37.

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En verdad, no podía creer lo bien que se sentía estar con Mike, es decir, podía decir que eran solo unos chicos jugando, y pasándola bien un rato, pero era más que eso, mucho más que eso. Con él sentía esa sensación de paz. Pura paz.

Mike nunca soltó su mano, y luego de que estuvieron en su habitación, ambos acurrucados bajo las sabanas, pensó que talvez alguien los pudo haber visto, pero estaba tan absorta que no se había dado cuenta. Era sábado por la noche, así que era muy poco probable que su hermano estuviera en casa, y considerando que su padre talvez no regresaría en un largo tiempo, Mike y ella estaban completamente solos.

Era una buena forma de pasar el fin de semana. El móvil de Mike sonó varias veces, quiso no prestarle atención, pero después de la quinta vez, estaba a punto de tomar la llamada o tirar lejos el maldito teléfono. —No iré a casa esta noche, ¿Será que podrías echarle un ojo a mi hermana? —escuchó que preguntó Gustavo del otro lado de la línea—. Ha quedado un poco deprimida, y Leo solía estar con ella estos días, solo ve como está, y después ve a donde sea que vayas un sábado en la noche.

—Entendido —respondió, entrelazando su mano con la de Dakota.

Ella respiró hondo y colocó su barbilla en su pecho. —Mike... —susurró lentamente—. ¿Qué haremos cuando Gustavo se entere? —preguntó trepando en su cuerpo y dándole un beso en los labios.

Él acarició su cabello. —Espero que no lo haga, porque no quiero estar sin ti —confesó, y se quedó unos segundos mirándola fijamente. Y por un momento, ella no supo que pensar, la estaba mirando de una forma bastante extraña, de hecho, nunca la había visto de esa forma. —¿Qué? —Preguntó sonriendo—. ¿qué te pasa?

Él sonrió. —Si pudieras pedirme algo... —empezó a decir—. Pídeme lo que quieras, el regalo que quieras.

Ella frunció el ceño sin entenderlo. —¿De que hablas?

Pero él no respondió, la tomó por la nuca y la besó de la forma más tierna que pudo existir, después la apartó y acarició lentamente sus labios. —Me muero de ganas de presumirte en público, no como la hermana de mi mejor amigo, sino como mi chica, quiero que todos sepan que eres mía, solo mía —dijo atrayéndola nuevamente a sus labios y dándole pequeños besos—. ¿Cuándo le diremos a los demás que estamos juntos?

Ella sintió que su corazón se detenía completamente, y no de buena forma, se bajó de sus brazos rápidamente, haciendo que él se sentara en la cama, era como si el hechizo se hubiera roto. —¿Qué? —Preguntó bruscamente—. ¿Qué diablos estas diciendo? —preguntó parándose de la cama—. ¿Has perdido la cabeza?

Él la miró, y ella sintió algo extraño al ver la tristeza en esos bellos ojos. —A veces quiero que me abrases y que me beses delante de los demás —Él se paró y caminó hasta ella—. A veces me muero de ganas de tocarte...

Ella lo empujó. —Entonces ve y consigue una maldita novia, nosotros solo estamos follando ¿Recuerdas?

Mike la miró enfurecido. —Solo eso soy para ti ¿No? Solo otro más al que follar, ¿verdad?

Él la tomó bruscamente por los codos, y la empujó a la cama. —Entonces estas son las reglas ¿No? —preguntó bajándose los pantalones—. Es lo único que quieres —dijo mientras movía hacia un lado su ropa interior, y la penetraba de golpe.

Dakota apretó las sábanas con fuerza, gimió cuando lo sintió en su interior, él tocaba su cuerpo, y lejos de sentirse usada, sentía que no podía alejarse de él.

Era como si él estuviera en su maldito torrente sanguíneo, dominando todos sus sentidos. Este era un sexo diferente, era puro instinto animal, dos personas conectadas para saciar su deseo. Era como si pudiera meterse en su cabeza y hacerla explotar.

Y de hecho, explotó.

Gritó su nombre varias veces, y cayó en un estado de liberación totalmente diferente. Después de unos segundos, cuando todo volvió a la normalidad, y las palabras de Mike, llegaron a su cabeza, tragó forzado.

Tenía miedo de enfrentarlo, pero no pudo evitarlo, miró hacia atrás y su corazón se rompió en muchos pedazos al ver sus ojos llorosos. —Te odio tanto, Dakota —dijo lentamente, saliendo de ella y arreglándose la ropa.

Ella lo vio irse, sintiendo que algo en su interior se agitaba. Sus ojos se aguaron, dándose cuenta de que algo entre ellos se había roto, talvez su extraña relación. Y le dolía bastante. —Yo también te odio, Mike —susurró a la nada. 

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D,:

Continuará..

No seas tonto, Mike!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora