Capitulo 44

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Tocaba la fría arena con las yemas de mis dedos, era agradable al tacto. Conseguía ver algo gracias a la fogata que Óscar después de horas consiguió encender. Estábamos sentados en la arena en silencio, hacía horas que anocheció y hacía horas que nos comimos a aquel conejo. Óscar como siempre no me dejaba hacer nada, ni siquiera cocinar o ayudarle con la fogata. De vez en cuando nuestras miradas chocaban pero al momento de hacerlo por alguna razón las apartabamos. Para romper un poco el hielo, cogí mi alforja y busqué el libro, cuando lo encontré me senté cruzando mis piernas y abrí el libro.

- Ven, leamos juntos.- Le dije. Se levantó y se sentó a mi derecha cruzando también sus piernas. Acercó su cabeza para poder leer.

-¿Por dónde te habías quedado?- Preguntó. Busque la página exacta y ahí señalé el papel.- Esta bien, entonces, procede.

- 《Encontrándose sola en medio del desierto y tras días sin agua ni comida, Atari se vió a lo lejos un pequeño oasis y empezó a correr desesperadamente hacía él, rezando para que no fuera una alucinación. Cuando llegó buscó agua y de ella bebió saciando su sed. Lo que no esperaba era que en aquel hermoso lugar plantado en medio del desierto habitara gente, por suerte para la muchacha no eran peligrosos, eran una pequeña familia que se había instalado en ese lugar tan exótico hace generaciones. Aseguraban que aquel oasis era mágico, aunque Atari no se lo creyó mucho hasta que ella misma vió de lo que se trataba, las plantas daban frutos enseguida sin necesidad de esperar ni siquiera cinco minutos, el lago por la noche iluminaba todo el lugar dejando una perfecta visión en las noches y cada quince días el oasis a medianoche aparecía en otro lugar del desierto.

Cuando recuperó fuerzas se despidió de aquellas amables personas, las cuales habian cuidado de ella todos esos dias, y volvió a emprender otra vez su camino. En el tiempo de su hospedamiento en el oasis consiguió saber, gracias a ellos, como llegar hasta el templo, le dieron el consejo de seguir el mismo camino por donde se escondía el sol en los atardeceres, y así lo hizo. A los pocos días ya se encontraba delante de aquel monumental templo.》

- ¿Un oasis que cambia de lugar cada quince días? No sé Lilianna, eso me parece falso.- Puse los ojos en blanco y suspiré.

- ¿Todavía no te crees de que esto sea verdad?

- Yo solo digo que todo esto es muy raro y que ese libro lo habrá escrito algún loco, porque esas cosas no se le ocurren ni al mejor escritor de mundo.

- Ahg, como eres de verdad.- Me quejé.- En el pasadizo secreto de tu casa había dibujos y símbolos extraños, y no creo que haya sido una casualidad que en uno de esos dibujos  apareciera un dragón, una mujer y un niño con unas alitas de dragón.

- Bueno lo que tu digas, yo solo he entrado ahí dos veces en mi vida pero nunca vi esas cosas en las paredes y eso que las pocas veces que estuve allí me pateé todo el lugar.- Volví a suspirar mirando molesta.- ¿Qué?

- ¿Has terminado ya? No es que no me encante oír el por qué dudas de que todo esto sea real cuando hay varias cosas que lo demuestran, pero es que me interesa más lo que pone en el libro que las tonterías que sueltas cada vez que decides abrir la boca.- Quiso articular palabra alguna dispuesto a contraatacar, pero antes de que pudiera hacer tal cosa proseguí leyendo-《Tras varios días caminando a pleno sol, sin apenas descansar, y por supuesto, siguiendo al sol poniente en todo momento como le había dicho esa amable familia, llegó a encontrarse con un gran templo hecho de piedra, con marcas extrañas esculpidas en sus paredes, de las cuales salía una leve luz blanca. Sabía que había llegado al lugar indicado. Se adentró en aquel lugar observando a su alrededor viendo como las piedras de las paredes estaban deterioradas y regastadas, seguramente por las ventiscas de arena. Encontró el diamante y salió de allí corriendo, temiendo de que cuando tuviera en sus manos aquella piedra preciosa ocurriera una desgracia. Corrió lo más que pudo por el camino de donde había veni...》- Me detuve al oír como unos fuentes ronquidos se escuchaban al lado mia. Giré la cabeza encontrándome con un Óscar profundamente dormido sobre la arena. Gruñí enfadada. Este hombre es increíblemente insoportable. Dejé el libro a mi lado y me tumbé al lado de él.

Le miré con el ceño fruncido esperando que él estuviera fingiendo, al poco tiempo me di cuenta de que no era así, se quedó dormido de verdad y sus sonoros ronquidos me lo afirmaban. Aprovechando que estaba al lado suya y que hacía un poco de fresco, me acerqué a él y le abracé por el constado, apoyando mi cabeza en su hombro. Pronto yo también me dormí.

Leyendas de la realeza I: El mito del rey  || Editando ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora