Capitulo 16: ¿Debería despertar?

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La nieve sobre mis patas se sentía realmente fría, tanto que por un momento creí que me congelaría y dejaría de correr, eso era algo que no podía permitirme, no ahora. Había esperado tanto tiempo para huir de aquella casa que ahora que la oportunidad se había presentado no podía detenerme.

Los sepulcrales sonidos del bosque se entremezclaban con los aullidos lastimeros y de dolor de mi secuestrador, por instinto de supervivencia acelere el ritmo y corrí como nunca antes. Era un hecho, Davor Serkín se había dado cuenta que su mate yacía muerta e inerte sobre el áspero y sucio piso del sótano de aquella mansión que fue una vez mi eterna prisión.

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Hacía ya más de dos semanas que me encontraba en una especie de inanición, mi cuerpo se encontraba realmente entumecido por permanecer inmóvil durante mucho tiempo, la cama del hospital se había convertido en algo así como mi propia prisión o más bien mi salvación, ya que encerrada entre estas cuatro paredes sentía que no había nada más; ni pasado, ni futuro, ni si quiera el mísero presente que aguardaba por mí en el exterior.

Simplemente mis ojos se negaban a abrirse, me limite a escuchar mi alrededor, de vez en cuando el doctor venia y revisaba mis signos vitales, estaba recuperándome favorablemente, el dolor físico comenzó a desaparecer con el transcurrir de los días, pronto me darían el alta y regresaría a "casa". Pensar en esa palabra "casa" me causaba el sentir una mezcla perversa entre ironía y tristeza.

Las mañanas eras tan tranquilas, permanecía la mayor parte del tiempo dormida, aunque mi sentido del olfato y oído eran agudos y que podía percibir casi en su totalidad lo que ocurría por todo el hospital, simplemente me limitaba a ignorarlo todo. Creo que nunca antes había disfrutado tanto de la sensación de "dormir", era como una muerte momentánea, no solo mis ojos se cerraban sino al mismo tiempo lo hacían mi corazón y mente, aunque sabía perfectamente que aquella paz era solo provisional y que en algún punto debía de terminar.

Evan, James y Ro se turnaban para cuidar de mí por las mañanas y tardes. Solían entrar con delicadeza a la habitación como temiendo perturbar mis sueños, "Hola mi luna" saludaban cortésmente para colocarse al lado del ventanal o simplemente sentarse en el sofá al lado de la cama. Y así pasaban horas sin decir nada más, hasta que llegaba el relevo y se retiraban.

Las noches eran exclusivas de Damian, siempre llegaba cuando el sol se ocultaba y no había nada más que oscuridad dentro de la habitación, no mencionaba palabra alguna, se limitaba a escabullirse dentro hasta la cabecera de la cama, con su áspera y enorme mano acariciaba con delicadeza mi frente retirando los mechones de cabello que se deslizaban por mi rostro, para después sentir el roce de sus labios sobre mi mejilla.

En todas aquellas ocasiones nunca me atreví a abrir los ojos, se negaban a hacerlo, sin embargo, esos pequeños gestos me robaban la tranquilidad, entre el silencio sepulcral era capaz de escuchar aumentar los latidos de mi corazón, que se unían al compás del corazón de Damian; aunque podía adivinar que no todo era regocijo y felicidad para él, ya que aunque no pudiera verlo, se sentía como su cuerpo se tensaba, una mezcla entre furia, arrepentimiento y tristeza. Y no era para menos, ya que yo me sentía igual.

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– Eso es genial – grito con evidente emoción James mientras se acercaba a mí – El doctor ha dicho que puedes volver a casa – dijo dedicándome una sonrisa – Eso es genial ¿No crees? – concluyo ya no tan animado al no obtener ninguna reacción de mi parte.

– Hay que tomarlo con calma – continuo Evan – No hay que apresurar demasiado las cosas – dijo mientras se acercó hasta mi con la intensión de darme una palmadita en la espalda, simplemente me encogí de hombros ante la idea – ¿Puedes caminar tu sola? – pregunto mientras se detenía de golpe.

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