11.

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El auto se detuvo. Miré el exterior. Había un lago al final de un sendero.

— Wow— dije, asombrado.
— Quería que vieras éste lugar— me dijo—. Aquí vengo cuando quiero relajarme.
— Es genial.
— Ven, hay que ir— me dijo.

Bajamos. Luego me dirigí por el sendero. El lago estaba tan quieto, imperturbable. Veía mi reflejo en el agua.

— ¿Cómo conoces éste lugar?— dije.
— Una vez el auto de mamá se averió justo en donde está mi auto ahora. En lo que ella llamaba a una grua, yo bajé para ver los alrededores. Encontré el lago. Tenía 10 años entonces.
— Es un hermoso lugar— admití—. Definitivamente lo agregaré a la lista de cosas que me gustan.
— Se ve mejor en la noche— dijo—. Se pueden ver con claridad las estrellas. Es muy romántico.
— No sé si eres alguien solitario con pensamientos muy profundos o simplemente tienes mucho tiempo libre.
— Un poco de ambos.

Nos miramos.

— Parece que tú y Victoria se llevan bien— dije, en realidad sólo quería cambiar de tema.
— Sí. Ella es amable.
— Seguro que sí. Me gustó tu mensaje vía chocolate. Creo que es el futuro de las comunicaciones. Debería lanzar mi teléfono al agua ahora que tengo oportunidad.
— ¿No te gustó? Lo hice porque la última vez que te envíe un mensaje tardaste mucho en responder. Además de que no contestas llamadas.
— Odio hablar por teléfono. Creo que mi voz suena rara.
— Tú voz es rara.
— Gracias— dije—, ¿Algún otro defecto que hayas encontrado?
— No dije que fuera un defecto. De hecho, me gusta. — Entonces debería llamarte más seguido, ya que te gusta tanto mi voz.
— Sería bueno. Es más, deberías llamarme todo el tiempo.
— ¿Y qué te diría?
— No lo sé, lo que fuera. Podrías contarme sobre tu día, seguro que te pasan cosas divertidas. O sobre ti. Ese sería un buen inicio.
— No hay nada interesante en mi vida.
— Ni siquiera estás intentando contarme algo— dijo, molesto.
— Es que no hay nada. Soy aburrido.
— No me pareces aburrido. Si lo fueras, no estaría aquí contigo. Vamos, cuenta algo, lo que sea.
— De acuerdo. Dime qué quieres que cuente.
— Tu día más feliz. Y tu día más triste.
— El más feliz— dije, mientras pensaba—, debió ser... no, ese no fue... entonces... no, esa pregunta es muy difícil.
— Entonces dime tu día más triste.
— Pues... ¡Ya sé lo que tratas de hacer!— dije, molesto— ¡Quieres que recuerde algo triste para que llore y pase la navidad contigo!
— No, no es cierto...
— ¡Claro que sí! ¡Eso es trampa!
— Técnicamente no. Además, no deberías culparme por aprovechar las oportunidades.

Miré el lago molesto. De alguna manera el ambiente se había ido. Por un momento me pareció que todo era perfecto...

— Supongo que aquí traes a las personas cuando quieres estafarlas— dije—. Debe ser fácil. Con la vista y tu cara, seguro que las chicas caen fácilmente.
— ¿Chicas? No, nadie más que tú ha venido aquí. Por lo menos conmigo no.
— Me cuesta creer eso— dije—. Y sé que definitivamente no tienes novia.
— ¿De verdad? ¿Tan obvio soy?
— Sí. Si tuvieras estarías aquí con ella y no conmigo. Aunque no te culpo. Te gusta mi cara y mi voz, así que es normal que me hayas traído aquí.
— Cuando lo dices así es tan vergonzoso... te dije que olvidaras que dije lo de tu cara...
— No, señor— dije, muy serio—, tienes que aprender que cuando cometes un error enfrente de mí, debes saber que voy a recordártelo toda tu vida.
— No parece muy justo.
— Lo sé.

Lo miré. Él me agradaba. Más de lo que pensé que me agradaría. Tenía razón cuando me dijo que en veces las personas que empiezan mal terminan bien.
Entonces lo pensé. Él no tenía novia. Y Lizzy necesitaba un novio no idiota. ¿Por qué no lo había pensado antes?

— La próxima vez yo te llevaré a un lugar especial— le dije.
— Oh, ya deseo estar ahí. ¿Va a gustarme?
— Algo me dice que sí.

Estuvimos ahí, un rato más. Hablamos de muchas cosas. Por alguna razón terminamos hablando de Victoria.

— ¿Pasa algo entre tu hermana y tú?— preguntó.
— ¿Por qué?— dije, con inquietud.
— Al principio pensé que no era nada, sin embargo creo que no es una coincidencia el hecho de que cambia de tema cuando le pregunto por ti.

No sabía qué decirle. Ni yo mismo sabía si ella y yo teníamos alguna clase de problema. Era confuso.

— Ya sabes, los hermanos en veces tenemos problemas.
— Realmente no lo sé, no tengo hermanos. Pero me preocupa que tengan conflictos— dijo.
— No es nada... creo.
— Deberían arreglarlo. Cuando le hablo lo hago siempre porque pregunto por ti. Si cambia de tema ya no sé de qué hablarle. Es incómodo.
— Para ella debe ser molesto que le hables de mí. ¿Acaso no podrías hablarle de cosas de la escuela? ¿O de ella? ¿De verdad es tan aburrida?
— No se parece a ti. Lo que es bueno porque de otra forma me estaría peleando con ella todo el día. Sin embargo, es muy callada. Es difícil hablar así. Aunque creo que quiere que las personas le hablen, sólo que no sabe cómo hacerlo. En serio, no parece tu hermana, no tiene la facilidad que tú tienes para hablar de cualquier cosa.
— De alguna manera creo que acabas de ofenderme, pero acepto que ella no habla mucho y que puede ser difícil en algunas veces. Pero debes seguir hablando con ella.
— Lo haré. Es agradable. Pero no entiendo por qué insistes en que lo haga. Hay veces en las que pienso que la molesto.

No iba a decirle a Connor que quería que siguiera siendo el mediador de mi relación caótica con mi hermana. Pero estaba seguro de que él era lo único que ella y yo teníamos en común. Y si él dejaba de hablarle ella no volvería a hablarme de nuevo. Y eso era terrible.

— Sólo hazlo— dije—. Promete que lo harás.
— Claro que sí. Sólo si tú prometes que nos veremos más. O que al menos me hablarás por teléfono.
— Sí, ya sé que quieres tener más oportunidades para hacerme llorar.
— No es por eso— me miró—. Simplemente quiero estar contigo.

Lo miré asombrado. Él me sonreía. Le regresé la sonrisa. Miré el reflejo de mi cara en el agua.

— ¿Qué tan loco sonaría si digo que también quiero estar contigo?— dije.
— Mucho. Como un maníaco.
— Entonces que bueno que no lo he dicho aún— me reí.

Todo lo que séDonde viven las historias. Descúbrelo ahora