Capitulo 12 (editado)

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Nada más decir aquella frase, desapareció tras las grandes puertas. Me giré y crucé miradas con Óscar, sería un momento perfecto para poder hablar. Prácticamente corrí hasta llegar a su lado, nada más llegar pude notar que sonreía de una manera muy forzada y eso hizo que frunciera el ceño. Callé unos momentos antes de decir palabra alguna, le observé y él también a mi. Un incómodo silencio inundó la gran sala. Sus ojos me miraban con más seriedad apesar de su sonrisa.

- ¿Pasó algo Óscar?- Pregunté curiosa.

- Absolutamente nada, alteza.- ¿Alteza? ¿Desde cuándo me llama así?

- ¿Qué?- Dije confusa.

- No ocurrió nada, alteza.- Repitió

-Óscar... siempre me llamas por mi nombre, ¿qué pasa? ¿Guillermo os dijo que me llamarais así? Si es eso hablaré con él para que no sea así.

-No es nada de eso, princesa.- Fruncí el ceño. Algo le pasaba y no me lo quería contar, yo siempre le cuento todo lo que me sucede y él hacía lo mismo, asíque no entiendo por qué él ahora se cerraba en banda.

-Dime lo que pasa, por favor

- Ya dije que no ocurrió nada. Ahora con su permiso me retiro, debo atender algunos asuntos.- Dicho esto hizo una pequeña reverencia y se alejó de mi, encaminado a la puerta.

Me quedé perpleja, Óscar nunca había sido así conmigo, era mi mejor amigo le conocía bien, o eso creía...

Me giré y le cogí del brazo, haciendo que me mirara.

- Óscar, ¿qué rayos te pasa?- Dije desesperada, no le entendía, no entendía nada. Miró mi mano agarrando su brazo sin expresión alguna y después volvió su mirada a mi ojos.

- Nada.- Dijo fríamente para después zafarse de mi agarre con bastante brusquedad y rápidamente marcharse.

Me quedé quieta sin saber que hacer o como reaccionar. Me giré a ver el pianista, Mario, un músico del suroeste de mi reino que presenció todo lo ocurrido. Un hombre de cabellos negros, cara huesuda y de nariz aguileña, alzó sus hombros indicándome que no sabía absolutamente nada y que se encontraba en la misma situación que yo. Alcé mis manos al cielo y grité de frustración. ¿Qué le pasaba ahora? ¿Por qué no me decía nada? ¿Qué rayos piensa este chico?

Mario rió por lo bajo, supongo que por mi reacción. No le dí importancia. Frunci el ceño y salí de la sala dirigiéndome al jardín. Posiblemente no estaría preparado el almuerzo y no me dejarían estar, porque no sabía que hacer yo sola aparte de aburrirme, siempre buscaba una forma de verme con Mariam, Óscar o Gastón, aunque solo fuera unas míseras cruzadas de miradas, me servía para saber cómo estaban y me alegraba que siempre que nuestras miradas chocaban me regalaban una sonrisa, aunque a lo largo de la semana, esas sonrisas fueron desapareciendo y no entendía por qué. Tenía unas ganas enormes de hablar con ellos y preguntarles qué les pasa y qué les ocurría. ¿Guillermo los tratará con mucha dureza? Sé que es serio y estricto pero no tanto. ¿Tendrán problemas con los pagos? La verdad a mi no me importaría subirles más el salario pero no creo que mis padres me dejen. ¿Problemas familiares?¿Hice algo que les ofendiera?... ¡Qué puede ser maldita sea!

Miles de preguntas rondaban mi cabeza. Todo por el simple hecho de que no eran de esas personas serias, al contrario, eran sonrientes, risueños y divertidos, bueno, Gastón no lo era tanto, pero tenía sus momentos.

Caminé por los pasillos hasta llegar al jardín, donde Guillermo estaba de pie observando cada movimiento que hacían los sirvientes, su expresión seria y sus rasgos marcados le hacían aparentar ser más mayor de lo que en realidad era, así a primera vista daba a ver que era una persona seria responsable, fría y exigente, que no dejaba que nada se saliera de su cauce. Me dirigí hacía él intentando no poner cara de pocos amigos, ya que la situación de antes con Óscar, me mosqueó un poco. Cuando estaba a poca distancia de él, me vio y empezó a andar hacía mi.

- Todavía no está el amuerzo preparado, alte... Lilianna, tendrás que esperar un poco más. Lo lamento.-Dijo un poco nervioso.

- No pasa nada, solo vine porque estaba aburrida en la sala de baile.- Sonreí para quitarle importancia y después dirigí mi mirada hacía una pequeña mesa circular blanca con un mantel de flores y platos de comida a rebosar. Mi sonrisa se amplió. Oí como reía.

- Puedes ir a sentarte si es lo que deseas.

Y sin pensármelo dos veces me encaminé a la mesita. Los sirvientes colocaban los últimos platos, vi que había sopa de mariscos, carne braseada, ensalada, mini bocadillos de pollo y muchísimas más cosas que sorprendentemente cabían en aquella minúscula mesa. No sé cómo a Gastón le había dado en tan poco tiempo, hacer tanta comida. Froté ambas manos deseando poder empezar a comer, todo tenía tan buena pinta, ¡hoy no dejaría ni las migas!

- Veo que no despega el ojo de la mesa ¿está hambrienta?- Preguntó Guillermo sentándose en frente mía.

- Más que hambrienta, ya sabes bien que cuando se trata de comida soy un pozo sin fondo.- Él rió mientras que negaba con la cabeza.

- Sí, lo sé muy bien prin... Lilianna.

Reí ante su equivocación, se notaba que le resultaba raro decir mi nombre, lo decía vocalizando mucho y con la mandíbula tensa, era una estupidez pero se veia tierno.

- Lo lamento mucho. Todavía no me he acostumbrado a referirme a ti por tu nombre.

- No te preocupes, poco a poco.- Sonreí y él me devolvió el gesto.- Bueno, ¿empezamos?

- Después de usted- Dijo amablemente para que me sirviera yo primero.

Miré otra vez hacia la mesa, pensando que coger primero, me decidí por la carne braseada, unos cuantos guisantes y un trozo de pan. Guillermo escogió sopa de marisco y se echó un poco de vino. Empezamos a comer tranquilamente, disfrutando de la suave brisa, del sol y por supuesto de la estupenda comida.

- Oye Guillermo, ¿te llevas bien con los empleados?- Pregunté curiosa.

- Sí, bastante bien, todos son muy trabajadores, sonríen todo el tiempo y siempre estan de buen humor. Gastón tal vez es la persona con la que me cuesta más tratar, pero poco a poco voy integrándome en mi opinión.

-¿Y con Óscar?- Me miró sorprendido, supongo que por preguntar por una persona en concreto.- Es que siento que no hay muy buen ambiente entre vosotros y yo solo quiero que las cosas vayan bien, por eso pregunto.- Tragó fuerte y se limpio con una servilleta.

- Bueno... he de admitir que tienes razón, pero creo que tenemos muchas diferencias y que no congeniamos mucho.

- Yo os conozco a los dos y de verdad creo que os llevaríais muy bien.- Él rió.- Guillermo digo la verdad, no sé por qué te ries.- Dije frunciendo el ceño.

- Perdóname pero me temo que no podrá ser, ambos acordamos tener sólo una relación laboral y también aceptar ser el perdedor.

-¿El perdedor de qué?

-Como dijiste antes nos parecemos en algunas cosas, una de ellas es que lo dos somos competitivos y yo no pienso perder.-Dijo con una sonrisa mientras comía.

Fruncí el ceño y sacudí mi cabeza, intentando evadir todo lo que me había dicho y terminar esta extraña conversación.

Vi como Mariam se acercaba a paso apresurado con cara de preocupación y en el mismo momento que la vi yo también me preocupé.

- Lilianna,- Dijo exauta.- tus padres acaban de llegar.

- ¿Qué?

-Volvieron antes de lo previsto.

Leyendas de la realeza I: El mito del rey  || Editando ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora