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Regresó con el grupo, solo que no se integró a ellos De una forma u otra, lo que su madre le había hecho, la había afectado. En su mente ella era perfecta, la mejor madre de todas, y, sin embargo, se había equivocado.

—¿Estás bien? —Preguntó Gustavo, tomándola de la mano—. ¿Las cosas con mamá están bien?

Ella asintió, lo que menos quería era involucrar a su hermano en todo el drama en el que estaba envuelta, ya debía de tener bastantes problemas, se ocupaba de ella, tenía su propia pequeña empresa, una vida que vivir, prefería ahorrarse los pequeños detalles sin importancia.

—Dakota... ¿Las cosas con mamá están bien? —Volvió a preguntar, y ella no supo que responder, ya que no quería mentir, y no sabía si su madre le había contado lo sucedido.

Respiró hondo, y eso hizo que se preocupara, lo podía ver en sus ojos. Justo eso se temía, que él se preocupara más. Sonrió y acarició su brazo. —Gustavo, estamos bien, con mamá o sin ella. Te tengo a ti, con eso me basta.

—Lamento todo esto —dijo él, tomándola de las manos—. Quería ahorrarte esto, estabas tan feliz...

Ella le brindó una sonrisa sincera, con ojos brillosos. —Estoy mejor ahora —su voz sonó entrecortada y se odió por eso. Tenía ganas de dormir y pensar que todo hubiera sido una pesadilla, y al mismo tiempo tenía ganas de desahogarse con alguien.

Trató de distraerse un rato, es decir, estaba en un juego de bolos con amigos, así que se pasó los próximos cuarenta minutos intentando derribar todos los bolos, sola en una esquina, mientras los demás hacían chistes y competencias entre ellos.

Era increíble como aún rodeada de personas, en un lugar donde había tanto bullicio, podía sentirse tan sola y triste, de repente no estaba en ahí, sino en su habitación, escondida en una esquina, escuchando los gritos entre su padre y su madre y deseando que las cosas fueran diferentes, mirando a su hermano tomarle le mano y decirle cosas para entretenerla y que así, no escuchara las palabras tan hirientes que decía su padre o el llanto de su madre.

Respiró hondo, tiró la bola, y por suerte o talvez por pena, la bola impactó a los bolos, derribándolos. —¡Si! —exclamó en un susurro bajo.

—No eres tan mala después de todo —dijo Richard, detrás de ella.

—Mejoro con la practica —respondió sin mirarlo—. Todo mejora con la práctica.

—Los chicos están pensando ir a un bar cerca de aquí, ¿Quieres venir con nosotros?

Ella miró al grupo, pero su mirada se concentró en Mike, el cual abrasaba tiernamente a Anabela, y le susurraba algo al oído haciéndola sonreír. Y en ese segundo, en ese justo momento, deseó ser esa chica.

—No —respondió, girándose y mirando a Richard—. Estoy cansada, ha sido mucho por hoy.

—¿Quieres que te lleve a casa? —se ofreció.

—Me puedo ir en taxi —dijo sonriendo.

—No lo permitiría.

Ella avanzó hasta el grupo y se despidió, incluso le dio la mano a Anabela y deseó que todos se divirtieran. Se alejó con Richard, y aunque él parloteaba de camino a casa, ella no pudo seguirle el ritmo, trató de responder algunas de las cosas que decía, pero no profundizó en nada.

Sentía que le faltaba algo, era como un vacío en el pecho, tan, pero tan grande, que le daban ganas de llorar mares. —¿Estás bien? —Preguntó él, aparcando fuera de casa.

Asintió, porque aunque no lo estaba, si tenía que desahogarse, quería hacerlo con la persona correcta. —Gracias por traerme, en verdad —dijo saliendo del auto, y entrando a casa.

Todo se volvió nubloso, sus lágrimas empezaron a derramarse por sus mejillas y no podía contenerlas, se quedó en ropa interior y se sentó en la cama, respiró hondo y miró al piso.

Sollozó un par de veces, y maldijo en silencio toda su existencia. Escuchó que tocaban la puerta, así que secó sus lágrimas y se preparó para decir una mentira a su hermano, solo que, el que estaba en la puerta no era Gustavo.

—Cuando dije que te odiaba, no hablaba en serio —dijo Mike, mirándola fijamente.

—Yo tampoco —susurró, acercándose a él y besándolo.

*****

*O*

Continuará...

No seas tonto, Mike!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora