12.

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Todo lo que sé es que odiaba el chocolate. Pero amaba el olor. Por eso, decidí llevar a Connor a la tienda de la familia de Lizzy, después de unos días desde que me había llevado al lago. Quería que la viera, que se conocieran, que se enamoraran, que se casaran y que tuvieran pequeños y simpáticos niños. Y desde luego yo sería su tío favorito. ¡Sería genial!

La tienda se llamaba "Choco Miau" y estaba ubicada en una calle famosa por estar llena de negocios deliciosos. Desde pasteles hasta licores. De todo un poco.
Entramos luego de que Connor admirara el pintoresco lugar al que lo había llevado.

— ¡Huele muy bien!— dijo.
— Lo sé.

Lizzy, estaba detrás del mostrador, limpiando una repisa. Se giró luego de que una campanita en la puerta le indicó que habían clientes.

— Pero si es Andrew— dijo—, ¿Vienes a comprar chocolate?
— Algo así— dije.

Ella se acercó a mí. Miró a Connor. Y él la miró a ella. Fue sólo un segundo el que tardaron en darse cuenta de que no se interesaban para nada. ¡Nooooo! ¡Mi plan falló! ¿Por qué? ¡Adiós a mis sueños de ser el tío favorito!

— Él es Connor— dije, decepcionado—. Ella es Lizzy— me dirigí a ella.
— Hola— le dijo ella—, no pensé que Andrew tuviera más amigos, siempre está deseándole la muerte a todo el mundo.
— Sorpresivamente es cierto— dijo Connor.
— No quería que se conocieran para que hablaran mal de mí— dije, molesto.
— ¿Entonces para qué?— dijo Lizzy.

Definitivamente no sentí alguna conexión entre ellos. Simplemente se miraron como cuando dos personas desconocidas se veían. Yo quería que se vieran como lo hacían mis felices padres, que ponían ojos de borreguito y corrían a abrazarse. Culpé a Connor. ¿Cómo es que no podía fijarse en alguien tan sexy como Lizzy?

— Para que Connor conociera los mejores chocolates del mundo— dije.
— Eso es cierto— dijo Lizzy.

Ella decidió mostrarle la tienda. Era pequeña pero bonita. Connor parecía maravillado con tantas variedades de chocolates que no veía mi inminente decepción.
Lizzy fue a atender a unos clientes que llegaron poco después de que nosotros entramos.
Connor se acercó a mí.

— Éste es uno de mis lugares favoritos— le dije—. Vengo aquí cuando quiero chocolate gratis o molestar a Lizzy.
— ¿Para qué quieres chocolate gratis?
— Para mis felices padres. Les encanta. Cambiando de tema, ¿Qué piensas de Lizzy?
— Es simpática.
— ¿Sólo eso?
— Parece saber mucho sobre chocolate.
— Es lo único que sabe en ésta vida. Pero además de eso, ¿No hay nada más?
— ¿Debería haber algo?— dijo.

Connor no veía lo que yo quería. Supuse que debía aceptar lo imposible.

— Hay que irnos— dije.
— ¿No vas a despedirte de Lizzy?
— No, la voy a ver mañana, no vale la pena.

Salí del lugar. Me sentí frustrado. Me subí al auto. Con ayuda de él, para mi desgracia.

— Si hice algo mal para ponerte tan enojado, dímelo— dijo.
— No, no hay nada— dije.
— ¿Seguro?
— No estoy molesto.
— Pareces molesto.
— Si te digo que estoy bien es porque lo estoy— dije, conteniendo mi ira.
— No te creo— concluyó.
— Escucha, querido Connor— le dije, fingiendo tranquilidad—, cuando seas culpable de mi mal humor nunca me preguntes si estoy molesto porque haces que mágicamente me enoje más, ¿Entendido?
Él me miró consternado.

— ¿Y ahora qué hice?
— Nada. Ese es el punto. Ahora, conduce.
— No. Vas a decirme qué pasa.
— Genial— dije—. Me bajaré y ya. Suerte explicándole a mis padres el por qué llegué tan tarde a casa.
— No, espera. Bien, no quieres hablar. Entiendo.

Comenzó a conducir. Seguí sin hablarle. Estaba tan molesto que no me di cuenta de que no sabía en donde estaba. Miré por la ventana preocupado.

— ¿En dónde estamos?— dije, no me respondió—, Hay que pedir indicaciones.
— No voy a bajarme a preguntar.
— De acuerdo. Lo hago yo.
— Sé en dónde estamos— dijo.
— Sí, bien perdidos.
— No estamos perdidos, sólo en un lugar al que nunca has ido.

Lo miré iracundo. ¿De verdad? ¡No me digas!
Miré por la ventana: paredes grafiteadas, basura por doquier y pandilleros mirándonos siniestramente.

— ¿Qué le pasó a éste lugar?— dije— ¿Les pasó un tornado encima o qué?
— Sólo es un lugar un poco desordenado.
— ¿En verdad? ¿Y esos sujetos de ahí? ¿Vas a decirme que no están golpeando a ese otro tipo? ¿Qué le hacen, tratan de mostrarle su afecto a puñetazos?
— ¿Por qué estás tan molesto? Si es porque no le agradé a tu amiga, lo lamento mucho, pero para ser sincero ella tampoco me agradó a mí.
— ¿Lizzy no te agrada? ¿Cuándo planeabas decirme?
— ¿Cómo iba decirte si estás muy molesto?
— ¿Algún otro secreto que tengas?— dije, más molesto que antes—, ¿Trabajas para el gobierno? ¿Eres Batman? ¿Tu familia es mafiosa? ¿Planeas matarme y arrojar mi cuerpo al mar?
— ¡Claro que no! ¡Y ya te dije que mi familia no es mafiosa!
— ¿Cómo puedo saberlo yo?
— Andrew— me dijo, intentaba tranquilizarse—, te estás poniendo insoportable.
— ¿Eso es lo que piensas de mí?— dije— ¡Debí hacerle caso a mi madre cuando me dijo que me quedara a ayudarla en la cocina!
— ¿Qué tiene que ver tu madre con nosotros?
— ¡Con ella no te metas!
— ¡Ya basta!— dijo, molesto, estacionó el auto a un lado del camino—, ¡Dime qué te molesta tanto!
— ¡No es nada!
— ¡Pero dijiste que yo era el culpable de tu mal humor!
— ¡Lo eres!
— ¡Pues dime!
— ¡Es que no tiene nada que ver contigo!— casi le grité— ¡No hiciste nada malo! ¡Es sólo que yo me molesté a mí mismo y ya!

Me miró. Y yo a él. Nos quedamos callados. En silencio. Un muy incómodo silencio.

— No me veas— le dije—. Es vergonzoso— traté de ocultar mi cara.

¿Qué estaba haciendo? Sólo había descargado mi estrés por no obtener lo que quería en él. ¿Desde cuando me volví un niño mimado?

— Está bien— dijo—. Lamento todo lo que pasó, sea lo que sea.
— No— dije—, yo lo siento. Me porté como un niño, en verdad lo lamento. Es sólo que últimamente las cosas no salen como quiero. Y soy un chico en silla de ruedas, todo había salido como yo quería desde que tengo memoria. Supongo que tengo que acostumbrarme a la decepción.
— En verdad lamento no haberle agradado a Lizzy— dijo.
— No, no es tu culpa. Tú eres listo. Ella es boba, debí saber que no compaginarían bien.

Menos mal que él no sabía que mi mal humor se debía a que no logré que se enamoraran.

— ¿Puedo hacer algo para compensar mi injustificado enojo?— le dije.
— De hecho, sí.
— ¿Qué cosa?

Se acercó a mí. Por un momento pensé que quería tomar algo por donde yo estaba hasta que comprendí que lo que quería tomar era a mí. Me rodeó con sus brazos. Hasta que quedé pegado a su pecho. ¿Está abrazándome? ¡Está abrazándome!

— ¿Qué... qué... haces?— dije.
— Te abrazo.
— ¿Por qué?
— Porque necesito un abrazo.
— ¿Sólo por eso?
— Sí. ¿Necesito otra razón?

No, pensé. Realmente no.

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