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Todo lo que sé es que esa cafetería ni siquiera me gustaba. El Cat Coffie era uno de esos lugares de moda en donde las personas pretenciosas se juntaban para encontrar a otras igual de pretenciosas que ellas y así sentirse menos miserables.
Así me sentía yo esa tarde, esperando a que Lizzy llegara, luego de que la idiota me citara para mostrarme algo.

Estaba disfrutando de un café bien caliente hasta que un sujeto que salió de quién sabe dónde, se sentó en mi mesa, frente a mi.

Lo observé incrédulo. Era un chico, de cabello negro y piel blanca con anteojos, que escribía algo en su laptop. Ni siquiera me miró. Parecía inmerso en su trabajo. Yo no sabía si eso sí estaba pasando o no, porque generalmente las personas preguntaban antes de tomar un asiento. Pero él llegó como si estuviera en su casa y se sentó.

— Ese lugar está ocupado— dije.
— No veo a nadie— replicó, sin despegar la vista de su laptop.
— Sí, pero está apartado.
— No veo a nadie apartándolo.
— Yo lo estoy apartando. Es para mi amiga, que llegara en cualquier momento.
— Pero aún no llega— dijo sin mirarme.

Empecé a enfadarme de verdad.

— Hay muchas otras mesas— dije, tratando de ser razonable—, puedes ir a la que quieras.
— No— dijo—, aquí la señal de WiFi es mejor que en cualquier otro asiento. Necesito terminar un trabajo así que no me iré.
— Pero necesito ese asiento, ésta es la única mesa vacía.
— No me iré.

¡Qué necio! Me daban ganas de quitarle su laptop. Lamentable no podía alcanzarla porque estaba hasta el otro extremo de la mesa.

— Vete ya— dije, frustrado.
— Ya dije que no.
— Deberías. No te conviene molestarme.
— ¿Por qué? ¿Vas a golpearme? No pareces del tipo atlético— seguía sin verme.
— Claro que no— dije, enojado y subiendo la voz—, todo el mundo sabe que aquí sólo vienen los debiluchos.

Miré alrededor. Dije eso tan fuerte que todos me escucharon. Me miraban atentamente.

— ¡Por dios!— les dije— ¡Saben que es verdad! ¡Y lo digo por ti, chica que dirige el periódico escolar!— la señalé— ¡Si fueras atlética estarías en algún equipo deportivo! ¡Y no me hagan hablar de todos los demás!

Dejaron de mirarme y volvieron a lo suyo. Decidí hacer lo mismo.

— Qué simpático eres— me dijo el sujeto.
— Ya en serio, vete de aquí. Mi amiga llegará pronto.
— Ya casi termino. Me iré entonces.
— No— repliqué—. Si mi amiga llega antes, te irás entonces.
— De acuerdo. Lo haré sólo porque creo que no me conviene meterme contigo. Al parecer, todos aquí te tienen miedo.
— No me temen. Simplemente usan la cabeza.
— ¿Qué significa eso?— preguntó.
— ¿Acaso no me has visto?

Dejó de mirar su laptop y me observó por unos segundos. Luego volvió a teclear en su computadora.

— Eres bajito, al parecer— dijo.
— ¡No es eso!— dije.

Luego lo pensé. Él no sabía. Nunca lo había visto ahí por lo que no me conocía. Llegué antes que él así que no me vio llegar. Y yo estaba sentado cerca del mostrador, de lado de la pared. Desde la puerta y básicamente desde todo el lugar, me debía ver como cualquier otro cliente sentado en una mesa.

— No quería hacer esto— dije—, pero no me dejas otra opción.

Me retiré un poco con mi silla de ruedas. Lo que me gustaba de esa cafetería era esa mesa. Tenía justo sólo un asiento y un espacio enorme para mi silla. Lo que agradecía enormemente.

— Bonita silla— dijo, indiferente, volvió a lo suyo—. Parece eficaz.
— Lo es. Ahora, si me haces el favor, vete de aquí.
— ¿Por qué debería hacerlo?
— ¿No es obvio? Si te ven molestando al chico con silla de ruedas te echarán del lugar.
— No te estoy molestando.
— ¡Claro que sí!
— Si dices que te molesto estarías mintiendo. Y no quieres ser mentiroso.
— ¿Cómo demonios sabes qué quiero ser o no?— dije molesto.
— ¿Significa que quieres ser mentiroso? Lástima, parecías una persona simpática.
— ¡No dije eso! ¡Ya vete o gritaré tan fuerte que sin duda te echarán de aquí!
— Eso no está bien— dijo—. Usas tus poderes de silla de ruedas para el mal.
— ¿Poderes? ¿Crees que estar en silla de ruedas es un poder?
— Así me lo haces ver.
— ¡Pues si crees que lo mejor del mundo es no poder caminar me gustaría que tú tuvieras que vivir así!
—No dije que fuera lo mejor del mundo. Sólo dije que tú, al igual que otros discapacitados, abusan de su condición que obviamente les trae varias ventajas.
— Ventajas— repetí—. Claro. ¿Cómo no lo vi?
— Al parecer, te gusta malinterpretarme.
— ¿Siempre eres tan molesto?
— ¿Molesto yo? Tú eres el que quiere acusarme con la gerencia de algo que indudablemente no hice.
— ¡Claro que sí! ¡Lo haces ahora!

Se separó de su laptop y la cerró. Se levantó repentinamente. Lo miré enojado.

— Terminé— dijo.
— Ya era hora.
— Me voy.
— ¡Bien, bravo! ¡Es el mejor día de mi vida!

Se dirigió al mostrador. Lo seguí con la mirada. En momentos como esos me hubiera gustado tener vistar láser para quemarlo.
Se tardó un poco ahí. Luego volvió a acercarse a mí. Lo observé molesto.

— ¿Se te olvidó algo?— dije.
— En verdad eres simpático— dijo, luego puso un vaso de café en la mesa.

Se giró y caminó a la salida.

—¿Qué significa ésto?— grité.

No se detuvo, sólo agitó su mano mientras se iba, en señal de despedida. Se fue.
Me quedé molesto. Muy molesto. ¿Quién se creía? ¿Acaso pensaba que podía llegar, frustrar a alguien y luego irse como si nada obsequiando un café como si pudiera resolver todo con eso? ¡Qué irritante!

Tomé el vaso. Lo probé. Chocolate. Odio al chocolate con mi vida.
¿Cómo puede seguir irritándome si ni siquiera estaba ahí?

Estaba mirando al café con odio cuando por la puerta entró Lizzy. La tonta venía muy sonriente y caminaba agitándose de un lado para otro, como si estuviera bailando.

— Llego un poco tarde, perdón— dijo mientras sostenía una sonrisa tonta en su cara.
— ¡Claro que llegas tarde!— le grite.
— ¡Lo siento! Pero es que me tardé alistando ésto— sacó de su bolso una laptop—, mira, tengo computadora nueva. ¡No es lo más bonito que has visto!
— ¡Muere!— le dije— ¿Eso es todo lo que querías mostrarme?
— Pero... es nueva...
— ¡Estoy harto de laptops! ¡Dame, la lanzaré por la ventana!
— ¡No, no hagas eso!
— ¡Odio la tecnología!

Todo lo que séDonde viven las historias. Descúbrelo ahora