuando en el colegio celebraban el día de las madres y ella era a única niña sola, cuando su burlaban de ella por ir mal arreglada a la escuela y le hacían la típica pregunta ¿No tienes una mamá que te ayude a vestir? O cuando la psicóloga llamaba a casa por cualquier inconveniente y el único que podía asistir era su hermano porque su padre estaba ocupado en el trabajo.

Entró a la tienda y abrasó a su madre, no la culpaba por nada, entendía sus ganas de alejarse de su padre y de vivir, la entendía por todo, la perdonaba por todo.

— ¿Qué pasa? — Preguntó Dana, besando su pelo—. ¿Algo va mal?

Dakota limpió sus lágrimas y negó. —Solo estoy feliz de estar contigo.

Su madre asintió, y sus bellos ojos se humedecieron. —Yo también, mi sueño siempre ha sido tenerte a mi lado y hacer cosas de chicas.

— ¿Y Gustavo? —Preguntó sorbiéndose la nariz.

Su madre sonrió. —Tu hermano siempre ha sido tan liberal, no habría estado con nosotras por mucho tiempo, así que me hubiera acostumbrado a tener solo a mi pequeña hija conmigo.

— ¿Te arrepientes de habernos tenido? —Preguntó sintiendo que sus ojos volvían a aguarse—. Si papá nunca hubiera aparecido en tu vida, quizás hoy tuvieras una familia estable y vivieras con tus hijos.

Dana secó sus lágrimas. —Volvería a hacerlo todo igual, ustedes son mis bebés, no los cambiaría por nada.

No se despegó de su madre ni un segundo, se mantuvieron tomadas de manos y abrasadas todo el día. Dana le mostró el catálogo de los nuevos diseños de pasteles que integraría la próxima semana. Era muy bonito verla emocionada, haciendo lo que le gustaba hacer, en lo que era realmente buena.

En la madrugada abrió lentamente los ojos, vio a su madre recogiendo todas sus cosas y metiéndolas en su maleta. Se paró de la cama rápidamente. —¿Qué pasa, mamá? —Preguntó preocupada.

Dana secó sus lágrimas. —Tienes que irte —dijo poniéndole un sweater encima de su conjunto de pijama—. Ahora.

— ¿Por qué? —Preguntó sin entenderlo—. ¿No quieres que esté aquí?

Dana negó lentamente. —Gustavo y tu padre pelearon.

—Ellos pelean todo el tiempo —dijo Dakota encogiéndose de hombros.

—Gustavo golpeó a tu padre, y le fracturó el brazo, la policía intervino y detuvieron a tu hermano.

—Dios mío —susurró horrorizada.

Se sentó en la cama, llevó ambas manos a su cara y rompió a llorar. Estaba cansada de que todo acabara mal, siempre tenía que alejarse de su madre al final. —Esto es tan injusto —dijo sin poder evitarlo—. No quiero estar siempre en medio de ellos, estoy cansada, mamá.

Dana se sentó junto a ella y la abrasó. — Lo sé, bebé, pero eres la debilidad de esos hombres, no quiero más peleas, solo ve con ellos.

Cuando salió de la casa vio a Mike, esperando por ella, recostado de su camioneta. — Mike fue el que me dijo lo que estaba pasando, se ofreció a venir por ti.

Dakota asintió, se acercó a él y le pasó su maleta, luego se giró y abrasó a su madre. —Prometo que cuando todo se calme, iré por ti, al diablo con Leo.

—Te amo mamá —dijo apretándola fuerte.

—Yo también —respondió dándole un beso en su frente—. Ahora ve con Mike, y calma a esas bestias.

Eso la hizo sonreír. —Está bien —dijo subiendo al auto de Mike, puso sus pies en el asiento y abrasó sus piernas, estaba esperando que él le gritara, siempre lo hacía cuando ella subía los pies en el asiento, pero esta vez no lo hizo. En cambio, la miró y le dedicó una sonrisa triste. —Dakota, esta noche tienes pase para hacer lo que quieras.

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:C

Continuará...

PD: Les invito a leer la sinopsis de mi nueva novela ¿cómo se lo explico al niño? (dejaré el link en los comentarios)

No seas tonto, Mike!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora