— No entiendo tu repentino cambio de parecer— me dijo.
— Es sólo curiosidad— respondí.Caminaba a su lado por la calle. Me mataban las ganas de ver cómo era Victoria con alguien que no era de la familia. Ella nunca había llevado a nadie a casa. Es más, me sorprendía que Connor supiera la dirección de la casa.
— Si casi no le hablas— dije—, ¿Cómo es que sabes en dónde vive?
— Una de sus amigas me dio su dirección.
— ¿Por qué quieres verla?
— Me pidieron que le entregara unos libros— dijo—. Debí dárselos al final de las clases pero no la encontré. Imaginé que podría necesitarlos así que decidí ir a buscarla para entregarlos.
— Qué amable— dije.
— Soy muy amable.
— Ya lo veo. Parece demasiada molestia sólo por una compañera.
— Tú harías lo mismo, ¿No?
— Te equivocas. En primer lugar, nadie le pediría a un chico con silla de ruedas hacer algo así. En segundo lugar, me negaría. Como puedes ver, no soy para nada amable.
— Ya no lo dudo— dijo—. Tu personalidad no coincide con tu cara.
— ¿Mi cara?
— Sí. Te ves muy angelical. Claramente no lo eres.
— ¡Te equivocas! Soy un angelito.Llegamos a mi casa y atravesamos el jardín de la entrada hasta la puerta principal. Oh sí. Quería ver la cara de Victoria.
Estaba por sacar mis llaves hasta que Connor presionó el timbre. Mamá salió a abrir. Nos observó atentamente.— ¿Victoria está aquí?— le pregunté.
— No— me dijo—. Salió.
— ¡Qué lastima!— dije— ¡Y yo que tenía mucha curiosidad! ¡Ya sé! Hay que esperar a que llegue.
— ¿Esperar?— dijo Connor.
— Mamá— le dije a ella—, ¿Crees que tarde mucho? — No lo creo, cariño— me dijo—. Pero es mejor que esperen adentro.
— Está bien— dije, luego ella se hizo a un lado y yo entré. Me giré para ver afuera. Connor seguía parado en donde estaba—. Ven, entra— le dije.Con algo de duda, entró, luego de pedirle permiso a mi mamá para entrar.
— Así que ésta es tu casa— dijo.
— Sí— dije.
— Victoria debe ser tu hermana. Aunque no se parece a ti.
— Desde luego.
— Nunca antes había mencionado tener un hermano. Aunque para ser exacto no soy muy cercano a ella. Y aún no entiendo qué es lo que quieres comprobar conmigo.Claro que no hablaba de mí. Yo tampoco lo hacía. Nadie aparte de Lizzy en la escuela sabía que tenía una hermana. Siempre pensé que ella no era muy cercana a mi porque era dos años mayor que yo. Y con una distancia como esa, no teníamos nada de que hablar.
— ¿Te pasa algo?— dijo, supongo que me vio muy pensativo.
— No— dije.
— Eso no es cierto— me miró.
— Claro que sí.
— Es una mentira.
— No hay forma de que sepas eso.
— Puedo. Definitivamente te molesta algo.
— Qué presuntuoso eres— dije_. No me conoces bien como para poder diferenciar mis cambios de ánimo. En todo caso, no son de tu incumbencia. ¿Siempre sueles tomar confianza tan rápido con las personas que acabas de conocer?
— Algunas veces— se acercó a mí—. Sólo cuando me invitan a pasar a su casa. Lo que admito que me agrada. Para ser sincero sentía curiosidad acerca de tu entorno.
— ¿Mi entorno? Suena a que soy un animal salvaje siendo estudiado por exploradores.
— No dije eso. Además, tu madre y tú deberían tener más cuidado con las personas que invitan a pasar a su casa.
— ¿Por qué? ¿Vas a ponerte una máscara y sacar una motosierra para luego matarnos?— me reí.
— Podría ser. No me conoces bien como para poder predecir lo que haré.
— Lo mismo se aplica contigo— le dije—. Deja de suponer que sabes lo que siento.
— En tu caso, querido Andrew— me observó fijamente—, es muy fácil saberlo. Tu cara lo dice todo. Eres muy expresivo.
— Claro que no— agregué.
— Es verdad aunque no te guste. Y regresando a lo anterior, tú no puedes saber si soy o no una amenaza. Ahora mismo podrías encontrarte en peligro.
— Me gustaría pensar que eres una buena persona. Aunque si no es así, tienes que decirme.
— ¿En serio crees que un psicópata le diría a alguien que es uno?— dijo.
— Si es un buen psicópata, tal vez.
— No hay buenos psicópatas. Por eso son psicópatas.
— Lo que sea. El punto es que no creo que representes algún peligro. Si quisieras hacerme algo ya lo habrías hecho. En mi condición sería facil. No puedo salir corriendo, si te das cuenta. Además de que dudo que alguien como tú pueda querer algo de mí.
— ¿Alguien como yo?— dijo.
— Sí. Te ves tan genial, tan orgulloso, como si estuvieras a punto de convertirte en presidente.
— Tienes una percepción muy mala de mí. Admito que podría parecer presumido, pero no lo soy. ¿Qué hay de ti? Tú verdaderamente pareces genial y orgulloso.
— Orgulloso tal vez. Genial, definitivamente no.
— ¿Quieres saber qué pienso?— se inclinó hasta estar a mi nivel.
— Si vas a ser cruel conmigo no quiero saberlo.
— Lo que pasa es que siempre estás tratando de ocultar que debajo de toda tu armadura hay una persona maravillosa. Claro que tú no contabas con que es muy fácil para mi ver a través.
— No hay ninguna armadura. Mucho menos una persona maravillosa. Soy malo. Muy malo.
— No me pareces malo. No lo eres. Así que no te ocultes. Porque no importa qué tanto quieras alejarte de mí, tengo la sensación de que no podrás hacerlo.
— Ahora sí suenas a psicópata.
— Me refiero a que de alguna manera, sé que seguiremos coincidiendo en otras cosas. Así que creo que es útil que sólo seas tú mismo.
— ¿De qué hablas? Yo soy yo y ya— arremetí.
— De acuerdo. Te tomo la palabra. Sólo no vuelvas a decir que no eres genial. Porque lo eres. A tu modo, pero es verdad.
— ¿Alguna otra sugerencia?
— No vuelvas a poner una cara triste. No te queda.¿Triste? ¿Cuándo me vi así? Lo entendí entonces. Cuando me preguntó si me pasaba algo no lo hizo porque me veía pensativo. Realmente me sentía mal. Y él lo supo. No podía dejar de sentirme sorprendido. Era tan extraño...
— Sabes— me dijo—, creo que Victoria tardará en llegar. Debo irme. Le dejaré los libros a tu madre.
— Es una lástima— admití—. Yo quería ver cómo eres con otras personas...
— Soy normal.
— No me pareces normal.
— No lo soy contigo— dijo.
— ¿Eso es bueno?
— No te imaginas cuánto— comentó antes de acercarse a una mesa y poner algo ahí.
— ¿Qué es?— pregunté.
— Un chocolate— dijo antes de salir de la habitación—. Para que endulces tu vida.Se fue, probablemente mi madre seguía en donde la puerta, esperando a Victoria. Escuché unos murmullos. Debía ser él despidiéndose.
Miré el chocolate envuelto en un papel brillante sobre la mesa de la sala.
¡Odio el chocolate! ¿Qué le pasa a ese hombre?
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Todo lo que sé
Short StoryUn chico muy inteligente. Un chico en silla de ruedas. Una cafetería. Una mesa. Una conversación. Una conexión especial. Todo lo que sé es que no sé por qué no imaginé que todas esas cosas juntas no eran sólo una simple coincidencia.