Él seguía disculpándose desde detrás de la puerta, mientras yo seguía procesando la situación. No me creía que esto hubiera pasado, asique... bueno, espera, mejor vamos por partes. Primero, llamé a Mariam pero vino este hombre y no tengo ni idea de por qué. Segundo, estoy en ropa interior. Tercero, el tal Guillermo me vio en ropa interior. Cuarto, él está en el pasillo pidiendo disculpas una y otra vez. Quinto, yo sigo aquí parada sin hacer o decir nada. Sexto, me acabo de acordar que este hombre vino porque a partir de ahora cuidará de mi. Séptimo, ahora que me di cuenta de que esto había sucedido de verdad, ¿qué hago?Mi cara empezó a arder e inconscientemente intenté tapar mi cuerpo con mis manos, pero obviamente ya era demasiado tarde. Intenté relajarme un poco para que mi cara dejara de estar roja y también para que mi voz no sonara temblorosa cuando posiblemente tuviera que hablar. Respiré hondo varias veces, hasta que escuché que volvieron a tocar a la puerta.
- ¿Princesa?- Dijo con voz insegura
- ¿Si?
- Lamento mucho lo ocurrido, no tenía esas intenciones, yo...- le interrumpí.
- Está todo bien Guillermo, no hace falta que te disculpes, pensaba que vendría Mariam pero se me olvidó que a partir de ahora serías tú el que cuidase de mi. Lo siento. - Dije intentando que mi voz no sonase temblorosa por culpa de mi nerviosismo y me sentí satisfecha al ver que fue así.
- No hace falta que se disculpe, alteza... ¿y qué se le ofrecía? ¿puedo hacer algo por usted?- Su voz poco a poco volvió a sonar más segura y pude notar que tenía una voz muy varonil sin llegar a tener una voz extremadamente grave.
- Ah, sí... desearía tomar un baño ¿puede ser?
- Claro que sí su alteza, dentro de unos minutos regresaré y le avisaré cuando el baño este listo.
- Muchas gracias, Guillermo.
Y dicho esto, escuché pasos alejándose de la puerta. Se había ido. Suspiré ya relajada. Por dios, que vergüenza había pasado, no sabía nada sobre este hombre, él no me conocía a mi y el primer día ya tuve una situación comprometedora.
¿Por qué me tienen que pasar estas cosas?
Me encaminé hacía mi vestidor y allí cogí una bata de color verde, me lo puse y volví a mi cama. Me tumbé y miré al techo. Desearía una família normal... una vida normal, es lo único que pido y lo que siempre pediré. Quisiera ser como esas chicas del pueblo, quisiera ser libre para poder hacer lo que deseara. Quisiera hacer mi propio camino, vivir aventuras y explorar lugares desconocidos, aprender otras culturas y conocer a gente nueva... pero cada vez que se me presentaba la oportunidad de poder hacer algo así, alguien o algo me lo impedía y me sentía impotente, ya que no podía hacer nada al respecto. ¿Y por qué no podía?
No sé cuánto rato pasé ahí tumbada en mi cama pensando, pero cuando me quise dar cuenta ya estaban golpeando mi puerta, otra vez.
- Alteza, el baño esta listo. - Y efectivamente era Guillermo.
Me levanté de la cama, me dirigí a las puertas y al llegar las abrí, encontrándome con el hombre con el que hace unos momentos atrás, tuve aquella incómoda situación. Nos miramos a los ojos y a ambos se nos empezaron a poner las mejillas rojas. La diferencia de altura hacía mucho y se notaba, ya que yo prácticamente miraba al techo y él al suelo. De tanto levantar la cabeza me empezaba a doler el cuello. ¿Cómo este hombre puede ser tan alto?
- Gracias Guillermo.- Dije tratando de sonreir de forma que no se notara mi incomodidad, a lo que a él por lo visto le tranquilizó, ya que todo su cuerpo se destensó.
- ¿Desea qué le acompañe?- Dijo tendiéndome una mano, la cual yo miré con el ceño fruncido.
¿Otro hombre qué se cree que no puedo caminar?
Volví a mirarlo a él y amplió su sonrisa, yo levanté una ceja cuestionando su gesto. Sí, lo admito, es un gesto muy amable de parte de él, pero no me gustaba y no sabía el por qué, simplemente no me gustaba, puedo caminar por mi misma, no estoy coja y no sé cuantas veces tendré que decirlo. Su sonrisa se fue borrando al ver que no aceptaba su amable gesto, asique me adelanté y caminé por el pasillo, estando casi al final del camino, me giré y le miré.
- Sería muy amable por tu parte que me acompañases. - Dije volviendo a sonreir. Él asintió confuso y casi corriendo llegó a mi lado. Empezamos a andar hacia el cuarto de baño.
- ¿He hecho algo que le disgustase?- Dijo curioso, yo le miré con las cejas levantadas y una sonrisa, como si fuera obvio. Su cara se horrorizó al recordar y yo solo reí por su reacción.
- Tranquilo, tranquilo. No es por eso, ya dije que no pasa nada Guillermo. Fue un accidente.- Su rostro se volvió a tranquilizar y yo solo amplíe mi sonrisa. Guillermo era muy expresivo y eso me hacía gracia. Me resultaba fácil saber lo que pensaba y no sabía por qué, pero me gustaba. Por lo menos no era de esas personas inexpresivas y que son muy difíciles de saber si algo les gusta, lo odian, o si les da asco o miedo. - Lo que pasa es que no me gusta mucho que alguien me ofrezca su brazo para yo agarrame y andar con él o con ella. Es una gesto muy amable y caballeroso por tu parte pero puedo caminar por mi misma.
Me miró con los ojos abiertos y después volvió a sonreir. Rió por lo bajo, por lo que me desconcertó un poco. Lo miré curiosa intentando saber que estaba pensando, pero él miraba al frente, por lo que no pude saber nada. Caminamos en silencio por los pasillos del castillo hasta llegar al cuarto de baño, allí nos situamos delante de la puerta uno en frente del otro.
- ¿Desea algo más, princesa?- Dijo situando sus manos detrás de su espalda y poniendose rígido.
- No, gracias... bueno, ahora que lo dices, ¿me podrías hacer un favor?
-Claro. Lo que usted desee.
- Ya que mis padres partieron a visitar al reino vecino, no tengo a nadie con quien cenar, ¿podría cenar con Mariam?- Dije cruzando los dedos.
- Lo lamento alteza, pero tengo ordenes explícitas de que no puede mantener el contacto con ningún sirviente.- Dijo serio, tanto que noté como su rostro se endureció. Yo suspiré resignada.
- ¿Y con Gastón?
- No.
- ¿Con Óscar?
-Tampoco
-¿Azucena? ¿Gloria? ¿Rafael?
- No.- Suspiré resignada, hasta que se ocurrió otra persona.
- ¿Y contigo?- Abrió la boca para contestar pero al segundo se calló y se quedó pensativo.- Mi padre dijo que no podía hablar con los sirvientes y dijo que con el único que podría hablar eres tú. No creo que te haya prohibido que cenes conmigo para hacerme compañía.- Él siguió pensando hasta que me miró y asintió.
- Si eso es lo que desea, asistiré.- Dijo sonriendo con ternura, a lo que yo sonreí emocionada.
Por fin cenaría con una persona de la que no sabía mucho y nos conoceríamos el uno al otro como personas iguales, no seríamos princesa y sirviente. No. Sino dos personas, manteniendo una conversación normal.
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Leyendas de la realeza I: El mito del rey || Editando ||
FantasyCuando el rey decide comprometerla por conveniencia, huye para poder vivir lejos de aquel extraño sitio al que una vez llamó hogar. Sin propósito ni meta más que no ser descubierta, emprende una búsqueda para encontrar aquella criatura que recurre...