Abrí los ojos con dificultad. Cuando mi vista dejó de ser borrosa miré a mi alrededor. Estaba en un cuarto. Las paredes eran de madera oscura y los muebles que lo complementaban del mismo material, aunque de un color más claro. Tenía todo lo indespensable para un cuarto. Un armario, un espejo, la cual yo veia cosiderablemente pequeño, y una mesita de noche al lado de la cama en donde me encontraba y que hace unos segundos vi. Al lado de la cama había una ventana por donde la luz de la luna pasaba haciendo que pudiera ver toda la pequeña habitación. Me asomé por la ventana y no vi a nadie ni a nada más que árboles y arbustos, eso era buena señal.
Escuche murmullos y mi mirada se dirigió hacía el interior de la habitación viendo, tras mucho esfuerzo, a un cuerpo tumbado en el suelo muy pegado a mi cama con una manta echada encima y un cogincito. Por su cabellera rubia supe que era Óscar.
Suspiré aliviada.
Me dio lastima verlo en el duro suelo con su ceño fruncido y maldiciendo en sueños. Aunque a la vez me hizo gracia. Intenté levantarme y ponerme a su lado, pero mi intento fue en vano. Un dolor inmenso se hizo presente en mi pierna. Levanté la fina manta y vi casi todo mi gemelo vendado.
¿Tan grande había sido la herida? Me pregunté horrorizada.
Intentando ignorar el dolor me asomé por el borde de la cama volviéndolo a ver. Sería muy cruel dejarlo dormir en el suelo cuando es su propia casa y sobretodo cuando me salvó la vida. Así que sin pensármelo dos veces estiré mi brazo para poder despertarlo. Rozaba con las punta de mis dedos su camisa, esto no funcionaría. Empecé a llamarlo, en una tonalidad bastante baja, sin querer despertar a nadie más. Estuve así un rato y al ver que lo único que conseguía era que esas maldiciones que decía en sueños fueran cada vez más groseras, decidí aguantarme un poco el dolor.
Destapé mis piernas y con cuidado intenté quedar sentada al filo de la cama. Con cada movimiento que hacía parecía que alguien me estuviese clavando cien cuchillos a la vez. Me levanté sin apoyar mi pierna herida y cojeé hasta su lado. Cuando llegué a mi destino me senté estirando las dos piernas. Lo encontré incómodo pero solo sería por un rato.
Vi su rostro. Tenía cara de enfadado y normal que estuviera así, hemos tenido una noche dura y más él. Esta dejando atrás todo por hacerme feliz, organizó aquel estratégico plan para poder salir, me guió (o mejor dicho me llevó) hasta llegar aquí, curó mi herida y se declaró inderectamente... todavía no sé qué responderle.Acaricié suavemente su pelo y me incliné un poco para que me oyera sin problemas.
- Óscar...
- Mmm...- Se quejó. Reí.
- Óscar, ven a dormir a la cama conmigo.- Dije. Sonrió de repente ¿esta despierto o no? Murmuró algo que no logré entender y me reí. Había cambiado su expresión totalmente. A lo mejor puedo divertirme un rato.- Óscar ayúdame, me han atrapado. No quiero morir, Óscar.- Supliqué en susurro. Volvió a fruncir el ceño volvió a decir cosas intendibles. Casi muero, pero de la risa. Empezó a moverse como si le estuviera pegando a alguien pero paré de reír cuando de sus ojos empezaron a salir lágrimas
Me pasé.
Me encorve un poco para ponerme a su altura y le cogí de una mano, mi otra mano libre fue a parar a una de sus mejillas húmedas limpiando sus lágrimas. Pegué mi frente con la suya, se fue tranquilizando.
- No te preocupes, estoy bien. Estoy a tu lado.- Dije con voz calmada. Sentí como pasaba su mano por mi espalda y me abrazaba fuertemente.
- Menos mal que estás bien.- Susurró mientras se le escapaba algún sollozo. Me separé de él y vi que todavía caian lágrimas.
¿Tan malo había sido el sueño?
- Lo siento mucho...- Se me lanzó para abrazarme fuertemente y estrecharme entre sus brazos. Tras un rato lo separé y le miré con una sonrisa para tranquilizarlo.- Duerme conmigo, por favor.
Se sorprendió un poco pero extrañamente aceptó sin rechistar. Me cogió entre sus brazos y me tendió en la cama, se quedó mirándome. Sacudió su cabeza saliendo de sus pensamientos rescostandose al lado mio. Como la cama era solo de una plaza tuvimos que juntarnos mucho. Él me abrazaba y yo estaba acurrucada en su cálido pecho. Su mentón estaba apoyado en mi cabeza y mi pierna herida estaba encima de su pierna, para que no recibiera ningún golpe. Su respiración era profunda e irregular, al igual que el sonido de su corazón. Estaba nervioso.
- Óscar.- Lo llamé.
- Dime.
- Muchas gracias por todo.
- Ya sabes la razón por la que hago esto, así que no hay por qué darlas.
- Claro que si, debo agradecértelo.- Dije contradiciendolo. Él rió.
- Sí por mi fuera, un "gracias" no me bastaría como agradecimiento.
Mi cara empezó a arder ¿Qué quiso decir? Dios mio, como sea lo que estoy pensando me muero de la vergüenza, ¿de verdad insinuó eso?
- Eh, tranquila enana, que no me refería a eso. A mi con tenerte cerca me basta y me sobra.
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Leyendas de la realeza I: El mito del rey || Editando ||
FantasiCuando el rey decide comprometerla por conveniencia, huye para poder vivir lejos de aquel extraño sitio al que una vez llamó hogar. Sin propósito ni meta más que no ser descubierta, emprende una búsqueda para encontrar aquella criatura que recurre...