Entré. Olía muy rico. Papá estaba en el comedor. Mamá salía de la cocina.
— Llegas justo a tiempo— dijo papá—. Mamá va a servir la cena.
— Hola cariño— dijo ella—, ¿Cómo te fue?Ambos me miraban felices. Ahí estaban mis felices padres. Tal vez esa sería la última vez que los vería así. Decidí armarme de valor.
— ¿Podemos hablar?— dije.
— Claro amor— me dijo mamá—, pero después de cenar.No podía dejar a Connor esperar tanto tiempo. Si iba destruir mi vida, prefería que fuera rápido.
— ¿Podemos hacerlo ahora?— dije.
— ¿Es muy importante?— dijo papá—, ¿No quieres esperar a Victoria? Se fue al cine con sus amigas pero estará aquí pronto.
— Es importante— dije, no planeaba echarme para atrás—. Victoria no tiene que ver en ésto.Ambos debieron notar que era serio. Se acercaron a mí con aire de preocupación.
— ¿Qué pasa?— dijo mamá, afligida.
— Puedes decir lo que sea— dijo papá—, sabes que te amamos.
— No es cierto— dije sin pensar—. No me aman.
— ¿De qué hablas?— dijo mamá, me tomó de la mano.
— ¿Alguien te dijo algo?— preguntó papá.
— No— dije—, nadie me ha dicho nada. Es sólo que sé que no me amaban. No deberían.
— Cariño, estás empezando a preocuparme— dijo mamá mientras intentaba cubrir su preocupación con una falsa sonrisa—, sabes que te queremos más que nada.
— Es que no deberían— sentí como si me rompiera, algo dentro de mí me dolía mucho—, porque no es cierto. No hay forma de que me quieran.Ambos se miraron. Y me miraron a mí. Se veían preocupados. No sonreían. Sabía que eso pasaría. Y me arrepentía de haberlos puesto así. Pero no podía dar vuelta atrás. Aunque sentía que estaba por ponerme a llorar.
— Andrew— dijo papá, se veía que se esforzaba por mantener la calma—, no sé por qué dices esas cosas pero te aseguro que no es cierto.
— ¡Sí lo es!— les grité—, ¡Ustedes no me aman! ¡Todo es falso! ¡Todo es fingido! ¡Y lo odio! ¡Lo odio! ¡Me odio! ¡No saben cuánto odio todo!Casi no podía ver porque las lágrimas nublaban mi vista.
— No, cariño, estás equivocado...—dijo mamá, su voz se fue apagando porque parecía intentar contener sus lágrimas.
— ¡No me digas cariño!— le dije y aparté su mano de la mía.
— Andrew, ya basta— dijo papá—. No sabes lo que dices.
— ¡Sí sé! Me odian. Deberían. Porque yo lo hago cada vez que los veo. Cada vez que veo sus caras sonrientes como si nada estuviera pasando... no puedo evitar odiarme.
— ¡No tienes por qué hacerlo!— dijo mamá.
— Te amamos— dijo papá.
— No lo entiendo— dije—. Pueden decirlo. Díganlo ahora. Digan que es horrible ser mis padres. Por que así es.
— No es cierto— dijo mamá, que estaba llorando—, no es cierto.
— Es que yo destruí sus vidas. Cada vez que pienso en lo horrible que debió ser para ustedes que yo naciera así, que tuvieran que cuidarme, que tuvieran que sacrificar muchas cosas sólo por mí, hace que me sienta tan mal, tanto que deseo no existir más.
— No es así, Andrew— dijo papá—, no es horrible. Lo hacemos porque somos tus padres.
— ¡No tienen que serlo más! ¡No quiero volver a ver eso! ¡Ya no quiero verlo!
— Nosotros... te queremos mucho— dijo mamá—. Yo te quiero mucho. Soy tu mamá. Elegí ser tu mamá. Me gusta ser tu mamá.
— ¿Por qué me mienten? ¿Por qué no me dicen la verdad? ¿Por qué no me dicen lo horrible que es?
— ¿Qué quieres que te digamos?— dijo papá, bastante conmovido—, ¿Qué?
— ¡Todo! ¡Ustedes no me eligieron! ¡Están conmigo porque no tienen opción! ¡Y ya no quiero vivir así!
— No digas eso mi niño...— mamá lloraba tanto como yo.
— Es que... ya no quiero... sentirme así.Me quedé en silencio. Ellos también. Sólo lloraba.
— Te amamos— repitió mamá.
— ¡No lo digan más! ¡No lo digan más! Por que no es cierto... no es cierto...
— ¿Por qué no nos crees?— dijo papá.
— Por que no es razonable— dije gritando, apenas debía entenderse lo que decía—, porque gracias a mí mamá no puede seguir trabajando, porque papá no fue ascendido, porque cuando voy al médico mamá sufre mucho cuando me aplican medicina, porque cuando llego los veo sonreír como si no tuvieran un hijo mal, como si todo estuviera bien, como si me quisieran... como si hubieran elegido tenerme... y no es así. No debe ser así. Deben odiarme. Justo como yo lo hago.
— Andrew— mamá intentó tocarme pero me alejé
— ¡Sólo díganme que me odi...Papá me golpeó. Fue una bofetada rápida y débil. Lo miré asombrado. Él parecía más asombrado por haberlo hecho. Mamá lo miraba atenta, sin poder decir nada.
— Andrew... lo siento tanto yo... no quería hacerlo... pero...- dijo.
Me llevé la mano a la cara. De repente me sentí menos triste. Menos preocupado. Menos frustrado.
— ¿Estás bien?— dijo mamá.
No respondí. Sólo los miré.
— Escucha, Andrew— dijo papá, que parecía estar reponiéndose de haberme golpeado—, nosotros te elegimos. Nosotros esperábamos un bebé. Y eso es lo que tuvimos. Sí, eres diferente. Lo sabemos bien. Jamás intentamos fingir que no era así. Tuvimos que cambiar para hacerte la vida más fácil. Al menos eso creíamos. Pero no lo hicimos porque algo nos obligara a hacerlo. Elegimos cambiar. Elegimos amarte. Perdónanos si no lo hemos hecho bien.
— Nosotros pudimos haber hecho muchas cosas— dijo mamá—, pero ninguna se compara a tener aquí a nuestro adorado Andrew, que hace que nuestra vida sea mejor porque siempre tiene algo muy inesperado para decir. De todas las personas del mundo, si tuviera que elegir de nuevo, estoy segura que tú siempre serías mi primera opción.
— Sonreímos porque somos felices— dijo papá—. Porque hace 17 años pudimos perder a nuestro bebé pero no lo hicimos. Porque lo tenemos aquí, completo, y queremos que se sienta feliz, igual que nosotros por tenerlo.
— No digas que te odiamos— dijo mamá, más recuperada—, porque no es así. Nunca te odiaríamos.Los miré. No pude decir nada porque estaba llorando. Porque ellos parecían decir la verdad. Porque sentía que me amaban. Porque me sentía tonto por pensar que me guardaban rencor. Por odiarme tanto por eso. Por no haberle creído a Connor cuando dijo que las personas cambian por amor. Por que sí lo hacían. Porque ellos me habían elegido.
Y realmente no necesitaba nada más. Sólo quería saber que yo no era un error que alguien más trataba de corregir. No quería sentirme culpable. Porque ese era el peor sentimiento del mundo.
— Si te molestamos— dijo papá—, podemos alejarnos de ti. No queremos ser una carga.
— No son una carga— dije—. Yo lo soy para ustedes. Siempre tienen que estar ayudándome.
— Porque esa es la tarea de los padres. Ayudar a sus hijos. Jamás has sido una carga— dijo mamá—, lamento que te hayas sentido así. Pero no lo eres.
— No hacemos nada por ti que no haríamos por Victoria— dijo papá—. Tienes que entender que queremos ayudar. Así somos los padres. En veces nos preocupamos de más. Y cometemos errores. Contigo nos equivocamos al pensar que sigues siendo pequeño, pero no es así. Si en algún momento te hicimos pensar algo malo, lo lamentamos. En serio.Los miré.
— Lamento todo esto— dije—. Sólo quería saber. Sólo quería saber que ustedes eran felices porque querían serlo. No porque yo los obligaba. Sólo quiero que sean las personas más contentas del mundo. No quiero que estén preocupados.
— ¡Por supuesto que somos las personas más felices del mundo!— dijo mamá—, ¿Quién podría estar triste cuando puede ver a su hijo hacer hazañas increíbles? No cualquier persona sale de su casa con un marcador sólo por si encuentra un letrero con faltas de ortografía para corregir. O se pelea con el sujeto del super sólo porque creé que estafa a sus clientes. O le dice a sus maestros que no saben dar clases.
— Sabes, Andrew— dijo papá—, creo que has estado muy preocupado por cosas que no deberían importante, tanto que no sabes lo especial que eres en verdad. Y eso es triste porque no hay nadie en el mundo que sea como tú. No lo digo sólo por ser tu padre. Hasta yo sé que alguien es genial cuando le habla a la senadora sobre peces.
— ¿Te enteraste de eso?— le dije—, ¡Es muy vergonzoso!
— Un compañero me contó todo.
— Entonces van a tener que decirme todo a mí— dijo mamá.Les sonreí. Y ellos a mí. Esa vez, en verdad queríamos hacerlo.
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Todo lo que sé
Historia CortaUn chico muy inteligente. Un chico en silla de ruedas. Una cafetería. Una mesa. Una conversación. Una conexión especial. Todo lo que sé es que no sé por qué no imaginé que todas esas cosas juntas no eran sólo una simple coincidencia.