Salimos de la casa y nos adentramos en el bosque. Óscar caminó llevándome en su espalda entre los árboles y arbustos teniendo cuidado de que ninguna ramita me diera en la cara o en el gemelo. Ahora había suficiente claridad para verlo todo. Los altos y frondosos árboles evitaban que los rayos de luz nos diesen directamente en la cabeza, arbustos y plantas de muchas clases emergian del suelo. Si mirabas con mucha atención conseguías ver algunas flores silvestres casi minúsculas que crecían muy cerca de los troncos de los árboles, al igual que algunos hongos que también logré ver. Todo era tan hermoso.
- Nunca me enseñaste este lugar Óscar.
- ¿Por qué, te gusta?- Preguntó.
- Me encanta.- Miraba a mi alrededor y oía cómo los pájaros cantaban una dulce melodía. Sonreí.
A los pocos minutos llegamos a la orilla de un río allí me sentó Óscar. Quitó la venda empapada de sangre, cogió de su bolsita un pañuelo y lo mojó en el rio. Cogió mi pierna con cuidado y antes de que el pañuelo mojado hiciera contacto, me miró.
- No te voy a mentir, va a doler un poco.- Asentí.- ¿Lista?
- Sí
Y empezó a curar mi herida. A veces no podía soportar gemir de dolor, era insoportable, escocía lo que no estaba escrito y sentía como pinchacitos cada vez que le caía agua. Aun así no me moví, mantuve la pierna quieta, pero mis puños se cerraron llevándose consigo un poco de tierra. Una vez ya limpiada la herida, la secó cuidadosamente y la volvió a vendar. Chorreones de sudor recorría mi frente.
- Me lo estas haciendo pasar fatal Lilianna...- Dijo Óscar mientras terminaba de vendar mi gemelo. Se sentó al lado mio mirando al suelo.
- ¿Por qué?- Pregunté curiosa.
- Estas pálida.- Dijo en un susurro. Yo sonreí.
- No te preocupes, eso seguramente es porque había mucha sangre.
- ¿Aguantarás todo el viaje?- Me preguntó de repente. Su expresión se volvió seria.
- Claro que si. Solo tienes que darme unos días para que mi herida se recupere y partirémos los dos juntos. Si aún quieres venir claro.- Me miró.
- Sabes que si tú vas, yo iré. No lo dudes.
- Gracias.- Y los dos callamos. Yo admiraba los alrededores mientras Óscar seguía con su mirada clavada en el suelo.- Entonces no hay problemas. ¿No?- Se quedo callado y volvió su vista al suelo.- ¿Verdad?
- No te veo capaz de patearte medio reino y menos sí vas sola.- Soltó de repente. Frunci el ceño por un momento.
- Óscar, puedo hacerlo sino me hubiera quedado allí.- Negó lentamente con la cabeza.
- Sabes que no es así.
Lo sé
- He dicho que puedo.
- ¿Sabes como sobrevivir aquí afuera sin nadie?
No
- Me las apañaría
- ¿Podrías ganar dinero cuando se te acabase? ¿Sabes trabajar?
No
- Con esfuerzo todo se puede.
- ¿Podrías salir adelante tu sola?
No
- Claro que si.
- ¿Crees que podrías superar tus miedos aquí?
No.
- Claro.- Volvió a negar.
- Tienes miedo a qué te pillen y no poder disfrutar de tu libertad.
Si, lo sé.
- No es verdad.
- Tienes miedo a los bichos, a los guardias y a las cosas desconocidas aunque seas curiosa, pero sobre todo tienes miedo a quedarte sola.
Mi ojos empezaron a aguarse pero no quería llorar. Me miró con una sonrisa. Negué con la cabeza repetidas veces mientras lágrimas traicioneras bajaban por mis mejillas. Me cogió de los hombros.
- El primer paso para superar tus miedos es reconocerlos. Yo sé que eres fuerte, que te desenvolverías bien con la gente, que podrías trabajar en un mercado unos días, pero el problema es que no diferencias a las buenas personas de las malas, no sabes defenderte, no sabes como cocinar, no sabes encender una fogata, no sabes que sé necesita para dormir a cielo abierto si es necesario. Eso te puede causar muchos problemas.
- ¿Y por qué me dices estas cosas?- Pregunté secandome las lágrimas.
- Por si en algún momento, por el motivo que sea, yo no esté ahí contigo para cuidarte y protegerte.
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Leyendas de la realeza I: El mito del rey || Editando ||
FantasyCuando el rey decide comprometerla por conveniencia, huye para poder vivir lejos de aquel extraño sitio al que una vez llamó hogar. Sin propósito ni meta más que no ser descubierta, emprende una búsqueda para encontrar aquella criatura que recurre...