prólogo

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El ave surcaba el cielo durante el atardecer, estiraba y batía sus alas con fuerza, sentía el viento fresco en su cuerpo, y lo relajaba, el aire era mucho más frío que su tierra natal. Vio una obra a penas en el comienzo  de su construcción y descendió hasta apoyarse en una viga de metal.

Miraba a su alrededor a los humanos estúpidos que no podían apreciar al belleza de un halcón dorado, el cual los observaba fijamente, pero una persona si lo vio y sus ojos eran hermosos. La chica de jeans y un suéter  de hilo que dejaba ver su figura delgada y a su vez sus curvas que resaltaban aun más ahí,  rodeada de arquitectos y empresarios, su cabello castaño y su sonrisa relajada, ella tenía el control de todos esos hombres, el Halcón supo que ella era la dueña de la construcción, sus ojos decididos, cálidos y fuertes, pero lo que más amaba era el sonido  que hacía la brisa al pasar junto a ella, sentía como el viento que siempre le había pertenecido, bailará a su alerrededor, ella debía ser la mujer que había buscado tanto en su vida anterior.

-señorita June, ya esta todo listo, es un placer que nos supervise- dijo el arquitecto  frente a ella mientras el resto de las personas se alejaban.

-te encargo todo en mi ausencia, han sido un par de semanas agitadas, me daré unas vacaciones, mi correo estará abierto para cualquiera de tus consultas- respondió June

-¿algún destino en especial?-

-pues aun no lo hemos decidido, a decir verdad es algo un tanto dificil- dijo June y el Halcón lo supo, la deseaba y haría hasta lo último que estuviera a su alcance para tenerla, debia devolver la gloria a su pueblo y a su linaje real, para eso utilizaría todas sus artimañas,  sabia que no era el único que había posado sus ojos en Roma, protegería a la muchacha y haría que los demás llamarán su atención y los llevarán a su destino final.

Tártaro II, La maldición del arquero (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora