Llegó la víspera de navidad. Mis felices padres lo estaban de verdad. Me llevaron con Santa como todos los años para que le pida algo y me tome una foto con él en el centro comercial. Le pedí la guerra mundial y en la fotografía le tapé la cara con la mano. Mis padres se rieron mucho con esa foto. Santa me vetó de su lista de niños buenos y al parecer jamás volveré a tomarme una foto con él.
Victoria había estado distante de mí como siempre. Y mis padres se habían vuelto mis mejores amigos. Tanto que casi no sentí la ausencia de Lizzy, que se pasó todas las vacaciones con Chad.
Por eso, cuando les dije que iría a la fiesta del gobernador, papá insistió en comprarme un traje nuevo.— Pero no quiero— dije—. Odio las compras.
— Ya lo sé cariño— dijo mamá—, pero no lo tomes a mal. Imagina que es tu regalo de navidad. Al menos acepta eso.
— Yo no pedí un traje para navidad.
— Ya lo sé— dijo papá—, pero es más accesible que la guerra mundial.
— No es cierto— dije—. Yo podría iniciar una guerra si quisiera.
— Lo sé— dijo él—, definitivamente tú podrías. Pero al menos deja que te compre un traje antes del inicio de tu guerra, ¿De acuerdo?No pude decir que no. Fue toda una odisea. Generalmente es difícil para mí probarme ropa, más si se trataba de un lugar desconocido. Para colmo, el hombre que me atendió tenía un mostacho raro y una voz graciosa. Tuve que contener mi risa.
De salida de la tienda, me encontré con Jace.
— Hey, no planeaba verte por aquí— me dijo.
— Yo tampoco. Qué inesperado.
— ¿Estás de compras de último minuto?
— Algo así.
— Genial. Bueno, tengo que irme. Nos vemos en la escuela.
— Nos vemos— le dije.Él se acercó y me revolvió el cabello. Luego se fue. Me sentía más animado. Se había ido mi frustración por las compras.
Llegué a casa. Mamá me ayudó a cambiarme por la tarde. Victoria no estuvo en todo el día, al parecer fue con sus amigas. Era extraño.
Connor llegó por mí justo a la hora que dijo que iría. Qué puntual.
Salió de su auto y lo miré. Se veía tan bien, como si fuera visitar a la reina o alguien similar. Me vio y sonrió. Me quedé sin palabras. Simplemente no dije nada. Papá le dijo a Connor que se asegurara de traerme no tan noche. Él le dijo que lo haría.Estaba tan anonadado que ni siquiera me quejé cuando me ayudó a subir a su auto. No entendía qué estaba pasando.
Una vez adentro, me costó no ponerme nervioso. Algo había cambiado y no sabía cómo y porqué. Sólo sabía que no podía tratar a Connor de la misma forma que lo hacía antes. Era como si tuviera miedo a que él viera algo malo de mí, cosa que sí sonaba boba porque yo me había encargado de hacerle ver que yo era todo menos un príncipe. Ese era el problema, él sí era uno.— Te ves bien hoy— dijo mientras conducía.
— Lo sé— dije, trataba de volver a poner las cosas como estaban antes—, esperaba verme bien. No quería desaprovechar todo lo que sufrí mientras compraba ropa.
— Pues valió la pena.
— Tú también te ves bien— dije. Más de lo que piensas, pensé.
— Gracias. Hasta me siento mal por llevarte a un lugar tan aburrido.
— No te preocupes. Incluso puedes verlo de esta manera: imagina que es una venganza por todas aquellas veces en las que terminé de colmar tu paciencia y que no pudiste golpearme.
— Jamás me vengaría así. Y realmente nunca he querido golpearte. No hay nada que hayas hecho para disgustarme.Connor no estaba ayudando. Seguía pareciendo un príncipe de tierras lejanas. Comencé a sentirme molesto por eso.
Llegamos. Era una mansión tipo mafioso local. Hasta el gobernador era mafioso. Genial. Bajamos del auto. No me sentía nervioso por ir a un lugar con mucha gente importante y desconocida. Sí por ir con Connor. Debía aceptar que él me ponía nervioso.
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Todo lo que sé
Historia CortaUn chico muy inteligente. Un chico en silla de ruedas. Una cafetería. Una mesa. Una conversación. Una conexión especial. Todo lo que sé es que no sé por qué no imaginé que todas esas cosas juntas no eran sólo una simple coincidencia.