Capítulo 55

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Su pecho subía y bajaba violentamente, su pelo revuelto caía sobre su frente tapando parte de sus cejas, mantenía sus puños cerrados y sus ojos muy abiertos.

Ignoré el dolor que emanaba de mi espalda y rápidamente volví a levantarme. Sentía que no apartaba su mirada de mí, analizaba cada movimiento que hacía hasta que me dispuse a volver a acortar la distancia que había entre nosotros.

- ¡No te acerques!- Gritó furioso.

De repente se llevó las manos a la cabeza tirandose levemente del pelo. Murmuraba cosas que no lograba oír y agitaba su cabeza cerrando sus ojos fuertemente de un lado a otro parando de vez en cuando. Era como si algo se estuviera apoderando de él, pero, ¿qué era?

Apesar de la distancia pude ver como los ojos del muchacho se volvían de color negro, poco a poco sin dejar ni un poco de color blanco. Un remolino empezó a formarse alrededor de él que a cada segundo se hacía más grande y soplaba con más fuerza. Una niebla negra se formaba alrededor suya y me impedía verlo. Puse mis brazos a la altura de mi cabeza para cubrir mi cara por la arena que se estaba levantando, lo que empezó siendo una brisa acabó convirtiéndose en una ráfaga de viento que me dificultaba mantener el equilibrio. Desprendió las manos de su cabello y empezó a girar sobre si mismo, como buscando a algo o alguien. Se detuvo cuando su mirada se posó en mí.

- ¡Todo fue tu culpa! ¡Me arruinaste la vida, maldita!- Rugió.

La velocidad se intensificó más haciendo que me tambalease. Conseguí estabilizarme gracias a que me cogieron del brazo con fuerza manteniendome en mi sitio. Giré mi cabeza intentando divisar a la persona que me había salvado de una posible caída. Óscar se encontraba al lado mía, cubriendose la cara con su brazo libre y mirando hacia el origen de aquel tornado.

- ¿¡Qué es eso!?- Preguntó.

- ¡Es Yoi!- Se giró hacia mi rápidamente.

- ¿¡Qué!?

- ¡Yoi! ¡Hijo, tú no eres así!- Oí detrás mía.

Me giré encontrandome con Mina y Levi. La velocidad del viento se realentizó por un instante y la neblina negra que le rodeaba se fue disipando  permitiendome ver su figura. Sus cejas se arquearon mostrando asombro y curiosidad. Por un momento lo vi desorientado, como si no supiera exactamente que sucedía y de donde provenía aquella voz. Miró hacia todas partes buscando el propietario hasta que la encontró, entonces empezó a observar a todas la personas que estaban presentes, hasta que llegó a mi. Su ceño se frunció y gruñó como si fuera un animal. El viento volvió a soplar con más fuerza.

- ¡Tú! ¡Fue tu culpa!- Volvió a gritar.

Aquella repentina ráfaga de viento nos pilló de imprevisto por lo que provocó que cayeramos en el suelo. Seguido de aquello, Óscar me rodeó con sus brazos formando un abrazo protector, pegó mi rostro a su pecho estrujandome contra él. Abrí los ojos con dificultad y miré de reojo a Yoi entre los brazos de Óscar. Gritaba cosas sin sentido, se tiraba del pelo y lloraba desconsoladamente.

Me sentí impotente.
Yo había provocado esto y no sabía cómo arreglarlo. Me alarmé más cuando vi, entre aquella niebla negra que se estaba volviendo a formar, que las puntas de sus dedos se volvían de color negro y avanzaban a gran velocidad tiñiendo todo sus brazos. Un grito desgarrador salió de su garganta. Temblé bajo los brazos se Óscar.

¿Qué podría hacer? ¿Qué debería hacer?

¿Qué era lo qué le pasaba?

¿Cómo podría solucionar lo que yo misma provoqué?

¿Cómo podría calmarlo?

- ¡Óscar, suéltame!- Grité

- ¿¡Estás loca!?

Leyendas de la realeza I: El mito del rey  || Editando ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora