27.

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Fue el viaje en auto más incómodo del mundo. Mi madre era la única que hablaba. Connor estaba callado. Victoria desde luego que sí. Y yo no podía decir nada. Me sentía como si le hubiera fallado a Connor, lo que no tenía nada que ver porque él no sabía qué pasaba. Aunque se veía perturbado. Tal vez era por otra cosa.

— Jace parece una buena persona— dijo mamá.
— Lo es— dije.
— ¿Cómo lo conociste?
— Es mi compañero de clases. También es amigo de Lizzy.

Eso fue todo lo que se dijo. Llegamos a casa. Connor parecía muy callado. Tal vez estaba esperando a que yo dijera algo pero no sabía qué decir. Realmente no quería. Me sentía muy nervioso a su lado.

Bajamos. Victoria desapareció de mi vista cual fantasma. Mamá fue a la cocina. Yo me seguía sintiendo torpe. Pero debía hacer algo.

— ¿Y tu auto?— le dije.
— Está en un taller.
— ¿Lo están reparando?
— Necesitaba que le instalaran algo— dijo.

Se quedó callado nuevamente.

— ¿Qué tal tu día?— dije.

Él me miró. Le sonreí torpemente. Se llevó la mano a la cabeza.

— Bien— dijo y me sonrió. Volvía a parecer el mismo de antes.
— ¿De verdad? Porque tienes cara de haber tenido un mal día. Como uno de esos en donde te dicen que suspendiste una materia o en el que te peleas a muerte con el profesor.
— Nunca me ha ido mal en ninguna materia. Tampoco me pelearía con un profesor.
— Deberías hacerlo— le dije—. Se siente bien.
— No, yo no podría hacerlo.

Nos quedamos viendo. Recordé que debía alejarme de él. Y también de que no quería.

— Creo que tengo que irme— dijo—. Van a venir por mí.
— ¿Vendrá tu chofer de cara indiferente?
— Eso parece.

Yo estaba por decirle que se quedara un poco más hasta que Victoria salió. Le dio unos libros y ambos se pusieron a hablar.

— Yo me voy— dije—. Ustedes hablen.

Entré a casa. Mamá estaba mirando una revista.

— Hola Andrew— dijo.
— Hola mamá— dije.
— ¿Te sientes bien?
— Sí. ¿Me veo mal?
— No, no quise decir eso— dejó la revista en una mesa—. Me refiero a que pareces muy distraído.
— Estoy bien. Aunque admito que hay muchas cosas que me preocupan.
— Puedes contarme— dijo ella, la miré—, te sentirás mejor si le dices a alguien.

Lo pensé un rato. Mamá era mamá. Las madres apoyaban a sus hijos. Supuse que no tanto cuando su hijo dice que le gusta un chico, pero como nunca iba a salir con Connor daba lo mismo si no le decía quién era.

— Me gusta alguien— dije.

Ella me miró.

— ¡Qué bien!— dijo, entusiasta—, ¿Quién es?
— ¿Tengo que decirte?
— No, no es una obligación. Aunque me gustaría saber.
— No quiero decirlo.
— Está bien. No lo digas. Pero si van a salir tienes que decirme, o si no...
— No vamos a salir— dije rápidamente—. La verdad es que... no sé si yo le gusto.
— Entonces pregúntale— dijo ella.
— ¿Cómo? ¿Así nada más?
— Claro. Así supe que tu padre me quería.
— ¿De verdad?— dije, aún sin creer.
— Te lo juro. Él me gustaba mucho, así que me acerqué y le dije que me gustaba.
— ¿Y no tenías miedo? ¿No pensabas en las posibilidades de que no le gustaras?
— Lo hacía. Pero quería ser valiente. En el peor de los casos, él me hubiera dicho que no. Me hubiera dolido, pero no tanto como el arrepentimiento por no haberle dicho.

Ella tenía razón. Pero mi caso era diferente. Muy diferente.

— El caso es que...—dudé un poco en decirle— ... estoy seguro de que no le gusto a esa persona.
— ¿Qué te hace pensar eso?
— Lo sé.
— Pero aún no le dices.
— No hace falta. Sólo lo sé. Creí que podría seguir siendo su amigo, pero imaginé que en algún momento esa persona saldría con alguien. Y no creo soportar verlo así.
— Lamento que eso esté pasando. Yo te sugiero que le digas. No sabrás lo que pasa al menos que la verdad venga de su boca. Y sí resulta que sucede lo que tú piensas, entonces tendrás que tomar una decisión.
— ¿Una desición?
— Sí. Tendrás que elegir entre quedarte con esa persona como su amigo, en donde podrás seguir a su lado pero a costa de lastimar tu corazón o puedes alejarte. Para que con el tiempo lo superes y puedas abrir tu corazón a un nuevo amor. Eso no significa que su amistad deba terminar. Sólo que ya no será tan íntima como antes. Sé que tal vez ambas cosas no suenen muy bien, pero es lo que puede pasar.
— ¿Tú qué me sugieres?— pregunté.
— Que hagas lo que creas que será mejor para tu corazón. Porque al final, si lo rompen, tú serás quien se quede con los pedazos rotos. No obstante, recuerda que siempre tendrás a tus padres que te aman, que estarán contigo aún cuando nadie quiera estarlo. En está vida quizá no le gustarás a algunas personas, pero nosotros siempre vamos a querer a nuestro Andrew.

Me sonrió. La sonrisa de mamá era la más hermosa del mundo. Por eso papá no pudo decirle que no. ¿Quién le diría que no al amor de su vida?

— Gracias mamá— dije.
— No, gracias a ti por confiarme algo así.
— Mamá, te estás poniendo cursi.
— Soy cursi. Así como tú eres impulsivo.
— ¿Soy impulsivo? ¿Por qué nunca me lo dijeron?
— Porque está bien que seas así. Nunca cambies. Eres la persona más genial que existe. El mejor hijo. Aún cuando siempre andes causando terror. Para mí eres perfecto así como eres.

Me sentí bien.
Victoria entró. Al parecer, Connor ya se había ido.

No me sentía nervioso. Ni preocupado. Había tomado la decisión de ser amigo de Connor para siempre. Y lo sería si él quería. Pero también quería decirle. Iba a decirle que me gustaba. Definitivamente. No sabía cuándo. Pero iba a hacerlo.
Sabía que no estaba solo. Que mis padres me apoyarían si las cosas no salían bien. Quería saber qué iba a decir Connor. Quería escucharlo. Y si rompía mi corazón, adelante. Nadie más podría hacerlo que él.

Lo superaría y seguiría con mi vida. No era la primera cosa que trataba de detenerme. Y aún así podía moverme. Lo haría.

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