- Sigo sin saber de qué me estás hablando- Sentencié por quinta o sexta vez, ya no tenía ni idea de cuantas veces le he dicho lo mismo. Esta especie de interrogatorio me estaba empezando a cansar.
Desde que desperté, Yoi ha aprovechado los momentos en los que no estabamos junto a Óscar para bombardearme siempre con las mismas preguntas para recibir siempre las mismas respuestas. Está empeñado en que yo soy Atari y aunque se lo niegue sigue con su tozudez e insistencia.
Una vez más suspiró frustrado y se recostó en el tronco de la palmera, en la cual llevaba observandome un rato mientras yo recogía unos frutos que le hacían falta a Mina (a veces pienso que ella contribuye a que me quede a solas con Yoi, porque cuando me pide que haga algo, manda a Óscar a que haga un recado o trabajo, que que casualidad, es al otro lado de la aldea) . Pasó una mano por su pelo castaño tirando un poco de él y volvió a mirarme.- Atari, ya me conocías de antes.
- ¡Qué no, qué es la primera vez que te veo en mi vida! ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?
- ...Siempre fuiste una buena mentirosa, Atari.
- Ese no es mi nombre.
- Tampoco te llamabas Lina.
- Ya te he explicado porque dije eso.- Cruzó los brazos sobre su pecho y me miró con una ceja arqueada.
- ¿Entonces debería llamarte... princesa?- Paré de recoger los frutos y le fulminé con la mirada. Por lo visto no sirvió de nada haberle explicado que me escapé de mi hogar porque precisamente odiaba ser de la realeza, y porque me iban a casar con un tarado que nada más quería poder y miles de esclavos. Mi cesta llena de moras iba a volar teniendo de destino la cara de Yoi.
- No me llames princesa, imbécil.- Rió mostrando sus blancos dientes.
- Vaya, que malhumorada.- Parecía que se divertía con esto, pero yo ya me estaba cansando de tener que aguantar sus frases sarcásticas y acusaciones. Ni siquiera sé de dónde saco la paciencia.
- ¿Por qué te interesas tanto por Atari?- Pregunté de repente pillandolo desprevenido. Su sonrisa burlona desapareció y su expresión se volvió sería.
- No es asunto tuyo.- Espetó.
- Sí, lo es.
- No.
- Que sí. Según tú me parezco a ella, y por lo que me has dado a entender no tuvisteis una buena relación, lo que explica que seas tan antipático conmigo... y apesar de eso me sigues a todos lados solo para que te diga lo que quieres oir, pero eso no pasará, y para que se te meta de una maldita vez en la cabeza, te lo vuelvo a repetir. Yo soy Lilianna Montenegro, no Atari.
Mantuvo el silencio, observandome mientras desarrollaba en voz alta mis teorías y le espetaba unas verdades sobre la situación. Lo que me pareció raro fue que en ningún momento hiciera siquiera un ademán de querer interrumpirme, como acoatumbraba a hacer, o de añadir algún comentario después de haber acabado, así que decidí aprovechar y seguir hablando.
- ...Pero, si lo que pone en mi libro es verdad y no un simple cuento para niños, eso pasó hace muchas décadas, mucho antes de que tú o yo nacieramos, por lo que no le encuentro sentido a ese sentimiento de odio que tienes hacía ella o en este caso hacía mí. Tampoco sé como a tu corta edad y estando en este lugar aislado, tengas algún conociemiento sobre ella. Sin embargo, lo que realmente me pregunto una y otra vez es, si de verdad crees que soy Atari, que tanto mal te hizo, ¿por qué me salvaste cuándo me encontraste en el desierto?- Pregunté curiosa esperando una respuesta de su parte, ya fuera una frase sarcástica o borde, sin embargo nunca llegó.
Reinó el silencio. Estábamos un poco alejados del poblado, a unos minutos del lago por lo que no se oía nada, nadie caminar o siquiera respirar, ni siquiera algún animal pasar.
Él seguía sentado sin moverse, su pierna derecha estaba estirada en el suelo y la otra la tenía flexionada estando más próxima a su pecho. Sus brazos caían a los costados de su cuerpo y su cabeza estaba un poco elevada para poder mirarme a los ojos. Su pelo estaba un poco alborotado, sus gruesas cejas fruncidas y su mandíbula tensa. Sus ojos marrones reflejaban inseguridad y dolor. Este muchacho tenía el aspecto de un niño, sin embargo, albergaba un conjunto de emociones y sentimientos en su interior que muy pocos adultos adquieren. No era difícil averiguarlo, solo había que mirarlo.De repente se levantó de su sitio, se limpio la tierra de la ropa y sin mirarme se fue. Desapareció entre la escasa maleza dirección a la aldea y yo me quedé ahí, mirando en la dirección por la que se había ido. Al final no obtuve mi respuesta, tampoco insistí, no creo que fuera un tema fácil de hablar para él, pero averiguaré poco a poco lo que le ocurrió a ese misterioso muchacho.
•••
Pasaron los días y para mi sorpresa, Yoi no volvió a dirigirme la palabra, ni siquiera la mirada. Intentaba evitarme a todas horas, cada vez que nos encontrábamos en el mismo lugar y él se percataba de mi presencia, lo veía girarse sobre sus talones y volver por donde vino. Aunque yo también procuraba a veces estar en el mismo sitio que él para poder pillarlo desprevenido y poder preguntarle que le pasaba. Siempre se escapaba de mi. No sé que dije o hice. En aquel momento solo plasmé mis pensamientos en voz alta, con intención de resolver así mis dudas y este niño me dejó con muchas más de las que tenía antes. Se negaba a contestar mis miles de preguntas, como por ejemplo, de que cómo desperté en aquella habitación, por qué me dolía todo y qué fue lo que me pasó para haber estado en estado vegetal durante tres días, aunque no sólo él se negaba. Mina no decía nada, cada vez que sacaba el tema me mandaba a hacer algún recado. Levi no era de muchas palabras, además que me daba un poco de miedo hablar con él, siempre tenia un semblante serio e imponía. Por otra parte Nelis era todavia muy pequeña para entender lo que pasó, o eso quiero creer yo. Por último, y aunque parezca increíble, Óscar tampoco me quiso explicar nada, solo dijo que fue horrible y que si no lo recordaba sería mejor para mi. Al principio me enfadé con él por no querer contarme nada de lo sucedido y la siguiente excusa que dio fue que, "Si te lo digo te asustarás y te atormentarás a ti misma. Lo único que necesitas saber es que a partir de ahora tomarás una taza de camomila antes de dormir ¿vale?". Fue entonces cuando me tendió la infusión aún caliente. Este hombre parecía que no me conocía, si vale, soy muy miedica y a veces paranoica, pero debería haber pensado que en cuanto me dijo aquello lo único que surgió en mí fue unas inmensas ganas de saber más.
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Leyendas de la realeza I: El mito del rey || Editando ||
FantasíaCuando el rey decide comprometerla por conveniencia, huye para poder vivir lejos de aquel extraño sitio al que una vez llamó hogar. Sin propósito ni meta más que no ser descubierta, emprende una búsqueda para encontrar aquella criatura que recurre...