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De regreso de la universidad, Mike tomó la carretera y condujo hasta la tienda de la madre de Dakota. Había tratado de mantenerse al margen, quería darle espacio. Estaba tratando de aceptar el hecho de que se había ido por él.

Le dolía saber que él había sido el culpable de que ella estuviera alejada de todos. Su hermano la extrañaba a morir, solo que la amaba lo suficiente para no hacerla regresar, pero no pasaba un día en el que no hablara de ella, y él se conformaba con solo escuchar, sin poder decir que él era el responsable de su partida.

Había discutido con Anabela, ella y sus padres estaban planeando la boda, todos estaban sugiriendo ideas, y eso lo estaba asfixiando. Así que trataba de mantenerse alejado de todos, no quería que le hablaran del maldito tema, estaba harto, tenía cosas más importantes que hacer.

Maldijo. ¿A quien engañaba? La echaba demasiado de menos, la quería de vuelta, necesitaba tenerla cerca, pero no sabía cómo hacerlo. ¿Qué le iba a ofrecer? Él estaba a punto de casarse, de repente todo se había complicado.

Aparcó la camioneta y respiró hondo. No sabía lo que iba a decirle, solo tenía que verla y hablarle, de alguna forma arreglar lo que había hecho. Entró en la tienda, y esperó encontrar a alguien conocido, pero solo vio al estúpido chico con el que Dakota había estado cuando fue a visitarla una vez en casa de su madre.

—Hola —dijo fingiendo una sonrisa—. Estaba cerca y decidí pasarme para saludar a Dana y a Dakota.

Andrés frunció el ceño. —Te conozco, eres Michelle...

—Mike —corrigió—. Soy Mike.

Andrés asintió. —Cierto. Ellas no están, Mike. De hecho estarán fuera todo el día, ¿Quieres dejarle algún mensaje?

Él abrió la boca, pero luego negó. —Solo... Solo... diles que estuve aquí. Solo eso.

—está bien, Mike.

—Gracias —dijo saliendo de la tienda, decepcionado.

Dakota llegó a las seis de la tarde a la tienda, junto con su madre. La verdad es que el trabajo le había tomado solo dos horas, pero su madre había querido ir de compras, sospechaba que lo había planeado desde el principio, para que se relajara. Adoraba su madre.

¿Cómo pudo haber pensado que ella era una mala persona?

—¡Andrés! —Exclamó asustándolo, él saltó y recogió los vasos del piso.

—Joder, Dakota.

Ella se inclinó por el mostrador y le dio un beso en los labios. —¿Alguna novedad, guapo? —preguntó mirándolo a los ojos—. ¿Alguien interesante vino hoy?

Andrés negó. —Nadie ha venido.

***

Cuando el mes de diciembre llegó, estuvo a tope en el trabajo. La cantidad de cosas que tenía que hacer era exagerada. Todos querían pastel, todos hacían fiesta. Incluso su madre tuvo que contratar personal extra por ese mes. Era una locura.

Habían decorado el local con ambiente navideño, incluso regalaban un caramelo rojo por cada compra, pero lo que le costó realmente trabajo fue armar los tres árboles navideños gigantes que su madre se había empeñado en comprar para decorar las tres entradas del local. En verdad había quedado precioso, pero le había tomado tres días quitarse la purpurina del cuerpo.

—Hablé con tu hermano, y vendrá esta noche.

Dakota asintió, era noche buena, y se suponía que las cosas en la tienda debían estar más calmadas, pero fue todo lo contrario, había al menos treinta pedidos.

—Mamá, me encargaré de la tienda hoy, tú quédate aquí haciendo la cena navideña ¿Bien?

Dana aceptó, bebiendo lo que quedaba de café. —Es un alivio tenerte aquí, corazón, en verdad.

***

En eso de las ocho de la noche, y cuando todo en la tienda quedo resuelto, decidió ir a casa, pero antes se retocó el maquillaje. No le daba tiempo ducharse, así que por eso había ido arreglada a la tienda. Miró su reloj, en teoría era tarde, pero todos sabían que ella nunca había sido puntual.

Se encogió de hombros. De hecho, las pocas veces que había llegado a tiempo a un lugar, las personas se habían sorprendido. No entendía cómo llegaba tarde a todos lados. Era como un don, y sinceramente no podía controlarlo.

Este año la cena familiar sería diferente, es decir, los años anteriores la había pasado sola con su hermano, pero esta vez estaría su hermano, su madre, Andrés y sus tíos. Hacía años que no cenaba con su padre, así que aunque al final le dolía, la verdad era que no contaba con su presencia. Y eso estaba bien.

Entró a casa y sonrió al ver a su madre junto con la tía de Andrés, poner la mesa, Andrés estaba comiéndose las uvas, y el tío de Andrés buscaba algo de música para todos. Su mare había preparado un pastel con cara de papa Noel, el cual estaba en la mitad de la mesa.

La puerta se abrió y no pudo evitar sentir alegría al ver a su hermano, llevaba varios sixpacks de cervezas. Las dejó en la mesa y la abrasó con fuerza. —Te extrañé —dijo él, revolviendo su pelo.

Ella golpeó su pecho. —Yo igual —dijo sonriendo, pero su alegría se desvaneció al ver a Mike entrar a casa con una caja de vinos.

¿Qué diablos hacía él ahí? 

****

SE PRENDIÓ ESTA MIERDA. 

Continuará...

No seas tonto, Mike!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora