Mi feliz mamá era una mujer común. Mi feliz papá también era un hombre común. Supongo que no siempre fueron así de felices. En algún momento de su vidas debieron ser personas llenas de emociones negativas, pero tuvieron que reprimirlas porque temían deprimir a su hijo discapacitado. Me gustaba pensar que tal vez sí eran felices de verdad. Que no estaban fingiendo. Pero no era así. La mayoría de las personas no estaban felices todo el tiempo. Así que debía ser mi culpa. Debía ser difícil estar así siempre. Nunca les reclamé nada. No podía hacerlo. Si se comportaban de esa manera era por mi culpa.
Podía jurar que ellos me odiaban. Hasta yo me odiaría. Les arruiné la vida. Mamá pudo seguir trabajando pero renunció a eso porque yo exigía muchos cuidados. Aunque trataba de aprender a cuidarme solo, no podía hacerlo en su totalidad. Dependía aún de ella.
Y papá debió continuar con su carrera política pero no lo hizo porque no quería dejar la ciudad. Mudarse era complicado, debía encontrar una casa apropiada para mí o remodelarla, lo que llevaría tiempo y dinero. Él pudo ser senador. O presidente. O un malvado dictador. Sólo no tuvo oportunidad.— Connor— dijo la senadora, una mujer de mediana edad de rostro carismático que vestía un impecable traje sastre a juego con su cabello oscuro—, ¿Qué haces aquí? ¿Y la escuela?
— Hoy es un día feriado— dije, él se veía tenso—. No hay clases.¿Por qué me trajo con su madre si no sabía qué pretexto usar para justificar que no fue a la universidad?
— ¿De verdad?— dijo ella—, ¿Qué se celebra hoy?
— El día de la marmota— dije rápidamente, sin pensar.
— ¿La marmota?— dijo ella, perspicaz—, ¿Hasta las marmotas tienen su día?
— Son animales importantes— dije, estaba tan nervioso que sudaba frío.
— ¿Estás muy ocupada?— dijo Connor al fin—, ¿Te molesta que haya venido?
— ¡Para nada!— dijo ella, contenta—. Siempre quise llevarte a mi trabajo pero nunca quisiste. ¿A qué se debe ese cambio?
— Pensé que a Andrew le gustaría conocerte.Claro que sí, quise decirle. Me mataban las ganas por conocer a su madre terrorífica.
— ¿Es tu amigo?— dijo ella.
— Soy Andrew— dije.
— Bonito nombre— dijo ella, estrechó mi mano.
— Se lo debo a un gato.
— ¿Perdón?— dijo, confundida.
— El padre de Andrew trabaja aquí— interrumpió Connor.
— Entonces no lo conozco. Estoy de paso por la ciudad— dijo ella.
— ¿Significa que no va quedarse?— dije.
— ¿Aquí?— dijo ella, riéndose absurdamente—, ¿Con éstos brutos barbajanes?Lo dijo tan fuerte, que todos los que estaban ahí se giraron a verla. Con odio.
Yo simplemente no podía creer lo que escuchaba.— ¡Mamá!— la reprendió Connor.
— Es la verdad— dijo ella—. De ninguna manera me quedaría con unos sujetos tan retrógradas que no votaron por mí cuando quería ser candidata a alcaldesa de la ciudad. Prefiero morir. Mejor dicho, prefiero que ellos mueran. Sin ofender— se dirigió a mí—, seguro tu padre es buena persona.
— Eso me gustaría pensar— dije, aún confundido.
— Mamá, deja de decir esas cosas, hay muchas personas que te están escuchando ahora. Y a muchas no les agradas— dijo Connor.
— ¡No me importa!— dijo antes de reír sonoramente.La madre de Connor no se parecía a Connor. No tenía ese aire tranquilo y sereno de él. Se veía sofisticada y con un rostro confiable, lo que seguramente la llevó a conquistar el senado, pero definitivamente no era tan prudente como su hijo.
— ¿De verdad usted es senadora?— dije.
— ¿Lo dudas, niño?— me dijo, atenta a mi semblante.
— Un poco.
— ¿Quieres que tu padre pierda su trabajo?
— ¡No, no quiero!— dije, asustado.
— ¡Qué bueno porque no puedo hacer eso!— volvió a reírse muy fuerte.
— ¡Mamá!— dijo Connor—, ¡Deja de espantar a las personas!
— ¡Es que puso una cara muy graciosa!— seguía riendo.
— Connor— le dije—, estoy asustado. Y confundido. Y temeroso por el futuro del país.
— No te preocupes niño— me dijo ella—, sólo bromeo. Como puedes ver, tengo un carácter relajado. No me parezco a Connor, que sí se parece al idiota de su padre... Cómo odio al desgraciado...
¿Ya conociste a mi esposo?
— Si lo odia— dije—, ¿Por qué sigue casada con él?
— Por que es poderoso. El equivalente a un mafioso— respondió.
— ¡Sabía que era mafioso!— dije, feliz.
— ¡No es mafioso!— lo defendió Connor—, ¡Mamá, deja de decir eso!
— Tranquilo, sólo bromeo. Además, es la primera vez que me presentas a un amigo— me miró de cerca—, por que eres su amigo, ¿No?— me dijo.
— Eso creo— dije.
— Qué bien. Pareces simpático. Y eres muy joven. ¿Cuántos años tienes? ¿13? ¿14?
— ¡17!— dije enojado—, ¡Se nota que sí!
— ¡Pero eres pequeño! ¡Y tu cara es adorable!
— ¡No soy adorable!
— Claro que sí. Me recuerdas a un gato que tenía Connor cuando era bebé.
— ¿Por qué siempre son gatos? ¿No pueden ser peces?— dije, iracundo.
— ¿Qué acabas de decir, niño?— dijo ella, de manera escalofriante.
— ¡No dijo nada!— interrumpió Connor.
— ¡Claro que sí, yo lo escuché!— dijo, enojada—, ¡Pero no va quedarse así! ¡Lo sentencio a la guillotina!
— ¡Usted no puede hacer eso!— dije, nervioso—, ¿Y porqué la guillotina? ¿Qué es ésto, la edad media?
— ¿Acaso eres abogado?
— Mamá, ya es tarde— dijo Connor, tomó a su madre de los hombros y la guío por el pasillo—, tienes una junta en el senado hoy, no querrás llegar tarde.
— ¡Pero volveré!— dijo mientras caminaba, Connor regresó a mí, ambos miramos como la senadora se iba mientras me amenazaba— ¡Y me vengaré! ¡Con violencia!Ella se perdió al final del pasillo. Algunas personas me observaban preguntándose seguramente lo que debí haberle hecho para ponerla tan furiosa.
— Me he hecho de unos enemigos muy poderosos— le dije a él—. Tal vez debería mudarme de país para empezar de nuevo con otro nombre...
— No lo dice en serio— me respondió.
— Se escuchaba como una amenaza de verdad. Y yo sé de amenazas, hace una semana amenzacé con matar a un sujeto en el centro comercial.
— Ella es así, no va a hacer nada. No sé por qué pensé que iba a funcionar esto de hacer que se conocieran.
— Sí— dije—, ¿En qué estabas pensando?
— ¡Lo sé! ¡Fue un desastre!
— Si quería que alguien me amenazara pude ir a visitar a mi abuelita. Aunque tu madre es diferente.
— ¿Para mal?
— No— dije—. No es como las otras madres. Y no es aburrida. Es muy sincera, más de lo que debería.
— ¿Entonces no la odias?
— Si no me mata no. Hasta podría decir que me cae bien.Le sonreí. Se veía tenso. Sus facciones se suavizaron. Me devolvió la sonrisa.
— Hay que irnos— dije.
— Está bien— me dijo, más animado.
— ¿Puedo preguntarte algo?
— Sí. Claro.
— ¿Existe el día de la marmota?
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Todo lo que sé
Short StoryUn chico muy inteligente. Un chico en silla de ruedas. Una cafetería. Una mesa. Una conversación. Una conexión especial. Todo lo que sé es que no sé por qué no imaginé que todas esas cosas juntas no eran sólo una simple coincidencia.