No dije nada. No hace falta decir que el viaje a casa en su auto fue muy incómodo. Realmente no quería hablar. Mi cara se quemaba. Y aún me sentía nervioso. Era muy extraño. Sólo deseaba llegar a casa.
— ¿Estás bien?— me dijo—. Estás rojo.
— Me siento bien. ¿Y tú?
— Eso no importa realmente. Yo no caí a un lago.
— Tengo nervios de acero.
— Ya veo. Espero que tus padres no me demanden.
— No lo harán— dije, me sentía más calmado—. Aunque podría ser bueno demandarte. Me haría rico.
— Yo no tengo nada. Mis padres sí. Demandarme no te haría ganar cosas.
— Eso es lo que dicen los ricos herederos.Él siguió conduciendo. Oh no. La atmósfera se sentía pesada. Él no hablaba. Ni reía. Sólo conducía.
¿Lo habré arruinado todo? ¿Él estará enojado conmigo? Probablemente lo estaba. Yo fui el de la idea de escapar. Y por mi torpeza caí. Sin duda era la peor víspera de navidad de todos los tiempos.Me dediqué a mirar por la ventanilla. Y a pensar. Sobre todo a eso.
Connor. Él me agradaba. Y me hacía enojar. Habían varias cosas que odiaba de él, tampoco era un príncipe. Odiaba que fuera muy ordenado. Odiaba que siempre tuviera la razón. Odiaba esos aires de arrogancia que tenía a veces. Odiaba que fuera una biblioteca andante. Odiaba que fuera tan alto. Odiaba que asumiera muchas cosas naturalmente. Odiaba que me conociera bien. Odiaba que me apoyara. Odiaba que me comprendiera aún cuando yo estaba equivocado. Odiaba que fuera tan perfecto. Odiaba que me ayudara a subir a su auto. Odiaba que mis días fueran más felices desde que él había aparecido. Odiaba que él me agradara tanto. Odiaba no poder pasar ni un día sin necesitar hablarle. Odiaba odiar a otras personas sólo porque se acercaban a él. Odiaba tener que odiarme porque sabía que no importaban todas las cosas que odiaba de él, aún así quería estar a su lado.
Odiaba que él me gustara tanto.
Lo supe. De repente.
Era amor. Amaba a Connor. Por eso todo era diferente. Por eso lo quería sólo para mí.Amaba a Connor. Mucho. No me di cuenta de cuando pasó. Simplemente descubrí algo que ya sabía. La vida era increíble porque las cosas podía cambiar con una simple palabra.
No pude evitar girar a verlo. Él seguía con la vista al frente y las manos al volante.
Todo de él era perfecto. ¿Por qué no me di cuenta antes?La respuesta a esa pregunta era muy fácil. No quería darme cuenta. ¿Por qué? Esa pregunta también era fácil. Porque deseaba algo que nunca iba a poder ser. Lo sabía. Él nunca me amaría.
Lo sabía. Así debía ser.
— Andrew— dijo Connor—, ¿Estás llorando?
Me llevé las manos a la cara. Oh por dios. Sí. Eso era. Darme cuenta de que lloraba me hacía querer llorar más. Mucho.
Porque en toda mi vida jamás había sentido tanto dolor como el que me causaba la decepción de saber que nunca podría estar a su lado.
Él detuvo el auto.
— ¿Estás bien?— dijo preocupado. Tocó mi hombro.
— Lo... lo estoy— traté de controlar mi corazón pero de verdad me sentía mal—, es sólo que...
— ¿Qué te pasa? ¿Necesitas algo?Tu bondad es muy cruel, Connor, quise decir. Eso pasaba. Él fue siempre tan bueno conmigo que por eso terminé así, pensando en lo afortunado que sería por estar un poco más con él.
De poder escuchar su voz todo el tiempo. Qué cruel era el destino.— Es que hace tanto frío— dije, pensé rápido en un pretexto, ya había dejado de llorar—, que recordé la noche en la que Hachiko murió y cuando se reencontró con el profesor. ¡Y es tan triste! ¡Esa película me hace llorar mucho!
— ¿De verdad?— dijo, sonó un poco irónico—. Lamento que recordaras algo tan triste. ¿En qué has estado pensando todo éste tiempo que te llevó a recordar esa película?En ti, pensé. En ti. No iba a decirle nada. Desde luego. A partir de ese momento habían muchas cosas que no iba a poder decirle. Eso es lo que más dolía de todo.
— Pobre Hachiko— dije—. Pero ya estoy bien.
— Menos mal— sonrió—. Realmente hace frío. Tenemos que apresurarnos o moriremos de hipotermia.
— No hables de muerte cuando estoy recordando a Hachiko.
— Lo siento. No es mi culpa que te pongas sentimental.
— Me pasa siempre que se avecina la navidad. Y siempre que pienso en Hachiko. Deberíamos levantar una escultura en su honor. ¿Crees que tu mamá quiera apoyar el proyecto?— dije, me sentía mejor.
— Si se lo pides ahora tal vez lo apruebe. Debe estar muy ebria. Generalmente no sabe nada cuando bebe.
— Deberíamos ir a verla.
— Lo siento, ahora debo llevarte a tu casa. Necesitas un baño caliente.
— No. Necesito una escultura a Hachiko. Su vida nos inspirará por siempre. ¡Ya sé! Se lo pediré al señor Benette cuando gane las elecciones y sea alcalde. Como seguramente no tiene hijos, tal vez no tenga alguien que le pida cosas absurdas.
— Tiene un hijo. Tal vez sea de tu edad.
— ¿De verdad? ¡Pero el señor Benette luce muy joven!
— Pero tiene un hijo. Lo sé porque lo he visto.
— ¿Es tu amigo?
— No— dijo pensativo—, no creo que tenga amigos. Tiene cara de querer destruir al mundo.
— ¿Eso qué tiene de malo? Yo también quiero destruir al mundo.Me miró. Entré en pánico.
— Pero tú eres diferente— dijo.
No dije nada. Eso fue inesperado. Mi corazón se aceleró simplemente por esas palabras. Oh dios. No sabía que él tenía ese efecto tan rápido en mi mente.
— ¿Puedo preguntarte algo?— dije.
—Claro.
— ¿Por qué querías estar éste día conmigo?No me contestó. Parecía pensativo.
— Simplemente quería estar contigo más tiempo— dijo.
Lo miré. Sonreí. Connor tenía la capacidad de hacerme sentir dolor y alegría al mismo tiempo.
Llegamos a mi casa. Mamá salió a recibirnos. Nos bajamos del auto. Ella notó que estábamos muy mojados. Es más, yo temblaba de frío.
— ¿Qué les pasó?
— Descubrí algo— le dije—. Mi silla tiene buena suerte. Como puedes ver, está seca.
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Todo lo que sé
ContoUn chico muy inteligente. Un chico en silla de ruedas. Una cafetería. Una mesa. Una conversación. Una conexión especial. Todo lo que sé es que no sé por qué no imaginé que todas esas cosas juntas no eran sólo una simple coincidencia.