29. Soledad. /Part II

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Encerrado por mi propia elección. He sido contagiado al ser confinado en ésta mi prisión y abandonado en ella por una mujer
y su hija pequeña –las cuales comparten rasgos físicos y adn parecidos al mío–.

Fui encarcelado, custodiado por mi mejor amiga Soledad.

Ella me enseñó a amar
la privacidad, a no distraerme,
a ser prudente; a no molestar y sobre todo a guardar silencio.

Pero soy visto como desagradable, causando mi aislamiento y reclusión; produciendo incapacidad de establecer alguna relación con los demás, seres semejantes a mí.

Soledad, tomando apariencia de ser ordinario se convirtió en mi acompañante, mi consejera personal; enseñándome el repudio de aquellos con carne
y huesos que por mi dificultad de expresar me han ignorado.

«Siento que soy el último en todo».

Mientras crecía mi cuerpo natural, mi mente seguía enclaustrada en cuatro paredes. Estaba lleno de imaginación y ya no me importaba ser menospreciado.

Los años pasaron rápido
y los síntomas de introvertido se adelantaron con ansiedad. –También la alucinación
y una distorsión de la percepción–.

Veía de forma diferente cada acontecimiento de la realidad.
Mi lealtad a Soledad me enseñó a observar a los demás humanos como yo, a ellos no les bastaba con mi condena si no qué querían separarme de mi gran amiga.

—Soledad, no te vayas.
No me dejes solo, eres mi única acompañante en éste mundo absurdo. Yo no te dejaré ir, ¡porque tú eres parte de mí! Eres mi mundo; diles, diles...
¡Qué no sufro de demencia mental! Que tú eres real,
vamos... Sal a la luz y ¡muestrate! Diles que eres parte de mí, de mi vida. Que cuando realizaba lo que para mí parecía ser una hazaña o una gran odisea sólo tus aplausos se escuchaban; tus halagos son el resultado de mi autoestima. Desde que tengo mi uso de razón
que eres real, cuéntales todo lo que me has dicho a mí: Que el amor no existe, pero siempre existirá la maldad. Y tú –como la salvadora del mundo– me has escogido a mí para no caer en la igualdad de todos; me has dicho que a tu lado sería feliz. Ven, ven... ¡Ayúdame!

Oh, mi protectora y guardiana de mi cárcel mental.

***

Tras reiteradas citas
con el psicólogo, lo han logrado.

Soledad se ha marchado,
ya no está a mi lado.

Su voz no se escucha más
y su silueta ha desaparecido.

Soy parte de éste mundo y el mundo es parte de mí, interactuo con mis iguales, y aunque soy protagonista y autor de ésta mi historia... Sigo encerrado,
aunque ahora sea en una hoja de papel.

La vida en Poesías.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora