57.

128 18 4
                                    


Un mes después...

—Dakota, ¿Actualizaste la lista de pedidos? Creo que olvidaste quitar un nombre, oh, espera. ¿Ya entregaron el pastel de boda de Clarisa? Esto de irme por una semana me ha descolocado totalmente —Dana hizo una pausa—. ¿Dakota? ¿Me estás escuchando?

I'm a survivor, I'm not gon' give up, I'm not gon' stop, I'm gon' work harder
I'm a survivor, I'm gonna make it, I will survive, Keep on survivin'

—¿Estás escuchando lo que digo?

—Lo siento, aun no abrimos —dijo Dakota, limpiando parte de la estantería, sin girar—. Regrese en... —miró su reloj—. Oh, mierda, ya estamos abiertos —dijo girándose y quitándose los audífonos.

Dana abrió los brazos y sonrió. —Oh, wao, gracias por la información.

Dakota saltó por el mostrador y llegó hasta su madre. —Estás aquí —dijo poniéndole una mano en el hombro, pero su madre la estrechó en sus brazos y besó su cabeza.

—Yo también te eché de menos.

—Solo fue una semana —dijo Dakota separándose de sus brazos—. ¿Cómo te fue en el taller? ¿Algo interesante?

Su madre cabeceó. —Me gustó más ver a los rusos que las técnicas de postre.

Dakota no evitó soltar una carcajada, después rodó los ojos y volvió al trabajo. —¿Todo bien por aquí? —Preguntó Dana.

—Perfecto —respondió preparando dos malteadas de oreo.

—¿Y Andrés? —Preguntó Dana, jugueteando con el dobladillo de su vestido.

—En la universidad —respondió pasándole una malteada.

Su madre sonrió. —No me refiero a eso.

Dakota se encogió de hombros. —No somos novios, somos como algo así.

—Como algo así —repitió Dana, sonriendo y alejándose.

Dakota respiró hondo. Andrés había entrado a la facultad de diseño de la universidad estatal, pasaba mucho tiempo fuera de casa, además trabajaba medio tiempo en una tienda de motos.

Ella, por su parte, estaba ocupada, ayudando a su madre en la tienda de pasteles. Le gustaba hacerlo, y además ganaba dinero. Ya que no hacía nada más, le dedicaba la jornada completa al trabajo. Eso le había servido para desconectarse de todo y tratar de empezar de nuevo.

Estando con su madre podía fingir que era una nueva chica, una chica cualquiera, que había llegado de otro mundo sin recuerdos, el único problema era que los recuerdos no se iban, y por más que los trataba de reprimir volvían, principalmente en las noches, cuando miraba hacia la nada, desde la ventana de su habitación, también se metían en su cabeza cuando estaba acostada al lado de Andrés.

Tocó el dije de castor de su cadena y maldijo, alejando su mano. —No seas estúpida —susurró para sí misma, mientras acomodaba un ramo de flores rosas en un jarrón.

Al principio, cuando había llegado, le tuvo que dejar las cosas claras a Andrés, ellos se acostaban, pero tenían pase libre para estar con otras personas, no lo decía por ella, lo hacía por él. No quería que estuviera deseando tener una relación formal, cuando ella no quería. No quería romperle el corazón.

Hablaba como si se fuera a ir en cualquier momento, y aunque no tenía intención de irse lejos de su madre, también sabía que no estaría ahí para siempre. Así que seguían intentando solo ser amigos que tenían sexo, aunque parecieran más bien novios.

La relación con su madre había mejorado mucho. Dakota le había pedido perdón, después de haber hablado con su padre, el día de su cumpleaños, entendió que ya de nada servía recriminarle a su madre lo que había hecho hacía ya tantos años.

Lo que importaba era el ahora, y así vivía. Solo en el presente, sin futuro, y tratando de no pensar en el pasado.

Fue otro día agitado. Por alguna extraña razón al ser final de año las personas se volvían locas y empezaban a casarse, era apenas noviembre y ya la tienda había hecho seis pasteles de boda.

Cuando cerró la tienda, se fue a casa, su madre la estaba esperando, sentada en la mesa, con la cena servida. Dakota se sentó frente a ella y comieron en silencio. A su alrededor se respiraba paz, talvez demasiada paz para su gusto.

Se levantó y empezó a lavar los platos. —Estuve hablando con tu hermano, te echa de menos.

Dakota asintió. Ella también lo extrañaba, de hecho, lo echaba demasiado de menos, su forma de ser tan protectora, tan alegre. Él revolucionaba todo a su alrededor, ahora no tenía a ningún cómplice, aunque tampoco necesitaba uno, ya que en casa de su madre no pasaba absolutamente nada.

—Yo también lo echo de menos, él puede venir cuando quiera, aquí estaré.

—Pareciera que no quisieras volver a casa.

Ella se secó las manos y se giró, para observarla. —¿Por qué dices eso?

Dana se encogió de hombros. —Tan solo recogiste tus cosas y te fuiste, ha pasado un mes y no has regresado, me resulta un poco extraño. Pareciera como si estuvieras corriendo de algo.

Y Dakota contuvo la respiración, porque su madre estaba cerca de descubrir la verdadera razón por la que se había ido de casa. 

¨¨

Lentamente sospecho que sabrán que se fue de casa por Mike...

Continuará...

No seas tonto, Mike!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora