El sol radiante iluminaba cada rincón del enorme y casi infinito jardín. Los árboles y setos recién podados dejaban asomar entre sus hojas flores de diversos colores. Pájaros revoloteaban cerca de nosotros, yendo de un lado a otro, parecía que jugaban a perseguirse los unos a los otros. Miré hacía el cielo, nubes blancas lo adornaban y el sol... el símbolo de nuestro reino, brillaba más que nunca.
Nos encontrábamos en una parte del jardín donde siempre daba la sombra, sentados en sillas de hierro pintadas de blanco al igual que la mesa redonda que teníamos delante, la cual estaba repleta de manjares. El príncipe William estaba a mi derecha y mi madre se encontraba a mi izquierda. Mientras que mi padre y el rey Roger hablaban animadamente, nosotros tres nos manteníamos callados, ninguno iniciaba conversación.
-¿Por qué tan callados muchachos?- Dijo el rey Roger con una sonrisa cálida.- Hablad, no se os cortará la lengua por emitir palabra.
A lo mejor usted no lo haría, pero he de decir que no confío mucho en mis padres.
Su hijo rió por tal comentario, en cambio mi madre se mantuvo seria y yo solo sonreí.
- Lilianna, a lo mejor mi hijo le interesaría dar una vuelta contigo por el jardín, además así tendréis ocasión de conoceros mejor, ¿te parece bien, hijo?
- Me encantaría dar un paseo, bueno, solo si usted también lo deseáis, alteza.- Me dedicó una mirada tímida e insegura. Su sonrisa mostraba nerviosismo ya que le temblaba el labio de arriba. Me transmitió ternura.
- Claro- Una sonrisa apareció en mis labios, su expresión cambió por completo a una de alegría y eso hizo que ampliara más mi sonrisa.
Se levantó de su asiento para después ofrecerme su mano para ayudarme a levantarme. Miré con el ceño fruncido su mano.
Puedo levantarme sola de una silla no estoy coja o inválida.
Ignorando su amable gesto, me levanté de mi silla y caminé alejándome del lugar, al notar que no había nadie conmigo me di la vuelta y lo vi allí parado como con cara de sorprendido, al igual que mis padres y el rey Roger. Volví a fruncir el ceño. ¿Tan raro era lo que acababa de hacer? La cara del príncipe se volvió a iluminar y caminó rápido hacía mí, dejando a su sorprendido padre y a mis, también, sorprendidos padres allí mirándonos.
Cuando llegó a mi lado me miró con una ceja levantada.
- ¿Alguna vez le han dicho que es una princesa un tanto peculiar?
- No, pero es costumbre mía querer hacer las cosas por mi cuenta, le agradezco su amable gesto, pero no hacía falta la molestia- Su sonrisa se amplió y rió un poco negando con la cabeza mirando al suelo. Me volvió a mirar.
- Sí, su alteza es muy peculiar.- Volvió a afirmar.- Me gusta eso.- Me sorprendí ante sus palabras y juraría que me puse roja porque sentía como me ardían las mejillas.- Pero si me lo permite, - Me volvió a ofrecer su brazo- me gustaría que se sujetara a mi porque al verla caminar me dí cuenta que con tacones no puede andar bien entre la tierra ¿no?
Era cierto, cuando me fui andando me tambaleaba un poco, ya que los tacones se clavaban en la tierra dificultandome el paso.
- Si me permite decirle, alteza, hay un camino justamente a unos pasos de nosotros,- dije señalando un camino de rocas lisas que recorrían todo el jardín.- Así que me temo que le tengo que rechazar otra vez.
Miró hacía donde apuntaba con mi dedo índice y abrió los ojos de sorpresa, seguro que no se había fijado antes, después soltó un bufido de resignación. Me tapé la boca con una mano para que no me viera que estaba riendo, cosa que fue en vano porque se dió cuenta.
- Su alteza es un poco dura de roer, ¿no?- Dijo en tono de burla.
- Será eso- Dije aguantándome las risas. Sonrió y revoleó los ojos.
Hizo una ademán para que empezara a andar y así lo hice. Empecé a andar en dirección al camino de rocas mientras que a unos pasos detrás mía, el príncipe me seguía. Llegué dificultosamente al camino.
Malditos tacones que me haces quedar mal. Parezco un pato mareado andando.
- ¿Bueno alteza, qué parte del jardín deseáis enseñarme primero?- Dijo parándose y mirando a su alrededor.
- Antes de nada, ¿me podría hacer un favor?
- Claro, lo que desee- Dijo mirándome a los ojos, esperando para saber lo que quería decir.
- Tutéame, no me gusta que me hablen de usted, ¿podrías hacerme ese favor?- Dije suplicandole con la mirada.
Los nobles siempre se tenían que hablar de usted, era una especie de norma o protocolo que todos debían seguir, menos cuando había confianza claro está, y como William y yo nos acabamos de conocer posiblemente se negaría.
- ... Delante de nuestros padres no lo haré, ¿de acuerdo?- Dijo con tono de advertencia, yo asentí frenéticamente. Mi sonrisa se hizo presente y fue tan amplia que sentía que las comisuras de los labios llegarían a las orejas.- Sin embargo...- Añadió, mi sonrisa se borró en aquél instante ¿sin embargo qué?- tú también me tutearás, a mi tampoco es que me agrade eso de que me traten tan "educadamente".- Dijo rascándose la nuca con una sonrisa incómoda. Yo le extendí mi mano derecha.
- ¿Trato hecho?- Se me quedó mirando la mano un rato, cuando me miró a los ojos le sonreí segura. Cogió confianza y me dio la mano.
- Trato hecho- Afirmó con una sonrisa.
Deshicimos el apretón de manos y nos reímos. Empezamos a andar por el camino de rocas lisas adentrandonos en el gran y hermoso jardín.
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Leyendas de la realeza I: El mito del rey || Editando ||
FantasiCuando el rey decide comprometerla por conveniencia, huye para poder vivir lejos de aquel extraño sitio al que una vez llamó hogar. Sin propósito ni meta más que no ser descubierta, emprende una búsqueda para encontrar aquella criatura que recurre...