Extra

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Narra Óscar

Me encontraba sentado en la arena del desierto, donde ya había anochecido. Miraba atentamente a la fogata que habíamos hecho con palos secos que nos trajimos del oasis. Fue más fácil de lo normal, solo hubo que poner un pétalo de una flor que nos metieron en las alforjas, junto muchas cosas más sin que nosotros nos diéramos cuenta, frotarlo contra la madera y rápidamente empezaba a arder. Quién diría que aquella aldea viva su día a día gracias a los pétalos de las flores, todas diferentes y con una cualidad única. Por ejemplo esta misma, que ardía al tener contacto con la madera, u otra que me encontré en mi alforja de color violeta con un papelito liado donde ponía "Gyon.", justamente en el reverso del papel venían las escasas instrucciones y según explicaba era capaz de crear viento. Así como esas me encontré muchas más.

Sin embargo, apesar de estar tan fascinado por estas extrañas flores, seguía pensando constantemente en mi familia. A los gemelos les hubiera gustado ver esto. A veces mientras jugaba con Nelis, se me venía a la mente muchos momentos que pasamos juntos cuando yo era más joven y mis padres estaban presentes sentados mientras nos veían jugar. Después empecé a crecer y me dieron trabajo en el castillo, desde entonces no les veía muy seguido, en ese aspecto me arrepiento haber tomado aquella decisión, pero, si no hubiera accedido no la hubiera conocido. Por esa parte sí creo que valió la pena.
Mi primer día cuando la vi, ella solo tenía doce o trece años, era más bajita y delgada que ahora, era muy miedica y llorona. Me preguntaba contantemente si ella era la que se iba a convertir en reina, si era ella la que iba sobrellevar todos los problemas un reino cuando no podía ni con los suyos propios. Con el tiempo fue respondiendo mis dudas, no con palabras, sino con acciones. Si alguien necesitaba ayuda, ella era la primera en ir a socorrer a la persona necesitada, sin pensárselo dos veces, dejaba todo lo que hacía y corría en su búsqueda. Fue entonces cuando entendí que aunque fuese una miedica llorona, ejercería su puesto mejor que muchos reyes hicieron antes.

Cuando ya pasaron los años, fue cambiando y ya no lloraba tanto, sonreía menos pero hablaba mucho más y su curiosidad siempre estaba presente. Supuse que ya no cambiaría más, o que no habría un gran cambio en ella, pero después hizo algo que nos deslocó a todos. Rompió todos mis esquemas cuando dijo con firmeza y seguridad que iba a emprender un viaje, ella sola, con el fin de conocer a una criatura para que le concediera tres deseos y poder acabar con el hambre en su reino.
Fue entonces cuando dejé de ver a una niña atormentada, y empecé a observar a una muchacha dispuesta a llevarse por delante todo lo que se le cruzara.

Apesar de eso no pude dejarla ir sola.

Asique aquí estoy, mirándola como frunce ligeramente el ceño mientras lee ese viejo libro de portada desgastada. Su cabello negro cae sobre sus hombros, sus ojos están fijos en el libro que tiene entre sus pequeñas manos y sus labios rosados se frunce en ciertas ocasiones. Parece enfadada, bueno, mas bien desconcertada mientras va avanzando en la historia, pero también puedo ver que lee con cierta sorpresa y curiosidad.

Siempre con curiosidad.

"La curiosidad es lo que mueve al hombre, pero solo el destino sabrá si encontrará lo que busca."

De repente, cuando ya llevo un rato mirándola, se percata y levanta los ojos de su libro para mirarme con el ceño fruncido. Sonrio sin darme cuenta. Ella levanta la ceja extrañada y después vuelve a retomar su lectura, pero no puede, está incómoda. Se remueve en su sitio nerviosa. Oigo un suspiro de fastidio y una leve risa sale de mis labios, a lo que, reaccionando rápidamente, ella cierra el libro de golpe y me observa con molestia y enfado.

- ¿Puedes dejarme leer, por favor?- Dice entre dientes. Yo sólo amplio mi sonrisa enseñando mis dientes.

- No estoy haciendo nada.

- Sí, lo estás haciendo.

- ¿El qué hago?

- Molestarme.

- No he hecho nada.- Me fulmina con la mirada mientras que yo sigo con la misma expresión de antes. Vuelve a abrir el libro dispuesta a retomar su lectura.

- Idiota.- Murmura.- Deja de mirarme.

- Creo que alguien está de malhumor ¿no?- Si las miradas mataran, yo ya estaría cinco metros bajo tierra.- Dime, ¿qué te ocurre?- Dije intentando cambiar de tema.

Tiró el libro sobre la arena suspirando para después llevarse las manos a la cabeza.

- Es que no lo entiendo.

- ¿El qué?

- La pista para encontrar el primer templo.

- ¿Qué dice?- Pregunté mientras que cogía el libro.

- "De este a oeste no deberéis mirar, de norte a sur no deberéis caminar, pues para el primer templo divisar, un caminante deberéis encontrar."

- ¿Un caminante?- Pregunté extrañado.- ¿Es algo así como un explorador?

- Tal vez un guía.- Afirmó. Yo asentí lentamente.

- ¿Y eso dónde se encuentra?

- Si lo supiera ya lo tendríamos con nosotros a ese tal caminante, o por lo menos sabríamos donde encontrarlo.

-¿No viene ninguna pista más?- Dije leyendo por encima algunas páginas del libro. Lilianna negó con la cabeza.

- He leído el capítulo más de diez veces. No hay nada, y no serviría de nada seguir leyendo porque en el siguiente capítulo empieza a hablar del segundo templo.

Cerré el libro pensativo. Un caminante, un guía, una persona que haya estado antes... Oh, no. No, no podría soportarlo.

- ¡Óscar, ya sé!- Dijo eufórica, como si ya hubiera solucionando el problema.- ¡Necesitamos a...!

- A mi.- Dijo una tercera voz interrumpiendo a Lilianna. Miramos hacia el frente encontrándonos con la figura alumbrada tenuemente de la persona que menos quería volver a ver.

Yoi.

Leyendas de la realeza I: El mito del rey  || Editando ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora