Estaba en la puerta del castillo, con la mirada perdida y sin prestar atención a lo que sucedía a mi alrededor. Lo que mi padre me dijo ayer en la cena me dio mucho en lo que pensar y hasta altas horas de la noche no conseguí quedarme dormida.
Esta mañana, vino Mariam a despertarme, y ya de paso, a avisarme de que mis padres estaban apunto de irse, asique aquí estoy, esperando en las puertas que daban paso a las afueras de nuestro hogar, y a que mis padres desaparezcan tras ellas. Entonces disfrutaría al máximo esta semana sola e iría a visitar al pueblo y sus habitantes. Pensaba en quedarme toda esta semana en el pueblo, en la casa de Óscar, con su familia, pero no caí que tenía responsabilidades aquí y solo podría quedarme allí unas dos noches como máximo. Además todavía tengo que comentarselo a Óscar, no le dije nada, se me olvidó... dios, si no tuviera la cabeza pegada al cuerpo ten por seguro que la perdería.
Alguien se me acercó disimuladamente por detrás y me habló al oido, despertandome de mi trance.
- Lilianna despierta, tus padres ya estan listos para partir.- Dijo una voz femenina, la cual por mi gran despiste no pude reconocer.
Solo asentí y fijé mi mirada al frente encontrándome a mis padres hablando, o más bien, gritándoles a los sirvientes. Carraspeé un poco para que me hicieran caso y dejaran de chillar. Conseguí captar su atención. Se me quedaron observando en silencio y yo no pronuncie palabra. Pasaron los minutos y seguíamos así, se estaba volviendo incómodo, las miradas de mis padres me fulminaban y eso hacía que dudara en empezar yo a hablar, pues aunque no pasaba nada si era yo la que iniciaba la conversación, no entendía el por qué ellos se mantenían callados.
- ¿Lo tenéis todo listo? - Dije para romper aquel molesto silencio.
- Sí - Dijo mi madre cortante, para después caer en otro profundo silencio.
- Entonces, os deseo buena travesía.
- Lilianna, -Dijo mi padre- éste hombre que contratamos cuidará de ti esta semana, te vigilará y hará que cumplas con tus quehaceres. - Dijo mi padre señalando a un hombre que estuvo todo este tiempo al lado de él, aunque yo acababa de notar su presencia.
Frunci el ceño y lo miré, su pelo castaño estaba peinado totalmente hacia atrás, tenía una sonrisa amplia y unos labios finos pero carnosos, su nariz era recta y sus ojos marrones, que a decir verdad, resultaban difíciles de ver por las gafas que llevaba de forma circulares. En cuanto a su tamaño era un poco más alto que Óscar, no mucho, pero se notaba la pequeña diferencia de altura.
Miré indignada a mi padre, yo no necesitaba a nadie para que cuidara de mí, en todo caso ya tengo a Mariam.
- No entiendo por qué contratáis a alguien para que cuide de mi, para eso tengo a Mariam.- Dije con tono de indignación, controlándome para no elevar la voz.
- ¿Mariam? ¿Quién es Mariam?- Dijo mi madre curiosa, yo le levanté una ceja inconscientemente.
- Mariam, es la sirvienta que me crió mientras que vosotros estábais ocupados, es decir, la mujer que ha estado conmigo y me ha cuidado en todo momento. Siendo sincera no necesito a nadie más a parte de ella, si queréis que alguien me cuide mientras no estáis, que sea Mariam.- Se miraron el uno al otro con expresión nula en sus rostros y después me volvieron a mirar a mí- Por favor.- Dije para finalizar. Me sudaban las manos de los nervios, no tenía ni idea de como iba a reaccionar.
Se quedaron callados observándome otra vez, en esta ocasión toda la sala quedo en silencio, todo el mundo esperaba una respuesta.
- Guillermo, ella es mi hija Lilianna, cuidala bien... o habrá consecuencias. No quiero que mantenga ningún tipo de conversacion con los sirvientes, con la única persona que podrá hablar es contigo y por supuesto, tiene que hacer sus deberes, ¿entendido?- Guillermo solo asintió sin apartar su mirada de mi.- ¿Entendiste, Lilianna?
No me digné en contestar, solo alcé la cabeza, entrecerre los ojos y me di la media vuelta en dirección a mi cuarto. No iba a contestar, mi respuesta seguía siendo no, no quiero que alguien desconocido me "cuide", no quiero que un desconocido esté detrás mía diciéndome lo que tengo que hacer o no a cada instante. Mariam me entendía, ella sabía como convencerme para hacer mis deberes, de los cuales siempre intento escabullirme, ella sabía como tranquilizarme cuando estaba furiosa o triste y que de repente pongan a un hombre al que acabo de conocer hace menos de cinco minutos con intención de sustituir a Mariam, para mí era algo imcomprensible.
Cuando me quise dar cuenta ya estaba en frente de las puertas de mi cuarto, asique entré y cerré las puertas detrás de mi. Apoyé mi espalda en estas y poco a poco me fui deslizando hacía el suelo, encogí las piernas y las abracé con mis brazos, suspiré. Cerré los ojos y empecé a respirar profundamente, para aclarar mi mente e ideas y empecé a pensar. Con este hombre seguramente no podría hacer lo que me diese la gana, no podría ir a la cocina a aprender a hacer recetas con Gastón, no podría estar con Mariam, no podría hablar con Óscar, ni ir al pueblo, no podría salir del castillo montada en mi caballo para explorar sitios que nunca vi para después volver antes del anochecer. No podría hacer tantas cosas que hacían que mi estancia aquí fuera más llevadera... seguramente me tendría que poner esos horribles vestidos cada día, como el que ahora mismo llevaba puesto, seguramente me obligaría a tener esas clases de baile que me resultaban tan aburridas, me enseñaría usar veinte tenedores distintos, al igual que las cucharas y muchas cosas aburridas más, que siendo sincera, no sabía para que servían.
Me levanté del suelo y empecé a despojarme de mi ropa, fui a el gran espejo de mi habitación y me miré, necesitaba un baño urgentemente. Nada mas quitarme la última prenda, quedándome en ropa interior, tiré de la cuerda que había al lado de mi cama, que llamaba a Mariam. Esperé sentada en mi cama hasta que alguien tocó a la puerta.
- ¡Adelante!- Grité.
Me quedé petrificada al ver que no era Mariam la que respondió a mi llamada, sino ese hombre que me presentó mi padre antes de partir. No le dio tiempo a formular palabra, ya que, lo primero que hizo fue mirarme de arriba a abajo, cuando se dio cuenta de que no tenía prenda alguna encima, aparte de la ropa interior. Él, sonrojado, cerró la puerta con fuerza y empezó a tartamudear.
- ¡L-Lo siento alteza!- Gritó desde afuera. - ¡No era m-mi intención yo sólo acudí a su llamada!
Yo seguía quieta procesando lo que acababa de pasar...
Pero, realmente, ¿qué acababa de pasar?
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Leyendas de la realeza I: El mito del rey || Editando ||
FantasyCuando el rey decide comprometerla por conveniencia, huye para poder vivir lejos de aquel extraño sitio al que una vez llamó hogar. Sin propósito ni meta más que no ser descubierta, emprende una búsqueda para encontrar aquella criatura que recurre...