Capitulo 42

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Después de varios minutos observando y analizando esa parte de pared fuimos corriendo hacía el final del camino, que a decir verdad no era corto y tenía una salida relativamente pequeña. La luz cegadora del sol me bañó entera al salir, parpadeé varias veces para poder verlo todo con más nitidez. Acabamos en medio del bosque. ¿Ahora a dónde iríamos? Óscar mientras buscaba algo en su bolsa (que me acababa de dar cuenta que llevaba una) desconocido para mi, lo que sacó me heló la sangre. Una navaja considerablemente grande para lo pequeñas que suelen ser. Se lo guardó entre la camiseta y el pantalón. Notó mi mirada en él por lo que giró su cabeza para verme  extrañado.

- Sí quieres que te de una de estas, ni lo preguntes. No lo vas ni a rozar.- Advirtió. Yo negué rápidamente con la cabeza.- Bien, mejor así.

Miró alrededor y cuando el vió que no había nadie por la zona, volvió a coger mi mano y a tirar de ella. Me guiaba entre árboles y arbustos sin yo saber a dónde íbamos. Su cara volvió a expresar lo mismo que en el camino subterráneo de donde acabábamos de salir.

•••

Mis pulmones empezaron a fallar hace rato pero nosotros no nos deteniamos. Sentía como en mi gemelo empezaban a chorrear hilos de sangre cada vez más grandes, pero no quise decirle nada a Óscar. Llevamos cerca de 3 horas caminado entre árboles y arbustos dirigiéndonos a un sitio donde yo no tenía ni idea de donde se encontraba, ni siquiera que sitio era. Mi cuerpo empezaba a tambalearse un poco, el dolor cada vez era más intenso. Suspiraba cada cinco minutos sabiendo que ponía nervioso a Óscar, en mi defensa diré que me salían solos.

- ¿A dónde vamos?- Logré preguntar.

- Vamos a una caseta, alli no nos encontrarán.- Dijo cortante. Yo asentí aunque sabía que no podía verme, ya que me encontraba detrás de él y lo único que hacía que siguiera su ritmo era el agarre que ejercia en mi mano que en tres horas no había aflojado ni un poco. Al parecer llegué a tal punto de cansancio que empezaba a no sentir mi pierna derecha, por el momento solo notaba como aquellos hilos de sangre manchaban cada vez más las vendas, y comenzaban a llegar a mis pies.

- ¿Cuándo queda para llegar?- Pregunté afixiada. No hubo respuesta y cuando iba a preguntar otra vez ya estábamos delante de una especie de casita, y decía especie porque estaba completamente en ruinas. Algunas paredes tenían agujeros, las ventanas estaban rotas y la puerta principal descolocada. Desde fuera se podía ver plantar silvestres creciendo en el interior. Miré a Óscar, esperando con todas mis fuerzas que diéramos media vuelta porque se había equivocado de camino.

- Vamos.- Dijo tirando de mi mano.

Me dijo que era una cabaña, una casita, no un monumento en ruinas. Entramos en aquel lugar plagado de hojas, de insectos y barro. Yo seguía detrás de Óscar mientras el tiraba de mi mano. Mis ojos inspeccionaban el lugar. ¿No había un lugar más limpio? Prefería quedarme en el pasadizo secreto que había debajo de la casa de Óscar. Lo primero que vimos fue un salón, espacioso y donde entraba mucha luz, sobretodo por los agujetos de las paredes y el techo, había cuadros colgados en las paredes, eran retratos de personas, no se veian las caras ya que el polvo las escondía, me llamó mucho mi atención, en muy pocos hogares habían cuadros y retratos de personas, por lo menos en antaño, ahora se le pagaban a artistas ambulantes para que hicieran retratos y es una cosa que ya se veía normal. Pero en las condiciones que está esta casa se notaba que aquí no habitaba nadie desde hace muchas décadas. La pregunta que me rondaba era ¿Cómo conoce Óscar este lugar? Volví a mirarlo y me di cuenta de que ya no sostenía mi mano, se paseaba libremente por la habitación de un lado a otro sin yo saber que estaba haciendo. Se paró delante de un armario y lo abrió, una humareda de polvo chocó contra su cara haciéndole  toser. Agitó su mano de un lado a otro para disiparlo y cuando lo consiguió observó lo que había dentro de él. Parece que encontró lo que quiso porque sonrió y estiro sus manos para coger algo. Me quedé un poco sorprendida al ver que lo que sacó fue un arco y flechas y tras agacharse otra vez, sacó una espada de gran longitud y porvorienta, aparentemente se veía pesada. Me miró todavía con aquella sonría blanca y amplia.

- Esto nos servirá.- Dijo. Yo asentí lentamente y después volví a mirar a mi alrededor. Instintivamente me abracé a mi misma. Creo que esto me estaba empezando a superar. Era todo tan abrumador. ¿Qué estoy diciendo? No, no iba a permitirlo. Yo puedo con lo que sea, yo puedo con quien sea y se lo demostraré a quien haga falta, se lo demostrare a Óscar, a Mariam,a Guillermo y a todos los demás, también a mis padres, para que se traguen sus palabras y vean que su hija vale mucho más de lo que ellos pensaban. Óscar me miró frunciendo el ceño y dejó aquellas armas que hace unos momentos sostenía. Se acercó y se arrodilló ante mi. Levantó un poco mi falda y miró mi pierna.- ¿Por qué no me dijiste que estaba sangrando?- Me encogí de hombros.- Pensaba que te faltaba el aire por lo floja que eres, no por esto. Si lo hubieras dicho habriamos parado un rato a descansar.

- Yo pensaba que venías a cuidar de mi, no a coger mi mano, tirar de ella y caminar 3 horas para llegar a una casa abandonada, en ruinas, sucia y donde hay dos mil insectos.- Me miró desde abajo y vi como se aguantaba la risa.

- Sigues siendo una vaga.

- Tú un idiota y no me quejo.- Repliqué. Lo que hizo que su risa se desatara. Empezó a quitarme la venda lentamente.- No sé de qué te ries.

- De tu cara.- Abrí la boca en señal de ofensa. Se rió más.- Venga, venga, que es broma.

- ¿Lo de vaga también era broma?

- No, eso lo dije de verdad. Eres vaga de nacimiento.

Mi pierna se movió para dar un golpe donde pillara. Que mala suerte tuvo Óscar que le dio en su parte sensible. ¿Ups?

•••

Estábamos en el suelo. Óscar había preparado un lugar donde dormir, asegurándose de que no había bichos de ninguna clase alrededor. Una manta enorme estaba bajo nosotros, y allí los dos tumbados, uno enfrente del otro, nos mirábamos casi sin pestañear. Los rayos de luna se colaban por los agujeros y las ventanas rotas dándonos una completa caridad para poder vernos.

- Oye Óscar.

-¿Mm?

- ¿No tenías ya una espada, flechas y un arco?- Pregunté curiosa. Acababa de caer que cuando salimos del castillo él llevaba todas esas cosas consigo pero, sin embargo, ahora no.

- Con las prisas se me olvidaron esta mañana en casa de mis padres- Suspiró. Yo intenté no reirme tapandome la boca.- Ja, ja, ja. Que gracioso.- Dijo con sarcasmo.

- Yo puede que sea una vaga de nacimiento, pero tu eres olvidadizo de nacimiento. 

- Aparte de vaga, también eres sorda, ¿lo sabias?

- Aparte de olvidadizo, tambien eres idiota, ¿lo sabias?- Repondi con sarcasmo lo que hizo que los dos empezáramos a reír como dos tontos. Cuando logramos apaciguar aquellos sonidos de cebras, el silencio reinó y lo único que hacíamos era mirarnos.

- ¿Y a dónde iremos ahora?- Pregunté rompiendo el silencio de nuevo.

- Iremos a dónde nos diga el libro, lo traiste ¿no?- Asentí.- ¿Entonces a dónde hay que ir?

- Según el libro al sur, el primer diamante está allí.- Vi como asentía para después ponerse boca arriba, mirando hacia el techo. Suspiró y vi como su pecho subía y bajaba tranquilamente.

- Pues nos queda un largo viaje.

Leyendas de la realeza I: El mito del rey  || Editando ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora