Capitulo 50

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ÓSCAR

Me desperté por el barullo que se oía. Abrí los ojos viendo aún un poco borroso, veía figuras ir de un lado a otro y otras paradas. Parpadeé varias veces rápidamente para poder ver lo que ocurría. Todo mi cuerpo se tensó al ver la escena. Lilianna estaba en el suelo y le rodeaban la pareja que nos habían salvado la vida días atrás. Salí lo más rápido que pude de la cama y me arrodillé al lado de su cuerpo inerte. Vi su piel, más pajiza de lo normal, sus labios pálidos entreabiertos agrietados... y me detuve en su mirada, pérdida, opaca, sin brillo ni vida. El color verde que los caracterizaba y los hacía tan especial iba desapareciendo, se volvían grises poco a poco. Estuve parado un buen rato sin saber que hacer cuando alguien se chocó conmigo y me sacó de ese shock. Giré mi cabeza para poder ver quien me había dado aquel golpe y me encontré con un hombre de cabello negro y tez blanca. De su frente salía pequeñas gotas de sudor, hacía las cosas con rápidez y determinación.

- ¿Qué le ha pasado?- Le dije a aquel hombre, pero no recibí respuesta. Se levantó y salió por la puerta.

- Muchacho, ve a por más pétalos.- Fruncí el ceño y volví a bajar la mirada. Lilianna estaba cubierta de pétalos bicolores.- ¡Ve, no tenemos mucho tiempo!- Asentí rápidamente y salí por la puerta corriendo.

Me recorrí casi medio camino cuando vi al chaval con el que había discutido esta tarde entre la oscuridad de la noche, Yoi creo que se llamaba. Lo vi agachado recogiendo algo, supuse que estaba recogiendo los pétalos que necesitábamos y que no sabía para qué. Corrí hacía él y me arrodillé a su lado. Efectivamente estaba cogiendo los pétalos bicolor.

- Coge todas las que puedas.- Dijo con un tono normal.

Empecé a recoger los pétalos como lo hacía él. Arrancando solo los pétalos y no las flores en sí. Me sorprendí al ver que cada vez que tocaba un pétalo, este desprendía una luz azulada pero no le tomé mucha importancia, tenía otras preocupaciones. Cuando ya no me cabían más en las manos ni en los bolsillos me levanté, a la misma vez que Yoi, y volví a la casa corriendo. Me ardían los pulmones y las piernas, me dolía la cabeza y el corazón me iba a mil. Estoy depositando mi confianza en estos extraños y no sé qué pasará, solo espero que no le vaya a pasar lo que estoy pensando. No puedo perderla. Me niego a perderla. Sé que siempre será así, sé que nunca podré ser algo más, que solo podré estar con ella mientras sueñe pero prefiero mil veces eso antes de vivir una vida entera sin ella, sin volver a oir su voz, su risa, ver sus hermosos ojos y como le brillaban cada vez que la llevaba al pueblo o le enseñaba cosas nuevas, no podría vivir sin sus tonterias y nuestras tontas discusiones. No puedo. Simplemente no puedo.

Entré a la habitación y lo que vi me heló la sangre. Aquella mujer lloraba a cántaros y el hombre la abrazaba consolandola con los ojos llorosos también. Miré a Lilianna y seguía en la misma posición, llena de pétalos dejando solo ver parte de sus hombros, cuello y cara. Dejé caer todos los pétalos que había recogido y me arrodillé junto a ella. Miré su rostro de nuevo, sin vida alguna, sus ojos se volvieron completamente grises.

- Aparta.- Levanté la mirada y me encontré con el mocoso.

- Cállate.

- Aparta- Volvió a decir. Lo miré con el odio que nunca en mi vida habia sentido por nadie.

- No.- Dije firmemente aguantandome las lágrimas que me pedían a gritos poder salir.

- Todavía no está perdido todo. Yo puedo ayudarla. Aparta.- Me levanté, me acerqué a él y le apunté con el dedo.

- ¡Cállate ya de una puta vez mocoso! Seguro que fuiste tú el que le hiciste esto.

- Más quisieras.- Pasó al lado mía chocando mi hombro con el suyo cuando me di la vuelta me encontré con el hombre de pelo negro impidiendome el paso.

- Déjame pasar.- Intenté avanzar pero volvió a impedirme el paso.- El problema lo tengo con tu hijo, no contigo, así que déjame pasar. Quiero estar con ella.- Volví a intentar andar y volvió ser un intento fallido. No sé que pasaba aquí que nadie me hacía caso por las buenas y por las malas lo iban a pasar mal ellos. Suspiré fuertemente apretando los puños conteniendome, o eso trataba de hacer desde hace rato.

- Podrás estar con ella, pero no ahora.-  Dijo tranquilamente, cosa que me enfadó muchísimo más.

- ¡Entonces cuándo! ¿¡Cuándo esté cinco metros bajo tierra!? ¿Pero qué os pasa en la cabeza!?- Me callé cuando una ráfaga de viento golpeó mi cara. Miré inmediatamente de donde provenía. Vi a Yoi agarrando a Lilianna de la cintura con la mano izquierda y del hombro con la derecha. De sus manos salía una luz cegadora haciendome muy dificultoso el poder ver lo que pasaba con claridad. Murmuraba cosas inetendibles, cerraba los ojos con fuerza pero había momentos en los que los abría para mirarla. Terminó de orar y un destello cubrió el cuerpo inerte de Lilianna elevandola unos segundos para después chocar contra el suelo provocando otra ráfaga de viento. Vi como el muchacho suspiraba desesperado

- Por favor, no te vayas...- Logré oir.

Volvió a recitar lo mismo que antes y el cuerpo de Lilianna se volvió a elevar para estrellarse contra el suelo, otra vez. Después de dos intentos más despegó las manos de ella y se quedó mirando hacía el suelo. Negó levemente.

- No puede ser...- Dije sin querer creérmelo.- No, ella no por favor...- Dije intentando que no me temblara la voz. Las lágrimas que pocas veces se dignaban a salir recorrían mis mejillas libremente. Volví a acercarme a ella y me arrodillé a su lado.- Eh... despierta por favor...- Respiré profundamente intentando contralar mis nervios.- No me puedes dejar Lilianna, no después de todo lo que hemos pasado y todo lo que nos queda por ver y descubrir... Lilianna, despierta, por favor...- Rompí en llanto. Cogí su mano y la extreché con la mia, todavia sentía algo de calidez en ella.

Es el primer capítulo en el que narra Óscar. ¿Qué os ha parecido?
-Anastasia-

Leyendas de la realeza I: El mito del rey  || Editando ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora