Era noche cuando Connor y yo estábamos en su auto mientras él conducía en medio de la oscuridad. El viento que entraba por la ventana agitaba mi cabello. Me quité el blazer y la corbata. Se sentía bien estar alejándonos de todas las demás personas.
— Y bien— le dije—, me pregunto a dónde deberíamos ir...
— ¿Te gustaría ir al lago?— dijo.
— ¿A estás horas? ¿No está en medio de la nada?
— Probablemente.
— Sí, hay que ir. Seguramente estará solitario y abandonado. Me urge un lugar sin personas.Él se veía contento. Yo también. Escapar era exitante. Como si estuviéramos huyendo de todo lo que nos preocupa.
— ¿Tus padres van a enojarse si saben que no estás ahí?— dije.
— Probablemente. Ya me disculparé luego.
— Me gusta que desobedescas a tus padres.
— A ti te gusta todo lo que rompa reglas.
— Adoro vivir al máximo.Llegamos. Bajamos. El lago reflejaba la luna. Hacía un poco de frío. Pero me gustaba la sensación del viento golpeando mi cara.
— Se ve hermoso— dije.
— Sí— dijo—, jamás había visto este lugar en la noche.
— Y no hay nadie. Tenemos el lugar sólo para nosotros. Significa que si quieres matarme puedes hacerlo, nadie podrá escucharme gritar.
— No te preocupes, estás a salvo. Al menos en ese sentido.
— ¿En ese sentido?
— Olvida lo que dije.No entendí. Supuse que no debí hacerlo. Bajamos por el sendero para estar junto al lago.
— ¿Crees que hayan fantasmas por aquí?— dije.
— No había pensando en eso pero sin duda ya lo estoy haciendo ahora.
— No te preocupes Connor. Si aparece uno, yo te protejo.
— ¿De verdad?
— Sí. Doy más miedo que cualquier fantasma.
— Entonces gracias por querer protegerme.
— De nada.Nos miramos. Ya me había dado cuenta pero en ese momento se me hacía más evidente. Connor era perfecto. Todo de él me gustaba y me atraía de manera sorprendente. Jamás creí que existiría una persona así. Una a la que pudiera contarle cualquier cosa sin sentir que estaba fuera de lugar. Sin sentir que no le importaba. Alguien con quien podía y quería ser yo mismo.
— Si existiera una persona con la que pudieras ser tú mismo, sin temor a nadie, y te la encontraras, ¿Qué harías?— dije.
— Casarme— dijo.
— ¿Eh?— dije, sorprendido y nervioso.
— Lo haría. Porque una persona así no se encuentra todos los días.
— Pero si no tuvieras que casarte necesariamente, ¿Qué harías?— podía jurar que mi cara estaba roja.
— Trataría de convencerla de que es el amor de mi vida. Porque seguramente lo sería.
— ¿A... a... amor?Lo pensé. No, no es posible. Porque estar con alguien no significa que tienes que amarlo. No me pasó con Lizzy. Era mi amiga y con ella podía ser yo. Pero ya había quedado que con Connor las cosas se sentían diferentes. Él no era Lizzy. ¿Entonces?
Había establecido que con Connor podía ser yo. Me sentía mejor que con nadie más. Pero no había pensado en amor. Y él lo dio por hecho rápidamente cuando le planteé mi caso.No podía dejar de pensar en eso. Y me asustaba. Me apenaba. Porque no era posible. Definitivamente no. Yo no sentía amor por Connor. No era así. El mundo no funcionaba de esa forma. Pero había algo que sentía por Connor que no sentía por nadie más... estaba oficialmente confundido.
— ¿Estás bien?— me preguntó. Lo miré. Debí haberme quedado callado mucho tiempo.
¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Por qué todo se había vuelto tan raro repentinamente?
— Estoy bien— mentí—. Hace un poco de frío.
— Tienes razón. Voy al auto por algo.Lo vi caminar hasta la carretera. Me quedé ahí, junto al lago. Miré la sombra de mi reflejo en el espejo del agua.
Yo era yo. Alguien patético en silla de ruedas y para colmo, un chico. Uno para nada atractivo. Connor jamás amaría a alguien como yo.
Me puso triste pensar eso. Suspiré.Pensé en decirle a Connor que lo mejor era regresar. Estaba por girar la silla cuando sentí que había algo que no me dejaba avanzar. Debía ser una roca. Pensé en jalar con fuerza para liberarme. Lo hice. Mala idea.
Caí al agua. La silla se volteó. Cuando me di cuenta, ya estaba en el lago. Rápidamente me hundí. Al principio, como instinto de supervivencia, empecé a manotear. Hasta que recordé que en rehabilitación mi instructor me había dicho que nadar era fácil, y que técnicamente sólo tenía que quedarme quieto para flotar.
Dejé de preocuparme. No era como si pudiera ahogarme, seguramente el lago no era muy profundo. El agua estaba muy muy fría. Pero refrescante.Estaba incluso empezando a disfrutar de eso cuando unos brazos me sujetaron. Me jalaron a la orilla. Era Connor, cuya respiración acelerada y cara de sufrimiento me hicieron ver que tal vez interpretó mi silencio como una señal de muerte.
— ¡Andrew!— dijo, una vez que me llevó a la orilla—, ¿Estás bien?
— ¿Te... te metiste al lago con ropa?— dije, intenté quitar el exceso de agua de mi cara.
— ¡Eso qué importa! ¿Estás lastimado?— intentó ayudarme a sentarme.
— No. Nadar en la noche no está tan mal...
— Andrew— se veía y sonaba muy serio—, estoy hablando en serio.
— Estoy bien. Caí pero en rehabilitación me enseñaron a flotar...
— ¡Estaba muy preocupado!— dijo antes de abrazarme.Oh dios. Mi corazón latía muy fuerte y al mismo tiempo mi cuerpo temblaba. Y no, no era por el frío. Sentí que mi cara se quemaba. No iba a engañar a nadie. Me gustaba que me abrazara.
— Se mojó tu traje— dije—. Te veías muy bien.
— ¿Bromeas? Casi me da un infarto. Escuché el sonido de algo golpeando el agua pero no imaginé que podrías ser tú. Casi muero.
— Pero estoy bien.
— ¿Seguro? ¿Quieres que llame a tus padres?
— No. Estoy bien así. Además— dije, un poco avergonzado—, tú estás calientito.
— Ah... sí...Nos separamos lentamente. Empecé a sentirme raro. De nuevo. Y él se veía notablemente incómodo. ¿Por qué dije eso? ¿Qué esperaba que él dijera?
— Mira— dijo—, tu silla no se cayó.
La miré. La misma roca que me hizo caer también la ayudó a detenerse. Genial. Me caí yo pero la desgraciada silla estaba bien, intacta.
No entendía el sentido del humor de dios algunas veces.— Hay que ir a cambiarnos— dijo—. Si no podrías enfermarte.
— Yo no puedo enfermarme. Tengo nervios de acero. Como mi silla.
— Ojalá tuvieras la suerte de la silla, de los tres es la única que no se mojó.
— Te lo dije, atraigo las cosas inesperadas como si fuera un imán.Se acercó a mí. Empezó a rodear mi cuerpo con sus brazos.
— ¿Qué haces?— dije.
— Intento llevarte al auto...¿No puedo?
— No es eso... es sólo que...Nos miramos. Él parecía diferente, como si algo hubiera cambiado. Y yo sentía que mi corazón iba a salir disparado por tanto latir rápido. El simple contacto de su piel con la mía casi me hace gritar. Sentía que podía gritar de la emoción y al mismo tiempo vomitar por tantos nervios. Como si no debiera moverme. Incluso mi cuerpo se sentía pesado.
No sabía que sentía, pero de algo sí estaba seguro: aún después de todo lo que había pasado, me sentía muy muy feliz.
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Todo lo que sé
Short StoryUn chico muy inteligente. Un chico en silla de ruedas. Una cafetería. Una mesa. Una conversación. Una conexión especial. Todo lo que sé es que no sé por qué no imaginé que todas esas cosas juntas no eran sólo una simple coincidencia.