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Al otro día, sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras le explicaba a su hermano lo que su padre había hecho. —Ya ves, tenías razón en todo —dijo mordiéndose el labio.

Gustavo maldijo. —Juro que no quería tenerla. Dios, cada vez me convenzo más de que leo no sabe cómo ser un padre.

Ella se encogió de hombros. —Está bien, supongo que yo fui la culpable de todo, hice una imagen de padre, y él estaba lejos de ser eso, solo...

—Tú solo eres una chica que quería una familia normal, nadie te puede culpar por eso.

Dakota asintió. —¿Esto donde nos deja? —preguntó mirándolo fijamente.

Él sonrió. —Nos deja donde siempre. Solo tú y yo, no mamá, no papá, solo tú y yo, como siempre.

Ella lo abrasó. —Gracias por ser mi familia.

Él la sujetó en sus brazos. —Te vas a reponer, yo estaré aquí para ti, eso lo sabes. Estaremos bien, Dakota, lo prometo.

Y así fue, después de dos semanas, se sentía totalmente recuperada, es decir, sí le dolía bastante saber que no tenía un buen padre, pero era algo que finalmente había aceptado, y cuando lo hizo, realmente sintió que estaba en el camino correcto. No más engaños, de ahora en adelante, al menos con respecto a sus padres, vería las cosas justamente como eran. Nada de imaginar una realidad alterna. Ese sufrimiento no valía la pena.

Su madre la había llamado algunas veces, pero no había tomado la llamada. Gustavo le había contado lo que había pasado, y aunque le envió un mensaje, también le dio la típica excusa de que no podía ir a casa porque estaba muy ocupada en el trabajo. Y ella lo había entendido. Así que en vez de reclamarle solo le dijo que lo entendía. Todos tenían una vida, asuntos que atender, cada quien tenías sus prioridades, así era como funcionaban las cosas.

Ese día iba a ir a una fiesta. Una fiesta de piscina, sus amigos la habían invitado, al principio decidió no ir, pero cambió de idea en cuanto vio que era un día malditamente soleado. Se puso su ajustado bikini, un vestido corto, sandalias, bronceador y lentes de sol.

Pensó que sería una fiesta de veinte personas, pero encontró al menos a sesenta, no conocía a la mayoría, pero alcanzó a ver a sus amigos, los cuales formaban un grupo de al menos ocho personas.

Se metió a la piscina un par de veces, pero después de un rato, prefirió quedarse afuera, el chico que hacía de dj, realmente sabía cómo mantener una fiesta activa, nadie paraba de bailar, es más, eran pocos, los que estaban solo sentados, todos estaban disfrutando.

Fue por otra lata de cerveza, y alzó ambas cejas cuando vio a Mike coquetear con una chica, le decía algo al oído y la chica sonreía como boba. No sabía exactamente lo que le molestaba, si el coqueteo, o que se encontraran en la misma fiesta.

Hicieron contacto visual, y aunque él seguía susurrándole a la chica, sus ojos no dejaban de mirarla de arriba abajo. Ella le guiñó un ojo y se metió entre la multitud a bailar sola. Algunos chicos quisieron acercarse demasiado, pero ella los apartó.

Sonrió cuando Mike prácticamente acarició todo su cuerpo, al ritmo de la música. —Dime que esto es una coincidencia y no que me estás siguiendo los pasos.

Mike soltó una carcajada. —Ya lo quisieras —le susurró en el oído.

Eso la hizo sonreír, se giró y rodeó su cuello con ambas manos. Ahí entre la multitud, a la mitad de todo, y aun así, la música de repente ya no era tan fuerte, ya no había tantas personas sacudiéndose alrededor, de hecho, solo se trataba de ellos, solo ellos.

—Alguien podría vernos —dijo Mike, mirándola con el ceño fruncido.

Ella pestañeó algunas veces, recordando que su relación era secreta. ¡Por supuesto que alguien podría verlos! Ella alejó sus manos de él, y siguió bailando. —me dejé llevar por el momento, lo siento —dijo bebiendo de golpe lo que quedaba de su cerveza.

—¿Por qué usas ese diminuto bikini?

—¿No es eso lo que les gusta a los hombres?

Él frunció el ceño. —¿Te vestiste así para llamar la atención de los hombres?

—¿No es ese el objetivo de los bikinis diminutos?

Él dejó de sonreír. Y eso la hizo explotar a carcajadas. —¡Relájate! —exclamó golpeando juguetonamente su brazo.

Pero él no lo hizo, de hecho, parecía enojado. Muy enojado. Estaba bromeando ¿Verdad?

Miró hacia los lados, la tomó bruscamente por el brazo y la metió a un cuarto de servicio, o al menos eso pensaba. Estaba escuro, aunque era algo lógico, ya que era de noche. Casi se caía, pero se sostuvo a tiempo de lo que parecía ser una mesa.

—¡Maldita sea, Mike! —Exclamó enojada—. ¿Qué diablos haces?

Pero él no respondió, contrario a eso, empezó a tocarla, mientras besaba su cuello. —Dakota... —susurró excitado—. ¿Qué me haces?

Ella no respondió, gimió al sentir que él bajaba su traje de baño y la penetraba, sus pensamientos empezaron a nublarse, pero una duda llegó a su cabeza. —¿Nunca usas condón? —preguntó preocupada.

Él gruñó. —No necesitas preocuparte por condones, cuando estás conmigo, deberías preguntarle eso a los otros imbéciles a los que le abres las piernas —dijo con rabia, golpeando fuerte en su interior.

Ella gritó al sentir que llegaba al clímax, aruñó su brazo y sentirlo vaciarse dentro de ella la llevó a experimentar sensaciones inimaginables.

Ambos se quedaron tranquilos, unos segundos, esperando que todo retornara a la calma. Y de repente, empezó a escuchar nuevamente la música, y fue consciente del lugar en el que estaban, y que probablemente alguien podría darse cuenta de lo que pasaba entre ellos.

—Vámonos de aquí —dijo Mike, besando su espalda—. Ya es tarde.

Ella asintió. En el justo momento en que salieron, todas las luces se apagaron, así que eso fue perfecto para escabullirse hasta el auto de Mike. Ella terminó de ponerse toda la ropa en el asiento de atrás, y cuando estuvo lista, se recostó de su hombro. Mike tenía una mano en el volante y la otra entrelazada con la de ella, sabía que era un acto irresponsable conducir de esa forma, pero simplemente no podía estar separada de él. —¿Qué me estás haciendo? —preguntó él, sin mirarla. 

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Continuará...

No seas tonto, Mike!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora