Capitulo 14 (editado)

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El silencio inundaba la sala, sus miradas chocaban con la mía, frías y serias, llenas de odio y desaprobación. Yo mantenía mi postura, no pensaba demostrar ni la más mínima señal de miedo o inseguridad. Me negaba rotundamente.

A veces dudo de que ellos realmente sean mis padres, lo pienso continuamente, dos personas que no demuestran afecto por nadie ni siquiera entre ellos, me hace dudar sobre si de verdad soy su hija. Quiero pensar que si, que lo único que pasa es que son muy fríos y poco expresivos, pero después de tantos años realmente esa esperanza que yacía en mi se fue desvaneciendo.

Interrumpió en la sala Guillermo, andando apresuradamente seguido de Sofía y por alguna razón Óscar también los seguía. De su cara caía pequeñas gotas de sudor y sus pasos rápidos y agrandados acortaban la distancia entre él y mi padre.

- Majestad, ¿me necesita?- Su nerviosismo estaba a flor de piel.

- Si, Guillermo. Tengo curiosidad, espero que Lilianna haya hecho sus deberes.- Dijo mi padre

- Oh, sí su Majestad, incluso aprendió a bailar el vals.

- Ya era hora de que dejaras de ser una inútil Lilianna. Te costo años aprenderte un simple baile.- Comentó con una sonrisa mi madre. Mi padre rió ante su comentario.

- Majestades, le pediría por favor que no se dirigiera así a su hija, se esforzó mucho esta semana para que cuando llegarais os sintierais orgullosos de ella.

Y acto seguido de que Guillermo terminara de hablar, la mano de mi padre se estampó en su cara. Sus ojos abiertos a no poder más y sus cejas pobladas fruncidas, hacía ver que estaba enfadado y sorprendido por aquella contestación. Todo el mundo se quedo en silencio. Nadie contesto. Guillermo agachaba la cabeza mientras se sobaba su mejilla enrojecida.

- No me digas como debo hablarle a mi hija, sirviente.- Se giró y se encaminó hacía el jardín seguido de mi madre.

- Lo lamento majestades, no volverá a pasar.

Vi como mi padre se iba, como si no hubiera pasado nada, como si hubiera hecho lo correcto. No podía tratarlo así, no podía tratar a de esta manera solo por ser el rey e irse de rositas. ¡Maldita sea!

- ¿¡Cómo te atreves!?- Grité. Se giraron lentamente hasta encontrarse conmigo una vez más, desafiandoles.

- ¿Cómo has di..?- Dijo mi padre

- ¿¡Cómo te atreves a golpear a una persona que lo único que hizo fue darte un consejo!? ¡y qué por si fuera poco tiene razón!

- Lilianna, ¿qué crees que estas..?- Dijo Guillermo detrás mia.

- ¡Por ser el rey no significa que siempre lleves la razón!

- Lilianna.- Dijo con voz de advertencia mi padre mientras se acercaba a mi a paso lento.

- ¿¡De verdad crees qué todo lo que haces es lo correcto!? ¡Gracias a tus decisiones pasan estas cosas!

- Lilianna. Cállate.

- ¡Personas salen dañadas! ¡Pasan hambre! ¡Mueren por enfermedades que fácilmente podríamos curar!

-¡Lilianna cállate!

- ¡Ya no me callaré mas! ¡Trabajan desde el alba hasta el anochecer solo para ofrecerte sus únicos bienes acambio de un mísero trozo de pan!

-¡CIERRA ESA MALDITA BOCA LILIANNA!

- ¡TU PUEBLO PASA HAMBRE, TU PUEBLO MUERE MIENTRAS TU GOZAS DE TODOS LOS LUJOS POSIBLES A COSTA DE ELLOS!

Y su mano se estrelló contra mi cara con tal fuerza que acabe en el suelo. Miré hacía arriba y lo vi ahí parado, con su respiración agitada y dedicándome la mirada de odio más profunda que nunca que me dió. Me cogió de los pelos y me levantó del suelo elevándome un poco de este, chillé por el dolor y sin quererlo ya había lágrimas rodando por mis mejillas. Las puntas de mis pies rozaban el suelo. Se acercó peligrosamente a mi cara y empezó a hablar.

-Me da igual si eres mi hija o no, la próxima vez que te dignes a hablarme así, acabarás ahorcada.- Y me tiró al suelo.

Del miedo lo único que hice fue encogerme en mi misma intentando ocultar me de alguna manera de él. Mi pelo tapaba mi visión así que no pude ver aquella patada que se dirigía a mi cara. Y así su pie se estrelló contra mi cara haciendo que mi pequeña nariz empezará a sangrar y que yo sollozara aún más.

Me encontraba en el suelo temblando del miedo y llorando desconsoladamente por el inmenso dolor. Sentí unos brazos fuertes rodearme, me asusté y me separé, vi una cabellera rubia y unos ojos marrones observándome con preocupación.

- Tranquila soy yo. No te preocupes, ya se fueron.- Dijo acariciándome la mejilla donde la mano gigante de mi padre quedo marcada. Enrojeciendo casi media cara. Me abrazó y yo lo único que supe o mejor dicho pude hacer fue llorar en su hombro mojando su camisa blanca.

Leyendas de la realeza I: El mito del rey  || Editando ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora