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Todo lo que sé es que Victoria no está en lo correcto, pensé. Porque Connor y mis padres me amaban.

Ella no sabía nada sobre mí. O sobre Connor. O sobre mis padres. Por eso estaba equivocada. Por eso.

Tenía que decirle. Ella necesitaba saber. Debía saber. Y entender.

Estaba pensando en eso cuando moví mi cara a un costado.
El agua estaba tan tranquila que reflejaba las estrellas del cielo y la luna enorme y brillante.
Si se veía desde arriba, parecería que yo estaba en el espacio, junto a las estrellas. Parecía mágico.

Recordé lo que dijo Jace. En veces el destino da pequeñas señales, indirectas sobre a dónde quiere que vayamos. En donde deberíamos estar.

Cerré los ojos. Tenía que volver. Explicar todo.

Entonces recordé que estaba muy lejos de casa. Sin teléfono. Con dinero, afortunadamente. Tendría que subir a mi silla y regresar a la parada de autobús, lo que me llevaría bastante tiempo...

— ¡Andrew!— escuché que alguien gritó.

Pensé que era mi mente, que no había dejado de atormentarme con voces desde que llegué ahí.
Decidí quedarme quieto. Así me tranquilizaría. Al menos eso pensaba.

Repentinamente, la paz se destruyó cuando el ruido del agua siendo agitada me obligó a abrir los ojos. Miré a un costado.
Ahí estaba Connor, mojado, con la respiración entrecortada y dificultosa, con la cara más preocupada que le había visto nunca. Se acercó a mí y me estrechó entre sus brazos.

— ¡Andrew!— dijo, seguía abrazándome—, ¡Andrew, estás bien!
— Hola Connor— dije, traté de sonreír.

Él me miró. Parecía asustado.

— ¿Qué haces aquí?— pregunté.
— ¿Qué haces tú aquí?— dijo enojado—, ¿Por qué estás en el agua?
— Pensé en refrescarme— dije.
— ¡Pensé que estabas inconciente!— me gritó.
— Estoy bien. Mojado pero bien. Sé nadar. ¿No te lo dije? ¿No ya pasamos por esto?
— ¿Por que huiste de casa? ¿Por qué no me llamaste?
— Necesitaba estar solo. Y pensar. Ya hice ambas cosas.
— ¡Casi matas de un susto a tu familia!— me regañó—, ¡Yo casi muero pensando que algo te pasó! ¿No podías siquiera avisar?
— Dejé el teléfono en casa. Upss.
— ¡Nada de "Upss"! ¿Qué estabas pensando?
— Connor, quédate quieto— le dije—, mira a tu alrededor.

Él lo hizo. El agua recuperó su tranquilidad. Parecía un espejo. Parecía como si nosotros dos estuviéramos entre las estrellas.

— Estamos en el espacio— le dije.
— Wow. Es hermoso... espera, no me cambies el tema. Yo estoy enojado contigo.

Me miró. Yo tenía razón. Connor fue ahí porque me amaba. No por lástima. No por otra cosa. Era por mí.

— ¿Me amas?— le pregunté mientras lo miraba a los ojos—, ¿Me amas aunque yo sólo sea un chico sin nada de especial? ¿Me amas aunque sólo cause problemas? ¿Me amas aunque tenga que estar en esta silla para siempre?

Él me miró. Parecía sorprendido.
Me sonrió y posó su mano en mi mejilla.

— Eso no me importa— dijo—. Te amaría sin importar cómo fueras.
— Gracias— le dije mientras sostenía su mano que aún estaba en mi mejilla—, gracias por amarme.
— El amor no se agradece. Se da.
— Yo no quiero hacer otra cosa más que eso.

Me acerqué a él, rodeé su cuello con mis brazos y lo atraje a mí. Lo besé.
Connor sabía a amor. A verdad. A alegría. A tranquilidad.
Connor era todo lo que podría desear en la vida.

Me separé de él y lo miré. Le sonreí.

— Llévame a casa— le dije.
— Pensé que nunca lo pedirías.

Me tomó entre sus brazos y salimos de ahí. Me llevó a su auto. Me metió. Fue por mi silla y la puso en los asientos de atrás.

— Ya mojé tu auto— dije—. De nuevo.
— No hay nada que se pueda hacer— dijo contento—, parece que te gusta mucho nadar en este lago.
— Es un buen lugar para arreglar problemas.
— Por cierto— dijo—, hablando de problemas, hay uno muy grande en tu casa. Antes que nada, debería avisarle a tus padres que ya te encontré.

Tomó su teléfono y escribió algo rápido. Pensé en eso. No avisé que me iba. Mis padres debieron volverse locos. Pero no pensé en eso cuando salí. Sólo quería irme.

— ¿Podrías decirme qué pasó en mi casa?— dije.

Para ser breve, después de que salí, Victoria se encerró en su habitación. Mamá llegó tarde y pensó que como yo no estaba, debía estar con Connor. Papá llegó y como mamá iba a ayudarme a hablar con él, quiso avisarme en una llamada que ya era el momento. Pero olvidé mi teléfono. Ella lo encontró en mi habitación, sonando. Pensó que se me olvidó llevarlo y decidió llamar a Connor.
Él casi se infarta al saber que ya era noche y que nadie sabía en dónde estaba yo. Condujo hasta mi casa. Cuando llegó papá y mamá ya habían llamado a Lizzy y a Jace para preguntarles por mí pero nadie sabía nada.
Entonces le preguntaron a Victoria, que seguía sin querer salir. La obligaron a salir. Al parecer, ella no sabía que yo me fui. Les dijo que discutió conmigo. Papá la obligó a decir de qué hablamos.

Y ella se rompió enfrente de papá. Le dijo lo que seguramente me dijo a mí, pero ya no motivada por una ira asesina, si no por la culpa. Lloró y se culpó por todo.

— ¿Qué pasó después?— pregunté.

Él seguía conduciendo. Ya casi llegábamos a casa.

— Ella dijo que lo que detonó esa discusión fue que se dio cuenta de nuestra relación— dijo, algo perturbado.
— Eso me dijo también— dije.
— Yo en serio no sabía que yo le gustaba— me miró—. No hay forma de que lo supiera. Ella era tímida. Nunca hablaba conmigo. Y apareciste tú y no tuve ojos para nadie más. Jamás fue mi intención hacerla pensar que ella y yo podríamos tener otra especie de relación. Me arrepiento por bromear con ella cuando fuimos por helado.
— Te creo— dije—. Ahora necesito hablar con ella. Y con mis padres. Quiero explicar muchas cosas.
— Está bien— dijo.

Salimos. Me subí a mi silla. Entramos. Mis padres se acercaron nerviosos.

— ¡Andrew!— dijo mamá, que ya estaba llorando—, ¿Estás bien?
— Estoy bien— traté de sonreír—, bien mojado.
— ¿Por qué?— dijo papá asustado—, ¿Te pasó algo?
— Tenía ganas de nadar— dije—. Así que fui a hacerlo.
— ¿Pero estás bien?— dijo mamá—, ¿Ya no quieres huir?
— Tengo que hablar con ustedes— dije muy serio—. Con todos. Con Victoria también.
— No creo que se vaya a poder- dijo mamá afligida—, ella se encerró en su habitación y no va a salir.
— ¿Por qué?— pregunté consternado.
— Es mi culpa— dijo Connor, avergonzado—, cuando escuché todas las cosas malas que dijo de ti, me enojé mucho y... le dije algo muy cruel.
— ¿Qué cosa?— pregunté, atento.

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