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No podía hacerlo más, ya no. Quería pensar que todo era algo pasajero, pero le dolía demasiado. Se sentía bastante mal hasta para fingir que no significaba nada.

Escuchó pasos detrás de ella, y gimió de frustración. —Deja de seguirme —dijo girándose bruscamente—. ¡Déjame en paz!

Él abrió la boca y la cerró varias veces. Respiró hondo. —No puedes irte.

—¿por qué? —Preguntó, deseando que le dijera que quería estar con ella.

—Si te vas ahora, tu hermano se dará cuenta de lo que está pasando entre nosotros.

Su corazón en partió en más pedazos, y ni siquiera lo había considerado posible. A él no le importaba ella en lo más mínimo, solo no quería arruinar la amistad con su hermano. Era increíble.

Asintió, incapaz de hacer otra cosa, porque si le quedaba algo de dignidad, tendría que aceptar lo que estaba pasando. Que él la viera llorar ya era bastante vergonzoso.

Y para ahogarse más en la vergüenza, vio a Richard caminar hasta ellos. Maldición. —¿Qué pasa, chicos? —Preguntó con el ceño fruncido—. ¿Mike te ha hecho algo? —preguntó mirándola fijamente.

Ella secó sus lágrimas, se debía de ver patética. Fingió una sonrisa, e improvisó. —He querido ir a otra discoteca, pero Mike, como siempre, me ha hecho pasar un mal rato, diciéndome que era una mocosa para ir sola por ahí.

Mike asintió, siguiéndole el juego. —Lo siento, la situación se me ha salido de las manos.

Ella alzó las cejas. —No me digas —dijo mirándolo con rabia.

—Si no regresas ahora tu hermano se enojará, lo sabes —Dijo, y verlo fingir estar preocupado por ella, la hizo sentirse horrible, la facilidad con la que podía poner es mirada de oso protector la abrumaba, y la hacía pensar, si todo fue un plan desde el principio, solo para tener sexo con ella.

Ella asintió, cruzada de brazos. —Tienes razón —dijo sin mirarlo, pasándole por el lado y entrando nuevamente a la discoteca.

Gustavo al verlos entrar, preguntó si todo estaba bien, ella asintió, acurrucándose en sus brazos. Su hermano la abrazó y besó su pelo. Él no sabía nada, pero aun así, sentía su apoyo, sus brazos la reconfortaban.

Tan solo ver la felicidad en todos, la enfermaba. Se pasó las demás horas tomando mojitos y bailando. Tan solo quería que la noche acabara. Quería llegar a casa, quitarse la ropa, respirar hondo y meterse a la cama. Recuperar la energía, y empezar de cero nuevamente. Sin Mike.

Los chicos se habían enfrascado en una conversación sobre futbol, así que ella se dedicó a bailar sola. Era divertido y relajante, como si estuviera metida en sus pensamientos, y al mismo tiempo, alejada de ellos.

Un chico extendió su mano, invitándola a bailar, y no se negó. Necesitaba el respiro que bailar le daba. Ni siquiera preguntó su nombre, francamente, eso no interesaba. Solo quería divertirse.

El problema ocurrió, cuando el chico no entendió que ya no quería bailar. Volvió a extender su mano hacia ella, pero se negó, sonriendo, y bailando sola, pero después de unos segundos, sintió que alguien la tomaba por la espalda, y la había girar, esperó encontrar a alguno de los amigos de su hermano, sin embargo, se trataba del mismo chico que había rechazado.

Frunció el ceño, y trató de liberarse, pero el chico la tenía sujeta. —¡Aléjate! —Exclamó como pudo, dado que estaba tan borracha que apenas podía mantenerse de pie.

Vio a Gustavo, acercarse junto a Mike. El chico que la tenía sujeta, la liberó, obviamente no contaba con que ella estuviera acompañada. El chico pidió disculpas y se alejó. —Nos vamos a casa, no estás bien.

—¡Por supuesto que lo estoy! —Gritó, tratando de quedarse firme, pero tambaleó hacia atrás. Logró quedarse derecha, y después de unos segundos, sintió una mano en su hombro.

—Ella está bien, Gus —dijo Anabela, tomándola de la mano—. Iremos al baño, y volverá como nueva.

Dakota se soltó rápidamente de su agarre. —¿Gus? ¿Le has llamado a mi hermano Gus?

Anabela parpadeó rápidamente. —Él mismo me ha pedido que le dijera así.

Incluso hasta a su hermano se había ganado. —Genial —masculló, alejándose de ella, en dirección al baño.

Anabela se recostó de la puerta, mientras la miraba, Dakota dejó de mirarse en el espejo. —¿Por qué me miras así?

—¿Por qué no te caigo bien? —preguntó Anabela, directamente.

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:O OH OH

Continuará...

No seas tonto, Mike!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora