Espera, demos unos pasitos atrás, vamos a analizar la situación y la gran locura que acaba de decir mi padre. Seguramente escuché mal. ¿Yo? ¿casarme? Me niego a casarme tan joven ¿Y con William? Prefiero casarme con mi caballo me hará mejor compañía, pero como he dicho, escuché mal, lo sé y estoy segura. Esta situación era tan ilógica y tan subrreal. La verdad no tanto como mi sueño que se reproducía una y otra vez en mi cabeza sin necesidad de estar dormida, pero, vamos, eso fue un sueño dónde un medio demonio me pidió que lo buscara y la verdad la curiosidad me mataba, pero seguía siendo un sueño y puedo asegurar que ahora mismo estoy muy despierta... ¿o puede que no? ¿A lo mejor estoy dormida?... No seguramente no estoy dormida, me acuerdo de aquel magnífico desayuno y de eso si que estoy segura que era real.
Me reí ante aquella gran estupidez que dijo mi padre haciendo que los dos fruncieran el ceño mientras me miraban. Les observé y lentamente mi sonrisa fue desapareciendo.
- ¿No es una broma?- Pregunté aun sabiendo que mis padres no eran de hacer bromas, pero a lo mejor hoy les dio por hacerme una, siempre hay una primera vez.
Mi madre negó con la cabeza y la expresión de mi padre se endureció.
- ¿Nosotros hacemos bromas estúpida?- Dijo mi madre. Negué con la cabeza.- Pues usa esa nuez que tienes por cerebro.
- Pero... yo no me quiero casar.- Dije tranquilamente. Ellos abrieron sus ojos de la sorpresa a que por segunda vez su hija se le "revelara".
- Te casarás. No hay nada que discutir.- Dijo mi padre. Su voz resonó por toda la sala. Yo me estaba pensando si contestarle o no. No quería, no me podían obligar.
- No quiero- Dije firmemente.
- Sí quieres- Dijo mi padre.
- No. Quiero.- Dije despacito para que se enterase.
- No le vuelvas a contestar a tu padre así, desagradecida.
- No me podéis obligar a casarme con William, no le quiero y nunca lo querré. Si me hacéis esto seria arruinarme la poca buena vida que tengo.
- ¿Crees a nosotros nos importa tu opinión?- Dijo mi padre.- Te casarás, quieras o no. Así el reino prosperará.
- Lo único que conseguiréis es más pobreza. El reino del Rey Roger es diez veces más grande que el nuestro, nosotros proveemos materias primas, cosa que a ellos les falta en este momento, si forjados una alianza de esta manera, justo en este momento, lo único que pasará es que nuestro reino perecerá y lo más probable es que al poco tiempo desaparezca. Lo único que quiere el Rey Roger son nuestras tierras y nuestra gente para esclavizarlos y hacerlos trabajar más de lo que lo hacen ahora. No me puedo creer que no os hayáis podido dar cuenta de una cosa tan sencilla.
- Sí entramos en guerra entonces si que desapareceremos.- Dijo mi madre
- Se puede llegar a otro tipos de acuerdos, no hace falta levantar la espada antes de saber las opciones y poder discutirlas entre los interesados. Los reinos siempre pueden beneficiarse los unos de los otros sin necesidad de violencia, él quiere aumentar su imperio, eso es todo.
- Él solo nos dio esas dos opciones.- Dijo mi padre más serio de lo normal.- O nos rendimos antes de tiempo o nuestro pequeño reino arderá. Eso es lo que dijo y prefiero rendirme a ver mi castillo y mis tierras en llamas.
- Entonces te da igual que tu gente sean explotados por un rey igual de egoísta y codicioso que tú. Te pensaba más egoísta papá.- Se levantó de su asiento golpeando con su puño en la mesa.
-¡Cállate mocosa! ¡Te casarás con el príncipe y se acabó!
Le observé y observé a mi madre. Desesperados por no entrar en una guerra cuando tenían miles de guerras interiores. Me levanté lentamente, mire a mi padre quien respiraba agitadamente y me miraba con odio. Esta vez no gritaría, me contendría.
- Padre, lamento decirte que no puedo casarme con el principe William. No lo amo, así que no me casaré. Mis ideales en un matrimonio son la confianza, la lealtad y sobretodo el amor, si no obtengo de la persona que me interesa una de esas condicones me rehuso a casarme con él.- Me encaminé hacía la puerta.- Ahora con su permiso me iré a mi cuarto a descansar.
Fui andando lentamente hacía la puerta, tenía los dedos de mis manos entrelazadas e iba erguida cómo si se tratase de un tablón de madera. Escuche cómo mi padre maldecia una y otra vez mi nombre. Al salir cerré la puerta detrás mia y ahí fue cuando desató su ira. Gritaba una y otra vez mi nombre, maldiciendolo, maldiciendo mi forma de ser y mis ocurrencias pacifistas.
Salí de allí como alma que lleva el diablo, me dirigí hacía la biblioteca a recoger el libro que hace unos momentos estaba leyendo.
Dentro de unos días abandonaría el castillo.
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Leyendas de la realeza I: El mito del rey || Editando ||
FantasyCuando el rey decide comprometerla por conveniencia, huye para poder vivir lejos de aquel extraño sitio al que una vez llamó hogar. Sin propósito ni meta más que no ser descubierta, emprende una búsqueda para encontrar aquella criatura que recurre...