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Cuando el mes de octubre llegó, deseó que los días pasaran rápido. El 8 era su cumpleaños, y tener 19 años no era el problema, el problema era que su hermano estaba planeándole una fiesta, la cual iba a ser sorpresa, pero era tan malo organizando fiestas que se había dado cuenta de lo que hacía desde el primer momento, pero como sabía que él se estaba esforzando, se hacía la tonta.

Pero sinceramente no le salía. —si hipotéticamente te comprara un reloj para tu cumpleaños, ¿te gustaría que fuera rosa? —Gustavo hizo una pausa—. Hipotéticamente, porque ese no será el regalo.

Dakota rodó los ojos mentalmente. No puedes estar hablando en serio. —Rosa está bien, hipotéticamente hablando, claro.

Gustavo asintió enérgicamente, parecía satisfecho. Ella respiró hondo. ¿por qué no solo le decía lo obvio? No tenía que ser una fiesta sorpresa, de hecho, ya no lo era.

—Gustavo... ya sé que... —estuvo a punto de decirle que dejara de actuar, pero vio su cara, realmente se estaba divirtiendo haciéndole la fiesta, negó lentamente y sonrió a su pesar, caminó hasta él y lo abrasó—. Veo que estás pensando en mi regalo, ¡Estoy ansiosa por saber lo que me comprarás!

Sus ojos brillaron de alegría. —Te gustará, lo prometo—dijo yéndose, pero después retrocedió—. ¿Podrías ponerte hermosa este viernes? Te llevaré a cenar.

Dakota asintió sonriendo. —Hecho.

Y lo obedeció. Tenía un vestido negro, el cual había comprado hace mucho tiempo, dejó su pelo negro suelto, usó tacones y se maquilló. Tardó más tiempo del habitual arreglándose, no sabía en donde sería su fiesta sorpresa, pero quería estar bien arreglada.

Recibió un texto de su hermano de que la estaba esperando fuera. Ya había anochecido, bajó las escaleras y encendió la luz de la sala, cuando todos gritaron. ¡Sorpresa!

Y maldita sea, sí se sorprendió. Estaban los amigos de su hermano, y algunos chicos de su escuela, la mayoría eran hombres, excepto por tres chicas, incluyendo a Anabela.

Había alrededor de veinte personas, era una reunión pequeña, ya que casi no tenía amigos, de hecho, la mayoría de los invitados eran amigos de Gustavo.

Miró su pastel y gritó de alegría. Era hermoso. De color rosa y de tres niveles, tenía al menos diez muñecas en miniatura de ella. Iban en ascenso, la primera era una bebé, hasta la última, la cual llevaba lentes de sol y se tomaba una selfi. —Es el regalo de mamá —dijo Gustavo abrasándola—. ¿Te gusta?

Ella asintió con los ojos llenos de lágrimas, aunque el pastel era perfecto, se sentía un poco mal en el fondo porque sus padres no estaban con ella. Cada uno había hecho su vida y no sacaban ni siquiera una hora en su maldita agenda para verla en su cumpleaños.

—¿Por qué lloras? —preguntó Gustavo preocupado.

Ella negó, sonriendo. —Lloro de felicidad —dijo secando sus lágrimas—. El pastel es perfecto.

Gustavo apretó su agarre en su hombro. —Siento no haber podido lograr que mamá o papá estuviera aquí.

Su labio inferior tembló, él la conocía demasiado bien. —No es tu culpa.

La canción classic de MKTO empezó a sonar, y eso hizo que todos empezaran a bailar, incluyéndola, secó sus lágrimas, empezó a moverse y se encogió de hombros. —Ya tengo 19 —dijo sonriendo.

—Esa es la actitud —dijo su hermano, haciéndola girar.

Después de una hora, respiró hondo, mirando a todos divertirse desde la cocina. Tenía una cerveza en la mano, miró hacia el piso, tenía cosas buenas en su vida, no podía dejar que las malas empañaran su felicidad.

Empezó a caminar para la sala, cuando vio a Mike llegar hasta ella, retrocedió un poco, su corazón se aceleró, no había hablado con él desde esa pelea que tuvieron en su habitación.

Llevaba una camiseta verde oliva que enmarcaba sus brazos musculados, su pelo negro estaba perfectamente peinado, él le sonrió y sacó algo de su bolsillo. —Este es tu regalo —dijo entregándole una caja.

Ella miró detrás de él a Anabela, la chica lucía tan triste mientras los veía conversar, la entendía, ella sentía lo mismo cuando ellos estaban juntos. Y en ese justo momento entendió que no podía seguir en medio de ellos.

Ni Anabela era completamente feliz, ni ella. Así que lo mejor era alejarse, al menos una de ellas sería feliz. Era lo justo.

Mike tenía una sonrisa radiante, puso esa mirada tierna que la derretía. Ella no pudo apartar la vista de sus ojos. Estaba guardando en su cerebro ese momento tan lindo, quería quedarse con esa sonrisa y esa mirada. Él abrió la caja y ella vio la cadena de plata, no pudo evitar sonreír al ver que el dije era un castor.

—Es un castor ¿Entiendes? —dijo él sonriendo.

Dakota tragó forzado, sintiendo que las lágrimas se apilaban en sus ojos, negó lentamente, alzó la vista y vio que su sonrisa se borró. —Dakota... Por favor... Pídeme lo que quieras.

Ella puso una mano en su brazo y sonrió. —Ve con Anabela, Mike. Es tu novia, no deberías estar haciéndole esto, no lo merece.

—Pero tú... Debes saber lo que significas para mí, lo que en verdad significas... yo...

Ella negó. —Yo estaré bien, ahora haz lo que tienes que hacer y no seas un tonto —dijo golpeando suavemente su brazo.

Él se quedó parado en el mismo lugar, Dakota le sonrió, pero él no lo hizo. De hecho, su mirada se tornó sombría. Maldijo. —Me gusta ser un tonto... Me gusta ser tu tonto —dijo depositando la cadena en su mano y alejándose. 

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:C ¿será este el final de su relación? 

Continuará...

No seas tonto, Mike!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora