30.

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No vio a Mike en toda la semana, no fue ni siquiera una vez a la casa, escuchaba que Gustavo hablaba con él por teléfono, pero se juntaban en algún lugar lejos de ella.

Respiró hondo, su enojo y vergüenza habían sido sustituidos por la tristeza y la culpa. Su padre estuvo casi toda la semana con ella, así que solo se mantuvo en su habitación, y vio una que otra película junto a su padre.

El sábado en la noche, Gustavo planeó una cena en casa para celebrar que su padre volvía al trabajo. A veces creía que su hermano exageraba, pero al menos preparar los bocadillos la distraería un poco.

Vio a Gustavo entrar al menos treinta latas de cerveza en el refrigerador. Típico. —¿Todo bien? —preguntó despeinándola.

Ella asintió, sin alzar la vista. Gustavo la abrasó por la espalda. —¿segura? Pareces algo triste, es la influencia de Leo, ¡Al menos ya se fue! —exclamo alzando la mano para que ella la chocara, pero no lo hizo.

—No es gracioso —dijo alejándose de él.

Gustavo respiró hondo. —¿Por qué no?

—Es papá —respondió mirándolo fijamente—. Nuestro padre.

—Dakota, es una broma, una maldita broma, por supuesto que es nuestro padre, es un mal con el que tendremos que vivir siempre.

Ella frunció el ceño y solo se giró para seguir cortando jamón, a veces odiaba la forma en la que su hermano se refería a su padre, es decir, sí, sabía que la relación era difícil, pero de esa forma no iban a arreglar las cosas, se decían que se odiaban, y siempre supo que en el fondo, talvez lo decían solo por herirse, pero no había pensado que a lo mejor, talvez, en el fondo, realmente se odiaban, y era una pena, porque eso le hacía ver que nunca serían familia.

Cuando la noche llegó, vio entrar a mateo y Richard, los chicos con los que trabajaba su hermano, aparte, había dos chicos más que no conocía, pero su corazón dio un vuelco al ver a Mike entrar en la sala con la gorra hacia atrás y esa sonrisa tan hermosa que la hacía querer besarlo.

Él chocó la mano con todos, nunca borró su sonrisa, ni siquiera cuando la miró, pero ella no pudo devolverla, estaba tan absorta, y avergonzada consigo misma, que solo se limitó a estar con ellos, pero no ser parte del grupo.

Era la única chica en la mesa, así que el noventa por ciento de los temas eran incomodos, siendo honesta, ni siquiera se esforzó en participar, solo al final de la velada, Richard, se le acercó para hablarle sobre música. Todos los demás estaban tomando cerveza, sentados en el sofá.

—...Y por supuesto, fue el mejor festival de música electrónica en el que alguna vez he estado.

Ella sonrió. —Nunca he ido a uno.

Richard fingió estar dolido. —Te llevaré alguna vez.

—Hecho —aceptó estrechando su mano con la de él.

Richard era un chico dulce, siempre la ayudaba cuando Gustavo no podía, era comprensivo, y paciente. Daba la perfecta imagen de niño bueno, y le quedaba bien.

—¿Quieres ir a otro lado? —preguntó, lentamente—. Si quieres, claro —agregó rápidamente.

En ese momento vio a Gustavo caminar hasta ellos. —Sabes que tiene 18 ¿No? —preguntó, mirando a Richard.

Dakota rodó los ojos. —No le hagas caso, él siempre bromea de esa forma.

Gustavo terminó de beber la cerveza y negó. —Hablo en serio, Richard. Ella solo tiene dieciocho.

—Gustavo, Richard es... Richard.

Su hermano lo miró y rodó los ojos. —Tienes razón, Richard es el tipo más bueno que he conocido. Así que ¿a dónde van?

Dakota pensaba hacer una broma, pero en ese momento Mike se acercó a ellos. —Iremos al bar del tío de Tonny.

—Ven con nosotros —le propuso Richard, mirándola esperanzado.

Ella negó. —Estoy algo cansada, me quedaré aquí, disfruten, chicos —dijo en voz alta, despidiéndose de todos.

Escuchó como todos se marchaban, sintió a alguien detrás de ella, y estaba lista para explicarle a su hermano, que estaba bien, solo cansada. Además, no era la única persona en el mundo que elegía quedarse en casa, antes que ir a una fiesta. No era el fin del mundo.

Se giró, pero no era Gustavo el que estaba tan cerca de su cuerpo que la excito, sino Mike. Él se inclinó y la besó. —¿Quieres que me quede? No estoy interesado en ir a un bar.

—Lo siento, por todo, fue muy inmaduro de mi parte... solo...

Él la interrumpió, besándola nuevamente. —No estés desanimada, odio cuando no me gastas bromas. Estuve ocupado toda la semana, te extrañé, preciosa.

Él sí que sabía cómo derretirla, en unos segundos la había hecho olvidar su enojo, y solo tenía ganas de pasar la noche con él. Le dedicó una pequeña sonrisa. —Yo también te extrañé —dijo mirándolo fijamente—. Ve con ellos, estaré bien.

Se alejó de él y subió las escaleras de su habitación. Ambos tomaron direcciones contrarias para que nadie los descubriera, nadie sospechaba nada, excepto que esta vez Richard estuvo mirando toda la escena.

Ups.

*****

:O 

Continuará...

No seas tonto, Mike!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora