34.

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El doctor Harper me dijo una vez que el amor solía cambiar a las personas. Y que en algunas causaba estragos horribles. Como su hermano, que terminó siendo mi vecino de habitación de hospital. El amor lo llevó ahí.
Sin embargo, yo estaba plenamente seguro de que a mí me había vuelto mejor persona. Una más feliz, al menos.

Aún seguía en ese hospital. En esa misma habitación. Sin que pareciera que nada fuera a cambiar. Sin embargo, ya había cambiado todo. Literalmente todo. Cada aspecto de mi vida había cambiado de manera tan asombrosa, tanto que no hubiera podido imaginarlo ni en mis sueños más salvajes.

Tenía que quedarme ahí toda una semana. Todo por el maldito ataque cardiorespiratorio. Me quejé de mil formas. El doctor Harper dijo que era necesario para evitar complicaciones.
Tuve que aceptar mi destino.
De hecho no quería aceptarlo pero Connor dijo que debía y no quise contradecirlo.

Él, por otra parte, tuvo que regresar a la escuela. Tampoco quería. Y si me hubiera pedido mi opinión lo habría convencido de que se quedara. Aunque no era bueno para él perderse tantas clases. Sin embargo, siempre iba por las tardes a verme. Mi mamá se la vivía ahí aun cuando le dije que no era necesario. Papá iba en las noches. No vi a Victoria casi en esa semana, debía ser porque según Connor, la época de exámenes se avecinaba.

Me sorprendió que fuera a visitarme Lizzy. Acompañada de Jace.

— No te ves nada bien— me dijo Lizzy.
— Curiosamente me siento de maravilla— dije.
— Yo creo que nadie se ve bien en un hospital— dijo Jace—, es como si la atmósfera del lugar absorbiera tu energía vital.
— Tienes razón— dije—, me siento menos poderoso.
— De todas formas— dijo Lizzy—, no te vuelvas a poner mal.
— ¿Qué pasa con todo el mundo? ¿Creen que estoy aquí por gusto?— dije enojado.
— Creo que lo que trató de decir Elizabeth— dijo Jace— es que deberías cuidarte más. ¿Qué estabas haciendo para quedar así?
— Peleaba para liberar al mundo de una amenaza alienígena— dije, serio—. Gané pero uno de esos aliens me dio un golpe fulminante. Gracias a una reconstrucción total de mi cuerpo, aquí estoy. Pero como pueden ver, no hubo tanto presupuesto como para reparar mis piernas así que sigo sin poder caminar. Lo bueno es que me dieron permiso para faltar a la escuela. Y la posibilidad de comer todo el helado que quiera.
— ¿Incluso para desayunar?— preguntó Lizzy.
— Inclusive. Mis superiores en el comando estelar son muy generosos con sus héroes de guerras.
— Eso suena bien— dijo Jace—. Me agrada que te lo tomes de una buena manera.
— ¿Cuándo saldrás de aquí?— dijo Lizzy.
— No lo sé. Mamá sabe— dije.
— Iré a preguntarle— dijo ella.

Salió del lugar. Me quedé solo con Jace.

— Entonces— dijo—, debes casi morir de aburrimiento aquí.
— Algo así. Aunque es mejor que casi morir de verdad— sonreí.
— Desde luego— se sentó en mi cama. Lo observé—. En verdad me alegra que estés bien.
— Gracias por preocuparte— dije—. Pero no va a pasarme nada nunca. Soy invencible.
— Ya veo— sonrió—. Definitivamente lo eres.

Nos quedamos mirando. Jace era muy amable.

— Gracias por venir— le dije.
— Tenía que hacerlo. No iba a dejar que murieras de aburrimiento.
— Oh, que buen amigo eres.
— Por supuesto— sonrió—, deberías de amarme.

La puerta se abrió de golpe. Tanto que me asusté.

— Hola Connor— dije, cuando lo vi.

Él no dijo nada. Sólo tenía una cara de absoluta indiferencia.

— Él es Jace— le dije.
— Hola— dijo Jace. Connor no respondió.

Estaba empezando a preguntarme lo que estaba pasando cuando Lizzy y mi mamá entraron. Jace dijo que ya era tarde y que debía irse. Lizzy se fue con él luego de despedirse.
Mamá decidió acompañarlos a la puerta.

— ¿Victoria vino contigo?— le pregunté a Connor.
— ¿Qué hacía él aquí?— preguntó.
— ¿Quién? ¿Jace?
— Él. ¿A qué vino? No es como si fuera tu amigo por mucho tiempo.
— Supongo que quiso verificar que aún estoy vivo. Es muy amable.
— ¿Amable? No, claro que no— dijo condescendiente.
— ¿A qué te refieres?
— Por favor, es tan obvio.
— No estoy entendiendo nada— dije.

Me miró.

— Tal vez es mejor así— dijo.

Estaba por preguntarle sobre qué cosa, cuando Victoria entró.

— ¿Puedo preguntarte algo?— le dijo ella a Connor—. Sobre la escuela.
— Claro— dijo él.

Ambos salieron del lugar.
Me pareció tan extraño. ¿Por qué a Connor le importaba lo que hiciera Jace? Tal vez no le agradaba.

Mamá entró.

— ¿Por qué Connor lucía tan molesto?— dijo.
— ¿Te pareció que estaba enojado?— dije.
— Muy levemente. Es como tu padre, cuando está molesto su cara no lo refleja pero siempre tiene el seño levemente fruncido. Así se veía Connor.
— Pensé que se veía raro, pero no imaginé que estuviera molesto...
— ¿Pasó algo entre ustedes?— preguntó ella.

¿Además del hecho de que lo amaba y de que nos besamos? No realmente, pensé.

— No lo creo— dije.
— Deberían de hablar. Y tú deberías no ser tan despistado— dijo antes de salir de la habitación.
— ¿Qué?— dije.

Me quedé pensando en eso. Sin duda era extraño. Pero decidí no darle importancia. Pasó un buen rato. Victoria entró a mi habitación. No dijo nada. Se dirigió a cambiarle el agua a unas flores que estaban junto a la ventana.

— ¿Y Connor?— le pregunté.
— Se fue— dijo.
— ¿Sin despedirse? ¿Por qué? ¿Crees que está molesto conmigo?— dije afligido.
— ¿Por qué se molestaría contigo?— dijo.
— No lo sé. Tal vez hice algo que no le gustó. Y eso me tiene preocupado. No quiero que me odie.
— No te odia— dijo, seguía ocupada en las flores.
— ¿Crees eso? ¿Te dijo algo de mí?
— No dijo nada. Pero no hace falta. A ti nadie podría odiarte.

La miré. No solía hablar con mi hermana nunca y siempre pensé que tal vez no teníamos mucho en común. Pero quizá simplemente nos hacía falta más comunicación. Y ella no era mala persona. Era mi hermana. Y la quería.

— Ojalá sea así— dije, contento.
— No lo dudes— dijo ella—, todos te quieren mucho.

Salió de la habitación. Miré las flores. Me sentía mejor. Debía hablar con Connor. Si había algún problema, lo solucionaría.
Porque decidí que no dejaría que hubieran más malentendidos.

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