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Todo lo que sé es que Lizzy era la imagen perfecta del estereotipo de una rubia: boba y sensual. Una vez la idiota se cayó encima de mí y su torso tapó mi rostro. Casi me asfixian sus enormes senos.
Admito que tenerla de amiga me traía ciertas ventajas, pero no era todo perfecto. Como mejor amigo había visto todos sus intentos por encontrar el amor. Sí, todo el mundo solía notarla por su cuerpo pero para ser franco, era culpa de ella. Aunque si me lo preguntaran a mí, diría que tenía muchas cosas buenas. Más de las que todos veían.

Ella sabía que no era precisamente la persona más brillante, y que estaba más expuesta a equivocarse, pero no por eso dejaba de intentar hacer ciertas cosas. No solía darse por vencida. Si esa no era su mayor virtud, no sabía entonces cuál otra podría ser.

Las personas pensaban que ella estaba conmigo por lástima. Al principio lo pensé hasta que me convencí de que su mente era como la de una niña de 5 años. No solía ver más allá de las cosas. Y pecaba de inocencia en muchas ocasiones.

Como dije antes, me sabía su lista de exnovios de memoria. Cada uno era más patán que el anterior y así sucesivamente. Era probablemente la persona que más había salido con idiotas en toda su vida. Y como yo era un buen chico y un grandioso amigo, decidí que era mi deber conseguirle un novio. Uno bueno.

— ¿Un novio?— me dijo ella, con su voz aguda, mientras estaba en la cafetería de la escuela.
— Sí— dije—. Tal vez pueda conseguirte uno.
— Puedo hacer eso yo misma— dijo.
— Sí, pero creo que es mejor que...
— De verdad puedo— me interrumpió, luego se giró hacia todas las personas que estaban en el lugar y gritó— ¿Alguien de aquí quiere salir conmigo?

Inmediatamente muchos sujetos se acercaron diciendo que ellos querían. Se empujaban unos con otros para llegar primero.

— ¡Largo de aquí, desgraciados!— les dije, ellos se alejaron decepcionados.
— Te dije que podía— dijo Lizzy.
— Ya lo sé. Lo que trataba de decirte es que tal vez tú podrías dejar que yo te ayudara a encontrar el amor.
— De acuerdo— me sonrió.

Me propuse encontrarle a Lizzy un sujeto. Ya saben, para cada roto hay un descosido, así que pensé que el hombre ideal de mi amiga podría estar en cualquier lado. Sólo tenía que abrir bien los ojos.

Luego de analizar a todas las personas encontré a un buen candidato. Era un chico llamado Alex. Era atractivo y amable. Tenía un mechoncito de cabello pintado de verde, lo que no me gustaba pero pensé que tal vez podría convenserlo de que así lucía como un pandillero y entonces él se lo cortaría. Además usaba anteojos de pasta gruesa, que lo hacían ver inteligente. También tenía muchas personas alrededor, con muchos amigos.

Investigué sobre él. Era una buena persona, al parecer. Nadie me decía lo contrario. Indudablemente se vería bien al lado de Lizzy.

En un receso de clases, lo confronté.

— Hola— le dije, él, que iba saliendo del baño, me miró atentamente—, ¿Puedo preguntarte algo?
— Supongo— dijo luego de mirar atrás de sí para ver si sí me estaba dirigiendo a él.
— ¿Estás saliendo con alguien?
— No— dijo extrañado, hasta cierto punto incómodo.
— Eso es bueno— dije— ¿Quieres salir con alguien?
— ¿Intentas insinuarme algo?— dijo.
— Más bien proponerte— corregí.
— Lo siento— dijo—. De hecho eres muy lindo pero ahora no tengo intenciones de salir con nadie.
— ¿Qué?— dije, confundido.
— Voy a irme de la escuela. Lo siento— dijo antes de desaparcer por el pasillo.

Lo observé irse. Me quedé pensando en lo que pasó. Luego de repasar sus palabras lentamente, entendí. Genial, él pensó que era yo el que quería salir. Lo más aterrador era que de no ser porque iba a cambiarse de escuela, no sabría qué pudo haber pasado. Hasta me dieron escalofríos.

Mi primera decepción amorosa. No entendía porqué las chicas hacían mucho drama por eso, me había rechazado y me sentía muy bien.

Estaba por buscar una segunda opción cuando mi teléfono sonó. Lo tomé. Un mensaje de Connor. Me pareció raro que respondiera mi mensaje luego de varios días después de que yo le enviara el mío.

"¿Leiste el libro?"

No, no lo había hecho. Ese libro era para chicas. Lo sabía porque Victoria tenía ese mismo tomo y muchos otros de su autora. Ella suspiraba mientras lo leía.

No respondí. Tenía antes que encontrar al chico ideal para Lizzy.

Pasaron varios días después de eso. Ninguno parecía perfecto. Mi escuela estaba llena de esperpentos. Por otro lado, Alex de verdad dejó la escuela. Menos mal, ese sujeto me daba miedo.

Planeaba darme por vencido y decirle a Lizzy que fallé en mi misión. Así que decidí ir a visitarla a su casa. Estaba en eso cuando en medio de la acera me encontré con Connor, que caminaba apresurado. Se detuvo y yo también.

— Hola— dijo.
— Qué extraño verte por aquí— dije.
— Es más extraño para mí— dijo—, pensé que estabas muerto.
— ¿Muerto?
— Sí. No respondiste mi mensaje. Deduje que moriste.
— Tú tardaste mucho en contestarme. No debiste esperar que yo contestara tan rápido.
— No sabía que eres vengativo— dijo.
— Más de lo que te imaginas. Ahora, si me disculpas, tengo que irme.
— ¿Quieres que te acompañe?
— No.
— ¿Por qué?— dijo.
— ¿No es obvio?
— No— dijo, tranquilo.
— ¿Acaso a ti te gustaría que yo te acompañara a donde sea que ibas antes de encontrarte conmigo?
— Me vendría bien tener compañía.
— Pues a mí no— dije molesto.
— Es una lástima. Pensé que te veías solitario.
— Tú te ves solitario. Es más, estoy empezando a creer que nadie te quiere. Cada vez que te veo estás solo— dije.
— Disfruto de la soledad.
— ¿Entonces por qué querías que te acompañara?
— Por que pensé que podría ser divertido.
— Pues ve a divertirte con alguien más. Yo no tengo tiempo. Además de que probablemente ibas a hacer algo aburrido.
— Voy a visitar a una compañera de la escuela. Luego iba a estudiar.
— Como dije, aburrido.
— No es aburrido. Y tú tendrás que hacerlo quieras o no cuando vayas a la universidad.
— ¿La universidad? Pensé que dedicabas tu tiempo a acosar a pobres e indefensos chicos en silla de ruedas que no pueden escapar de ti porque lamentablemente no son muy rápidos.
— Tú eres todo menos indefenso. Y no acoso a nadie. Simplemente coincido contigo, lo que me parece muy curioso.
— Da igual— dije, cansado—. Tengo que irme. Y tú también, tienes que ir con tu novia.
— No es mi novia. Es mi compañera.
— Desde luego. Seguramente la pobre chica ya no te soporta.
— Eso no lo sé. Victoria no habla mucho conmigo.
— ¿Victoria?— dije— ¿Es una chica rubia de ojos azules?
— En efecto. ¿La conoces?
— ¿Tú no le agradas?
— Nunca dije eso.
— Qué raro...

Era sorprendente saber que a mi hermana no le agradaba Connor. Es decir, desde un punto de vista imparcial él era agradable. Aunque no conocía muy bien a Victoria como para decir qué le gustaba o no.

— Te acompañaré— dije.

Todo lo que séDonde viven las historias. Descúbrelo ahora