24.

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Me desperté en la mañana. Muy tarde. Mamá no quiso despertarme. Me sentía mal. Luego recordé lo que había pasado el día anterior. Y me sentí peor. Oficialmente odiaba mi vida.

Me levanté. Busqué mi silla. Ahí estaba la ingrata, en perfecto estado. Si hubiera podido, la habría agarrado a patadas.
Mamá apareció. Me traía el desayuno.

— ¿Tienes ganas de comer algo?— dijo.
— Tengo ganas de ver Hachiko— respondí.
— ¿Hachiko? Pensé que odiabas esa película.
— Aún la odio. Me hace llorar como idiota. Pero quiero verla. Hachiko es una inspiración para el mundo.
— Creo que es muy triste como para verla en navidad.
— Odio la navidad. Como el Grinch.
— Pero amabas la navidad.
— He decidido cambiar. Ya sabes, madurar. Ya no soy un niño. Empezaré a volverme adulto. Por eso necesito odiar la navidad y volverme triste.
— También necesitas desayunar.
— ¿Puedo desayunar helado?
— No.
— ¿Por qué?— dije, afligido.
— Por que es inapropiado. Y frío.
— Como yo. Necesito helado.
— Definitivamente no. Además, no creo que quieras que Connor te vea desayunar eso.
— ¿Connor está aquí?— dije sorprendido.
— Sí. No quiso que te despertara. Está en la sala, hablando con Victoria.
— ¿Por qué nunca me avisan sobre las cosas importantes?
— ¿Le digo que pase?

Lo pensé un momento. Mi habitación era mi santuario. Pero no quería salir de mi cama. Hacía frío.

— Puede pasar— dije.

Mamá salió. Me quedé ahí. Traté de acomodarme el cabello un poco. Le di palmaditas a mi cara. Eso debía ser suficiente.
Alguien golpeó mi puerta.

— ¿Quién es?— pregunté.
— Soy yo. Connor.
— Si me dices la contraseña puedes pasar.
— No me la sé. ¿Por qué debería de saberla?
— Intenta adivinar.
— Eh... ¿Gatitos?
— ¡No! ¿Por qué serían gatitos?
— Son esponjosos y adorables— dijo.
— No. Esa no es la respuesta. Intenta de nuevo.
— ¿Andrew?
— Jamás usaría mi nombre como contraseña. Eso es de bobos. Como cuando alguien pone de contraseña "contraseña".
— Genial, ahora ya te sabes la contraseña de la reserva de vinos de mi madre.
— ¿Tu madre usa contraseña para guardar su alcohol?
— Sí. No quiere que le quiten su vino.
— ¿Entonces por qué usa una contraseña tan fácil?
— Le gusta beber, espera que alguien adivine su contraseña y la invite a beber.
— No sé si ella es boba o una genio.
— Es tu senadora, juzga tú. ¿Me vas a dejar pasar?
— Dime la contraseña.
— ¿Cachorritos?
— Estás cerca— dije.
— ¿Hachiko?
— ¡Correcto! Pasa.

Entró. Se veía como si fuera a tomar el té con la reina.

— Hola— dije—. Bienvenido a la Baticueva.
— No veo a Batman por aquí.
— Claro que sí. Resulta que soy Batman.
— Ya lo creo.
— Aquí está el batimóvil— le señalé mi silla.
— En la televisión se ve más grande.
— Es lo que le dije a la agencia que me lo vendió.
— Sí. Debiste demandarlos.
— Lo haré. Por cierto, ¿A qué debo el honor de tu presencia en la baticueva, Robin?
— Quería ver si estabas bien... ¿Por qué soy Robin?
— Porque quiero.
— Iba a quejarme pero mejor no lo haré. Tengo la impresión de que si lo hago sólo haré que te enfades.
— Estoy enfadado. Siempre. Además de ser Batman también soy el Grinch.
— Eso no es posible.
— No me contradigas Robin.

Mi mamá entró. Vino por el desayuno que rechacé.

— Batman quiere helado— le dije.
— Que bien que aquí no vive Batman— dijo ella.
— Yo soy Batman. Él es Robin, mi adorable asistente. Exigimos helado. Y pizza. Y el DVD de Hachiko.
— De acuerdo, Batman— dijo ella—, veremos qué se puede hacer.

Salió.

— Tu familia es simpática— dijo Connor.
— Sí. Victoria ganó un certámen de simpatía el año pasado.
— Yo creo que ella es simpática, pero sólo con personas que le agradan.
— Nunca la he visto feliz.
— Hoy lo estaba. Eso creo. Aún no sé diferenciar si es feliz o si sólo está esperando a que me vaya. Lo bueno es que me habla. Incluso en la escuela.
— ¿Y de qué hablan?— pregunté.
— De cosas de escuela. Definitivamente no habla conmigo de Batman.
— Debería hacerlo. Es divertido.
— Lo sé. Pero ella es más tranquila. Como mi padre.
— Mi hermana debería ser más cómo tu madre. Con excepción de eso de la bebida. Eso no debería imitarlo.
— Yo creo que Victoria está bien así como es.
— Si tú dices.

Nos quedamos viendo. Ya iba a empezar la incomodidad. No iba a dejar que eso pasara en mis propios dominios. No en mi santuario.

— Hay que ver una película— dije.
— Que no sea Hachiko.
— ¿Por qué no?
— Porque es triste. Y mi vida ya es muy triste. Mamá me castigó por escaparme de su fiesta.
— Entonces no debiste escapar.
— ¡Pero si escapé contigo!
— No era una buena idea.
— ¡Fue tú idea!
— Ya deberías saber que mis ideas son muy malas— dije—. ¿Cuánto tiempo vas a estar castigado?
— No lo sé. Realmente no sé si estoy castigado. Mamá estaba ebria. Me dijo que estaba "condenado a la guillotina por dejarla sufriendo en la fiesta".
— ¿Qué significa eso? ¿Te sentenció a muerte?
— Tal vez. Luego papá dijo que no le hiciera caso a mamá. Y se la llevó al baño. Lo único que supe después de eso es que ella vomitó mucho.
— Tu papá es juez. Decidir el futuro de la gente es su trabajo. Hazle caso a él. Y como ya no estás castigado, ahora sí podemos ver Hachiko.
— ¿De verdad quieres llorar tan temprano?
— No voy a llorar. Voy a hacer como cuando veo Titanic: veré las partes felices y luego dejaré de ver la película.
— Eso es trampa.
— Claro que no. Sólo los masoquistas verían la película completa.
— A mi me gusta verla completa— dijo.
— Masoquista.
— No es eso.
— Sí es— dije.
— No.
— Hay que ver Hachiko.
— Ésta es una batalla que no puedo ganar, ¿Cierto?— dijo.
— No. Pierdes tu tiempo.
— ¿Y si te llevo a algún lugar?
— ¡Hay que ir al lago!— dije feliz.
— ¡Al lago no! ¿Acaso no aprendiste nada ayer?
— Aprendí que tu madre es más irracional cuando está ebria a cuando está normal.
— ¡Esa no era la lección!
— Entonces vamos a tu casa— dije.
— Esa es una mejor idea— dijo.
— ¡Al batimóvil!— dije—, Vamos, cárgame.
— No creo que ambos podamos ir en el batimóvil. Somos dos.
— Tienes razón. Ya te dije que generalmente mis ideas son malas. Nunca aprendes las lecciones.
— Quien debería aprender lecciones eres tú, Andrew.
— Soy Batman. Pero por hoy te cederé mi puesto. Felicidades, eres Batman.
— ¿Yo? ¿Por qué harías eso?
— Para poder ir en tu batimóvil.
— Entiendo. ¿Significa que tú eres Robin?
— ¿Bromeas? ¿Cómo podría ser yo un personaje tan insignificante? No. Yo soy Superman ahora. Es mejor que Batman.
— Pero...
— Ya hay que irnos. ¡Al batimóvil!

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