Llevábamos corriendo, o más bien, Óscar llevaba corriendo desde hace un buen rato y todavía no habíamos llegado. Seguía oyendo los relinchos de los caballos y los gritos de los soldados. Cosa que me ponía nerviosa. Me hacia pensar que en nos cogerían en cualquier momento. Oía la respiración acelerada de Óscar, se estaba sobre esforzando. No sabía cuánto rodeo había que dar para llegar a la casa de sus padres, desde el portón principal del castillo era tan fácil llegar.
Óscar me llevaba en su espalda, tenía mi cabeza apoyada en su hombro y mis brazos a los lados de su cuello. Corría dando muchos saltos por el suelo tan irregular que había. Sentía los hilos de sangre recorrer mi pierna, llevaba un buen rato perdiendo sangre, seguramente en cualquier momento acabaría insconciente. No me puedo permitir eso, no puedo.
Empecé a marearme, todo me daba vueltas. Cerré los ojos con la intención de que se me pasase, sin embargo lo único que conseguí fue empeorar mi estado.- Óscar...- Murmuré. No pude levantar más la voz. Giró un poco su cabeza mientras seguía corriendo y me miró de reojo.
- Aguanta, ya estamos llegando.- Asentí lentamente. Me estaba empezando a dar sueño, mis párpados me pesaban y empecé a oír a los soldados como si estuvieran más lejos.- Lilianna. Lilianna háblame, no te duermas. Estamos apunto de llegar y te curaré esa herida ¿de acuerdo? Todo saldrá bien, lo único que tienes que hacer es no cerrar los ojos.- Volví a asentir.- Bien, venga hablame cuéntame algo.
- Érase una vez, una muchacha llamada Atari. Su pequeña aldea sufría de hambre y pobreza...- Empecé a contar lo primero que se me vino a la cabeza, aunque quedaron en unos susurros intendibles. - para sacar de aquella horrible situacion... a su aldea decidió infiltrarse en... el castillo...- Me estaba costando respirar.
- Venga Lilianna, sigue contándome. No pares de hablar.- Suplicó. Respiré profundamente.
- Tras infiltrarse en el castillo asesinó a los reyes y a la princesa...
- Oh que bien, que cosas más bonitas lees.- Comentó. Yo reí levemente y proseguí.
- Se hizo pasar por la princesa... y aunque mejoró mucho aquella... situación que sufría... no sólo su aldea, sino todo el reino... decidió ir a pedirle a una criatura mágica tres deseos...- De repente se había parado.
- Lilianna, bájate.
Se agachó para que yo pudiera bajarme de su ancha espalda sin apenas esfuerzo. Pasó un brazo mio por sus hombros y me cogió firmemente de la cintura. Andamos un poco hasta llegar a una casa rústica rodeada a los lados de varios árboles, por la ventanas no se veía nada de luz y la chimenea no echaba humo.
Oímos como las pisadas de caballo se hacían más fuertes. Se estaban aproximando. Intenté correr como pude a pata coja. Por mi lentitud Óscar me cogió entre sus brazos y entramos en la casa. Nos apoyamos en la puerta a esperar que ya no se escuchase nada.
- Óscar.- Susurré. Me miró. - Tengo miedo.- Lágrimas empezaron a salir sin yo quererlo. Me abrazó poniendo mi cabeza a la altura de su pecho y sus labios presionando mi coronilla. Me rodeaba con sus grandes brazos haciéndome sentir protegida. Poco a poco mi llanto disminuyó hasta que solo se oía a los guardias.
Esperamos a que parase y cuando por fin no se escuchaba ni siquiera una respiración soltamos un suspiro de alivio.
Nos miramos, sus ojos color chocolate relucian por los tenues rayos de la luna que entraban por las ventanas, sus cabellos rubios caian sobre su frente y tenía su boca entreabierta intentando recuperar el aliento. Todo lo que estaba haciendo por mi. Arriesgaba su vida por mi.Empezó a reír y me lo contagió. Reimos los dos, y no porque nos hiciera gracia casi perder la vida, sino por el simple hecho de que nos habíamos librado.
- Bien, ahora espera un momento.
Óscar se dirigió a una mesita, cogió una vela y la encendió. Se adentro en el salón, miró hacía los lados como queriendo encontrar algo. Su mirada se detuvo en unas escaleras que daban a la segunda planta de esta casita.
- ¡Papá! ¡Mamá!- Llamó a gritos.
En el mismo instante que abrió la boca se escucharon pisadas rápidas y se hicieron presentes dos figuras. Sus padres. Lo abrazaron y lo llenaron de besos. Los tres sonreían y se notaba su felicidad por volverse a ver. Sonreí por ellos, apesar de todo lo malo Óscar siempre tendría a su familia. Intenté ponerme de pie pero mis piernas involuntariamente empezaron a flaquear. Miré hacía mis pies, cubiertos de color rojo. Veía como poco a poco aquel líquido que salía de mi pierna teñia el suelo, donde segundos después caí desplomada.
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Leyendas de la realeza I: El mito del rey || Editando ||
FantasíaCuando el rey decide comprometerla por conveniencia, huye para poder vivir lejos de aquel extraño sitio al que una vez llamó hogar. Sin propósito ni meta más que no ser descubierta, emprende una búsqueda para encontrar aquella criatura que recurre...