Me desperté en la mañana. Muy tarde. Mamá no quiso despertarme. Me sentía mal. Luego recordé lo que había pasado el día anterior. Y me sentí peor. Oficialmente odiaba mi vida.
Me levanté. Busqué mi silla. Ahí estaba la ingrata, en perfecto estado. Si hubiera podido, la habría agarrado a patadas.
Mamá apareció. Me traía el desayuno.— ¿Tienes ganas de comer algo?— dijo.
— Tengo ganas de ver Hachiko— respondí.
— ¿Hachiko? Pensé que odiabas esa película.
— Aún la odio. Me hace llorar como idiota. Pero quiero verla. Hachiko es una inspiración para el mundo.
— Creo que es muy triste como para verla en navidad.
— Odio la navidad. Como el Grinch.
— Pero amabas la navidad.
— He decidido cambiar. Ya sabes, madurar. Ya no soy un niño. Empezaré a volverme adulto. Por eso necesito odiar la navidad y volverme triste.
— También necesitas desayunar.
— ¿Puedo desayunar helado?
— No.
— ¿Por qué?— dije, afligido.
— Por que es inapropiado. Y frío.
— Como yo. Necesito helado.
— Definitivamente no. Además, no creo que quieras que Connor te vea desayunar eso.
— ¿Connor está aquí?— dije sorprendido.
— Sí. No quiso que te despertara. Está en la sala, hablando con Victoria.
— ¿Por qué nunca me avisan sobre las cosas importantes?
— ¿Le digo que pase?Lo pensé un momento. Mi habitación era mi santuario. Pero no quería salir de mi cama. Hacía frío.
— Puede pasar— dije.
Mamá salió. Me quedé ahí. Traté de acomodarme el cabello un poco. Le di palmaditas a mi cara. Eso debía ser suficiente.
Alguien golpeó mi puerta.— ¿Quién es?— pregunté.
— Soy yo. Connor.
— Si me dices la contraseña puedes pasar.
— No me la sé. ¿Por qué debería de saberla?
— Intenta adivinar.
— Eh... ¿Gatitos?
— ¡No! ¿Por qué serían gatitos?
— Son esponjosos y adorables— dijo.
— No. Esa no es la respuesta. Intenta de nuevo.
— ¿Andrew?
— Jamás usaría mi nombre como contraseña. Eso es de bobos. Como cuando alguien pone de contraseña "contraseña".
— Genial, ahora ya te sabes la contraseña de la reserva de vinos de mi madre.
— ¿Tu madre usa contraseña para guardar su alcohol?
— Sí. No quiere que le quiten su vino.
— ¿Entonces por qué usa una contraseña tan fácil?
— Le gusta beber, espera que alguien adivine su contraseña y la invite a beber.
— No sé si ella es boba o una genio.
— Es tu senadora, juzga tú. ¿Me vas a dejar pasar?
— Dime la contraseña.
— ¿Cachorritos?
— Estás cerca— dije.
— ¿Hachiko?
— ¡Correcto! Pasa.Entró. Se veía como si fuera a tomar el té con la reina.
— Hola— dije—. Bienvenido a la Baticueva.
— No veo a Batman por aquí.
— Claro que sí. Resulta que soy Batman.
— Ya lo creo.
— Aquí está el batimóvil— le señalé mi silla.
— En la televisión se ve más grande.
— Es lo que le dije a la agencia que me lo vendió.
— Sí. Debiste demandarlos.
— Lo haré. Por cierto, ¿A qué debo el honor de tu presencia en la baticueva, Robin?
— Quería ver si estabas bien... ¿Por qué soy Robin?
— Porque quiero.
— Iba a quejarme pero mejor no lo haré. Tengo la impresión de que si lo hago sólo haré que te enfades.
— Estoy enfadado. Siempre. Además de ser Batman también soy el Grinch.
— Eso no es posible.
— No me contradigas Robin.Mi mamá entró. Vino por el desayuno que rechacé.
— Batman quiere helado— le dije.
— Que bien que aquí no vive Batman— dijo ella.
— Yo soy Batman. Él es Robin, mi adorable asistente. Exigimos helado. Y pizza. Y el DVD de Hachiko.
— De acuerdo, Batman— dijo ella—, veremos qué se puede hacer.Salió.
— Tu familia es simpática— dijo Connor.
— Sí. Victoria ganó un certámen de simpatía el año pasado.
— Yo creo que ella es simpática, pero sólo con personas que le agradan.
— Nunca la he visto feliz.
— Hoy lo estaba. Eso creo. Aún no sé diferenciar si es feliz o si sólo está esperando a que me vaya. Lo bueno es que me habla. Incluso en la escuela.
— ¿Y de qué hablan?— pregunté.
— De cosas de escuela. Definitivamente no habla conmigo de Batman.
— Debería hacerlo. Es divertido.
— Lo sé. Pero ella es más tranquila. Como mi padre.
— Mi hermana debería ser más cómo tu madre. Con excepción de eso de la bebida. Eso no debería imitarlo.
— Yo creo que Victoria está bien así como es.
— Si tú dices.Nos quedamos viendo. Ya iba a empezar la incomodidad. No iba a dejar que eso pasara en mis propios dominios. No en mi santuario.
— Hay que ver una película— dije.
— Que no sea Hachiko.
— ¿Por qué no?
— Porque es triste. Y mi vida ya es muy triste. Mamá me castigó por escaparme de su fiesta.
— Entonces no debiste escapar.
— ¡Pero si escapé contigo!
— No era una buena idea.
— ¡Fue tú idea!
— Ya deberías saber que mis ideas son muy malas— dije—. ¿Cuánto tiempo vas a estar castigado?
— No lo sé. Realmente no sé si estoy castigado. Mamá estaba ebria. Me dijo que estaba "condenado a la guillotina por dejarla sufriendo en la fiesta".
— ¿Qué significa eso? ¿Te sentenció a muerte?
— Tal vez. Luego papá dijo que no le hiciera caso a mamá. Y se la llevó al baño. Lo único que supe después de eso es que ella vomitó mucho.
— Tu papá es juez. Decidir el futuro de la gente es su trabajo. Hazle caso a él. Y como ya no estás castigado, ahora sí podemos ver Hachiko.
— ¿De verdad quieres llorar tan temprano?
— No voy a llorar. Voy a hacer como cuando veo Titanic: veré las partes felices y luego dejaré de ver la película.
— Eso es trampa.
— Claro que no. Sólo los masoquistas verían la película completa.
— A mi me gusta verla completa— dijo.
— Masoquista.
— No es eso.
— Sí es— dije.
— No.
— Hay que ver Hachiko.
— Ésta es una batalla que no puedo ganar, ¿Cierto?— dijo.
— No. Pierdes tu tiempo.
— ¿Y si te llevo a algún lugar?
— ¡Hay que ir al lago!— dije feliz.
— ¡Al lago no! ¿Acaso no aprendiste nada ayer?
— Aprendí que tu madre es más irracional cuando está ebria a cuando está normal.
— ¡Esa no era la lección!
— Entonces vamos a tu casa— dije.
— Esa es una mejor idea— dijo.
— ¡Al batimóvil!— dije—, Vamos, cárgame.
— No creo que ambos podamos ir en el batimóvil. Somos dos.
— Tienes razón. Ya te dije que generalmente mis ideas son malas. Nunca aprendes las lecciones.
— Quien debería aprender lecciones eres tú, Andrew.
— Soy Batman. Pero por hoy te cederé mi puesto. Felicidades, eres Batman.
— ¿Yo? ¿Por qué harías eso?
— Para poder ir en tu batimóvil.
— Entiendo. ¿Significa que tú eres Robin?
— ¿Bromeas? ¿Cómo podría ser yo un personaje tan insignificante? No. Yo soy Superman ahora. Es mejor que Batman.
— Pero...
— Ya hay que irnos. ¡Al batimóvil!
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Todo lo que sé
Short StoryUn chico muy inteligente. Un chico en silla de ruedas. Una cafetería. Una mesa. Una conversación. Una conexión especial. Todo lo que sé es que no sé por qué no imaginé que todas esas cosas juntas no eran sólo una simple coincidencia.