Capitulo 48

984 77 14
                                    

- Ni darlas, querida.- Dijo sonriendo y le devolví el gesto.

- Ven.- Oí al chiquillo desde la puerta. Le miré extrañada por el hecho de que me estuviera llamando, y porque no sabía como había llegado tan rápido a la puerta si hace unos momentos estaba a menos de un metro de mi.

- ¿A dónde te la llevas, Yoi?- Preguntó Mina igual de extrañada que yo.

- Le enseñaré lo que hay por aquí.

- ¡Qué bien, qué buena idea!- Sonrió y se dirigió hacía mi.- Enserio te encantará ver los alrededores, hay muchas cosas poco comunes por aquí.- Se acercó a mi oído poniendo sus pequeñas manos a los lados de este para que solo la escuchara yo.- Mi hijo no suele tomar la iniciativa en estas cosas, le cuesta mucho hablar con gente desconocida, creo que le haría ilusión que fueras.- Se separó de mi y posó su mano en mi hombro.

Asentí no muy convencida y volví a dirigir mis ojos a la puerta donde ya no estaba él. Sorprendida y apresurada me dirigí hacía allí, sin embargo antes de salir de la casa miré hacía la habitación donde se encontraba Óscar. Dudé un momento en que si podía dejarlo solo, pero aún así salí por la entrada de la humilde casa intentando alcanzar al muchacho. Nada más salir miré a mi alrededor, encontrándome más casas como de la que acababa de salir y gente paseando, algunos notaron mi presencia y se voltearon a verme. Palmeras de las cuales algunas seguro que superaban los diez metros de altura, pequeños helechos y al final donde casi no podía alcanzar la vista, había un lago. Sonreí soltando un suspiro. Era hermoso. Estas personas vivían en un auténtico paraíso. No me imaginaba la sensación que debía provocar despertar cada mañana y poder apreciar este paisaje cada día de tu vida.

- Eh- Le miré.- No te quedes atrás.- Aceleré el paso llegandoa su lado.

Caminabamos en silencio uno al lado del otro. El muchacho, que creo recordar que se llamaba Yoi, andaba decidido saludando con una leve inclinación de cabeza de vez en cuando a algunas personas que nos cruzabamos. Me di cuenta que nos dirigiamos al lago, pues ya cada vez se hacía más visible. A los pocos minutos llegamos y no pude evitar soltar otro suspiro de asombro. Un lago de agua cristalina enorme se extendía por el terreno, rodeado por palmeras y helechos. Yoi se detuvo de repente haciendo que yo lo hiciera tambien. Lo miré extrañada.

- ¿Cómo te llamas?- Preguntó.

- Lina. Tú te llamas Yoi, ¿no?- Asintió.

- Encantado.- Extendió su brazo esperando poder estrechar la mia.

- Igualmente.- Cogí su mano y la extreché. En el momento de querer deshacer el agarre, él me apretó más la mano haciendome un poco de daño. Fue entonces cuando me miró fijamente, de una forma dura e intimidante para la poca edad que tenía. Tiré y por fin recuperé mis dos manos. Se quedó mirandome por un rato con los ojos entecerrados y luego, como si no pasara nada empezó a andar otra vez dirección al lago.

- Sígueme.- Dijo sin darse la vuelta. Dudé en si me debería haber estado quieta en vez de seguirle pero cuando me quise dar cuenta ya estábamos a la orilla del lago uno al lado del otro. Yoi obsevando el paisaje y yo mirándole a él.- ¿De dónde vienes?- Preguntó de repente.

- De muy lejos.

- ¿Y qué vas buscando?

- ¿Debería ir buscando algo?- Contraataqué.

- No todo los días se ven personas insconscientes en el desierto por diversión.- Tragué saliva.

- Al igual que no todos los días encuentras un oasis con habitantes en ella.- Guardó silencio y me miró con el ceño fruncido.

- ¿Sabes qué es este lugar?

- ¿A qué te refieres?- Pregunté extrañada.

- Sabes perfectamente a lo que me refiero.- ¿Pero que carajos le pasaba a este chico?

Leyendas de la realeza I: El mito del rey  || Editando ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora