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Esa noche no cenaron juntas, de hecho, al otro día tampoco lo hicieron. Las tradiciones que antes le solían parecer sagradas, ahora las consideraba tontas.

Estuvo con ella en la pastelería, debía de admitir que la habían convertido en un lugar de ensueño, se sentía como en un cuento de hadas, era un lugar muy agradable, incluso los niños que entraban se rehusaban a salir.

Se mantuvo a su lado, pero no hablaron, cada una se mantuvo concentrada en las actividades de la pastelería. Su madre no estaba enojada, solo triste, y siendo no honesta, quería verla así, pero tampoco pediría perdón por algo que ambas sabían que era cierto.

Se sentía como si estuviera haciendo un trabajo de verano, la ayudaba en las mañanas y en las tardes, y después iba a casa y se encerraba en su habitación.

A mitad de la semana, cuando le tocó cerrar la pastelería, vio a Andrés entrar. Lo que la hizo pensar si su madre estaba detrás de todo eso, es decir, ese día se fue temprano, le avisó que estaría con sus amigas, que regresaría al otro día, y que le tocaba cerrar la tienda. Y mágicamente aparecía Andrés.

—Hey —dijo parándose frente a ella, con su sonrisa dulce habitual.

—Hey —respondió ella, sonriéndole.

Encontrarse con Andrés siempre era un buen plan, él era del tipo de chicos que podía distraerla, siempre y cuando no se pusiera en plan romántico todo estaría bien. —¿Qué tal tus mini-vacaciones? —Preguntó sentándose en una de las mesas.

Ella preparó dos cafés, le ofreció uno, y se sentó frente a él. Las mesas del local eran diminutas, así que, aunque estuviera frente a él, la distancia que los separaba era ridícula, incluso sus rodillas chocaban, y no ayudaba que ambos llevaran pantalones cortos.

Él deslizó su mano por encima de la de ella y la miró con ojos cargados de deseo, eso fue relativamente normal, pero lo que la asombró fue que su mente estaba en otro lugar, y no tenía ganas de acostarse con él.

Necesitaba estar en compañía, pero no quería sexo, y eso la asustó. ¿Qué diablos estaba pasando con ella?

Ella le sonrió, y entrelazó sus dedos con los de él. —Podría parecerte extraño, pero no quiero tener sexo esta noche, ¿podríamos solamente estar juntos?

Decirlo en voz alta la sorprendió incluso más, y para su mayor sorpresa, la cara de Andrés se encendió como si fuera una casa con decoraciones navideñas, y de repente la tensión sexual desapareció.

Ambos salieron de la tienda tomados de la mano, subieron al auto que conducía Andrés, y pasearon por los lugares cercanos, fueron a un parque que estaba poco iluminado, comieron algodón dulce e hicieron chistes, buenos chistes.

Él nunca soltó su mano, y cuando se sentaron en el césped, no dudó en abrasarla por detrás y besar su hombro desnudo, y aunque el toque era bastante íntimo, no pudo negar, que eso era lo que había necesitado. Sentirse querida por alguien.

Andrés no dijo nada en lo que restó de la noche, ni siquiera cuando la dejó frente a casa, solo metió las manos en sus bolsillos y le sonrió, Dakota acarició sus mejillas y lo besó unos segundos, luego se separó de sus labios y lo observó. —Realmente me gustas —dijo sonriendo—. Buenas noches, Andrés.

—Podemos hacer algo mañana, ¿Te parece bien si paso en la noche por ti?

—Por supuesto, me gusta el plan.

—Hasta mañana —dijo retrocediendo, con una gran sonrisa dibujada en el rostro.

—Hasta mañana —repitió alzando su mano en señal de despedida.

Pero al otro día temprano, hizo lo mejor que sabía hacer: Escapar. No podía permanecer porque las cosas se estaban complicando con él, lo sabía, y no quería hacerle ese daño, no quería que se enamorara de ella, porque lo apreciaba, y no quería romper su corazón, él no lo merecía. Así que se alejaba, deseando que encontrara alguna chica y solo la viera a ella como lo que era: Un simple amor de verano.

Además, las cosas con su madre no mejorarían, su madre no estaba dispuesta a hablar, y ella tampoco, así que de camino a casa, estuvieron enfrascadas en un silencio incomodo, y cuando la dejó frente a casa, aunque la vio con lágrimas en los ojos, no corrió hasta ella para consolarla, solo ondeó la mano en señal de despedida, y sin mirar atrás, la dejó ir.

Aunque era jueves, cuando le comentó a su hermano que había regresado a casa, él le dijo que era noche de bolos, así que no dudó en juntarse con él esa noche.

Llegó temprano, así que se entretuvo hablando con Richard, fueron por bebidas, y cuando regresaron, todos habían llegado, el grupo completo, incluyendo a Mike y a Anabela. Él se asombró de verla, le dedicó una mirada dulce, pero ella lo miró directamente a los ojos, un breve segundo, sin expresar absolutamente nada.

Había vuelto de la casa de su madre, con una visión diferente de las cosas, no podía decir que no le importaba lo que pasara con Mike, pero al menos, lo aceptaba.

Como aparentemente todos estaban en pares, ella se quedó junto a Richard, para no ser la solitaria del grupo. De más estaba decir que falló todos sus tiros, aunque no pudo negar que se divirtió un montón, podía afirmar que fue una de las que más disfrutó la noche.

Tuvo que refrescarse de alguna forma en el baño, estaba bastante sudada, revisó su móvil, solo para notar que tenía llamadas perdidas de su madre, y después de cinco minutos de charla, ni siquiera pudo creerlo, solo le hablaba para saber si estaba bien.

¿Quién era esa mujer y que había hecho con su madre? ¿Desde cuando su madre ignoraba los problemas que tenía en frente? ¿Desde cuándo se había vuelto tan hipócrita?

Y la respuesta le llegó como un rayo. Por supuesto que siempre había así. Siempre ignorando lo que su padre hacía, y solo concentrándose en brindarles amor en los pocos días que pasaban con ellas, sin preguntas incomodas, y sin abordar los temas que realmente importaban. Mirándolo desde ese punto, su madre ya no le parecía el ángel bondadoso de siempre. Hasta esa imagen se le había arruinado.

No sabía que sentir, su corazón se había roto ya en tantos pedazos, que no sabía si recogerlos o simplemente dejarlos tirados, salió del baño y chocó de frente con Mike. —Es bueno ver que te diviertes —dijo mirándola fijamente.

Ella pestañeó algunas veces, apenas se estaba recuperando de la llamada de su madre, y Mike la abordaba, ¿Qué diablos pasaba con todos? ¡Joder! Necesitaba un maldito respiro, ni siquiera podía sufrir tranquila, sin tener alguna otra descarga de intensidad.

Se recompuso, y sonrió. Era increíble como tenía que interpretar varios papeles de la misma chica en el día. Se mordió el labio, y acarició su pecho. —¿Qué esperabas, corazón? ¿Pensabas que estaría celosa por tu relación? —sonrió—. No seas tonto, Mike —dijo guiñándole el ojo, y alejándose. 

*****

Dakota la verdad me encanta, ya entiendo porqué Mike, Andrés y Richard están locos por ella, hasta yo lo estaría!!! hahaha

Continuará...

No seas tonto, Mike!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora