Salí de casa lo más rápido que podía. Quería irme. No sabía a dónde. Pero no quería estar ahí. Por que hasta las paredes me susurraban que no debería estar en ese lugar. Que debí morir. Sentí que me volvería loco si me quedaba.
Tomé un poco de dinero de mi alcancía de cerdito y salí de ahí. Fui por las calles rápido. El aire caliente secó mis lágrimas.Me detuve en la estación de autobuses. Con ayuda del conductor, me subí a uno. Y me quedé ahí, mientras miraba por la ventana. Y veía cómo todo lo que pensaba que era mi vida se hacía pedazos ante mis ojos. Me preguntaba a mí mismo el cómo pude ser tan ciego. Cómo no pude verlo. Cómo no me di cuenta.
Quería llorar. Quería desaparecer. Victoria tenía razón. No debí vivir. Debí morir. Debí irme para siempre y no dañar tanto a las personas como lo había hecho. Lo peor era que no lo sabía. No me había dado cuenta. Estaba tan sumido en mí mismo que nunca pensé en las otras personas. En lo mucho que las lastimaba. Tal vez no quería ver la realidad porque era dolorosa.
Entendí muchas cosas. Muchas. Tantas que me dolía la cabeza, tan malas que me dolía el corazón.Me bajé en una estación con ayuda del conductor. Como la estación en donde me bajé estaba en medio de la nada, el hombre me preguntó si necesitaba ayuda. Le dije que no.
Quería estar solo.El autobús se fue. Me quedé ahí. Quería ir al lago. Necesitaba pensar mucho. Y en ese lugar nadie interrumpiría. Fui por todo el borde de la carretera. El lago estaba justo al lado de ésta. Podría llegar sin problemas.
Me tomó mucho tiempo. La tarde me alcanzó. Miré la puesta de sol reflejada en el espejo de agua del lago cuando llegué a él. Bajé el sendero. Y me detuve justo frente al borde. Miré mi reflejo.
Veía a un chico de aspecto frágil con cabello rubio, delgado y débil encima de una silla que lo acompañaría siempre. Ese era yo. Ni más ni menos. Sólo un chico.
Uno que causaba mucho dolor.¿Qué hubiera pasado si yo no existiera? ¿Cómo habrían sido las cosas? ¿Mamá y papá serían más felices? ¿Victoria sería feliz? ¿Todo sería mejor?
Quizá. Tal vez sí. Pero yo no lo sabría nunca. Ya lo había arruinado.
Si tan sólo pudiera hacer algo para arreglar todo eso. Si tan solo pudiera detener tanto dolor. Lo haría. Si hubiera una oportunidad, lo haría.Yo no había elegido nacer así. Yo no era feliz en el hospital. Yo no quería que mis padres gastaran dinero en mí. Yo no quería que faltaran a los eventos de Victoria. Yo no quería que me pusieran más atención. Yo no quería que ella me odiara. Yo no quería que ella guardara tanto rencor. Yo quería que fuera feliz. Que mis padres lo fueran. No quería ser un estorbo. No quería ser inútil. Quería que las buenas personas siguieran siendo eso.
Pero tuve que existir.
Mamá sería feliz si yo no existiera. Nunca hubiera llorado tanto. No habría sufrido. Jamás nadie la hubiera lastimado. Papá no tendría que tomar trabajos extra. Ni pasar horas en vela en los hospitales conmigo. No se preocuparía por dinero. No habría sufrido nunca.
Todos serían muy felices. Mucho.Miré el agua. La luz del sol se fue y la noche cayó de repente.
Si caía en el agua y me hundía... ¿Moriría?
¿Lo haría?
No podía dejar de pensar en eso.La vida de todos sería mejor. Tal vez ya sería tarde para arreglar muchas cosas pero podría funcionar. Todo podría estar mejor.
Todos serían más felices sin mí.Entonces, como si me hubiera llegado de golpe, pensé en Connor. ¿Él sería feliz si yo no hubiera existido? ¿Él se habría enamorado de Victoria si yo nunca hubiera irrumpido en su vida? ¿Estarían juntos?
Se verían bien. Y ambos podrían ir tomados de la mano por las calles, sin tener que irse esperando el uno al otro. Como pasaba con Connor y yo.
Todos estarían de acuerdo con eso. Con su amor.La vida sería mejor si yo no existiera.
Lo entendía todo. En el hospital Victoria me había dicho que a mí todos me amabn, no porque fuera cierto, si no porque es lo que debían hacer. Yo estaba en esa silla. Nadie podía odiarme. O amarme. Sólo causaba lástima.
Ese era el asunto. Que no me importaba causarle lástima al mundo. Me importaba que Connor sintiera eso por mí. ¿Y si nunca me amó? ¿Y si sólo estaba confundido? ¿ Y si sólo pensaba que debía amarme porque yo no estaba bien? ¿Y si sentía que yo era sólo una obra de caridad? ¿Y si todo eso era falso? ¿Qué debería hacer yo? ¿Qué hacía con tanto amor? ¿Qué hacía con tanto dolor? ¿Que hacía con esas inmensas ganas de desaparecer que sentía?
Limpié mis lágrimas con la manga de mi abrigo. Luego me bajé de la silla despacio. Me arrastré hasta estar en el agua. Nadé hasta el centro del lago. Me quedé quieto. Y miré el cielo nocturno.
Habían muchas estrellas. También muchas cosas por pensar. Pero no quería hacerlo más.Sólo quería sentir el agua fría recorrer mi cuerpo. Cerré los ojos. Se sentía bien. Necesitaba despejar mi mente. Y pensar en muchas cosas. Llegar a una conclusión. Una buena. Tomar una decisión. Una que me dejara satisfecho.
Pero las palabras de Victoria seguía resonando en mi mente con el mismo odio con el que me las dijo. Con la misma crueldad. Con la misma potencia para hacerme daño. Como si fueran una bomba. Se sentían verdaderas. Pero cuando recordaba lo que mis padres y Connor me habían dicho no podía creerlas. Y parecía que su efecto destructivo disminuía.
No sabía si era el agua, o si mis niveles de estrés habían bajado, pero podía pensar claramente.
Tal vez Victoria y mis padres estarían mejor sin mí. Pero no Connor. Porque él era lo que el destino tenía para mí. Si yo no hubiera existido, él no me habría encontrado.
Y él me amaba. Yo lo creía. Su último beso sabía a amor. No a lástima.
Victoria lo había dicho pero no significaba que era cierto.
Porque ella no sabía nada de nosotros.Connor era mi milagro.
No iba a perderlo sólo por una discusión.Poco a poco, las palabras hirientes de Victoria empezaban a perder su valor. Yo podía ver las cosas con claridad. Podía desbaratar cada uno de sus argumentos. Los veía y ya no dolían. Porque ella se había equivocado.
Estaba muy equivocada.
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Todo lo que sé
Storie breviUn chico muy inteligente. Un chico en silla de ruedas. Una cafetería. Una mesa. Una conversación. Una conexión especial. Todo lo que sé es que no sé por qué no imaginé que todas esas cosas juntas no eran sólo una simple coincidencia.